El Baile (Parte III/Fin)[Relato Erótico/XXX]

in #cervantes2 years ago

Sofía estaba exhausta, su cuerpo yacía inerte sobre el sofá. Abrumada ante todo lo que acaba de experimentar, incrédula por todo lo que su cuerpo había sido capaz de transmitirle y contenta por haberlo descubierto. No podía pensar en otra cosa que no fuese su nuevo yo y todas las posibilidades que se le abrían a continuación.


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Él la observaba con curiosidad. Mediante su dedo había notada cada una de las contracciones que este último orgasmo le había producido. Había sido muy intenso y deseaba saber como lo había vivido ella.

Cuando Sofía abrió los ojos se encontró con los de él, curiosos y pícaros a la vez. Sólo pudo esbozar una sonrisa mientras notaba como se ruborizaba. No se traba de vergüenza, estaba abrumada.

– ¿Cómo en encuentras?–preguntó Ricardo.

–¡¡Viva!!–fue su única respuesta.

Le encantó esa palabra, esta nueva Sofía era todo un descubrimiento. Se puso en pie, haciendo visible la erección que no había disminuido. Colocándose sobre ella la besó tiernamente en los labios. Estaba fascinado por el calor que desprendía, por su olor, mezcla del perfume con una pincelada de sudor fresco.

Incorporándose de nuevo sujetó a Sofía por los gemelos, apoyándole los pies sobre su pecho. Su cuerpo desnudo desde esa perspectiva lo excitaba. La disposición a dejarse a hacer despertaba su parte dominante. Estaba maravillado por las vistas que le proporcionaba ese punto de vista.

Dirigiendo el pene con la mano situó el glande sobre los labios vaginales de Sofía. Cubierto por líquido preseminal, segregado durante el cunnilingus que acababa de realizar, resultó muy fácil deslizarlo hasta sus labios interiores y llevarlo a continuación hasta el clítoris. La suavidad de este contacto hizó que Sofía se estremeciera de placer.

Ricardo comenzó a danzar; su glande ascendía entre los labios, coronaba rodeando el clítoris y descendía por el otro lateral. Todas estas sensaciones volvía a activar a Sofía. Las caras de disfrute que ella mostraba junto el placer que él mismo sentía lo mantenía en un estado hipnótico. Centrado en acariciar su clítoris prestaba especial atención en no alcanzar la entrada de su vagina en el descenso. Poco a poco incrementaba la presión que ejercía con su pene.

Sofía volvía a estar excitada, gozaba con cada pulso que emitía su clítoris. Incrementaba o disminuía la velocidad y la presión sobre su sexo con movimientos de su cadera, acompañando así la danza de Ricardo. Estaba dispuesta a continuar deleitándose con todas esas sensaciones pero ahora quería centrarse en Ricardo.

Los movimientos de Ricardo se volvían más intensos. Lo quería dentro de sí y llevarlo a perder el control. En cada descenso de su glande sus caderas se elevaban un poquito más, acercándole la entra de su vagina, invitándolo a penetrarla de nuevo. Ambos clavaban la mirada en el otro, se devoraban con los ojos. No emitían palabra, sólo eran capaces de gemir conscientes de lo que venía a continuación.

Los pies de Sofía presionaban sobre su pecho en cada elevación que ella hacía buscando la unión de sus cuerpos. Su mirada suplicaba que se fundiese con ella, que la completase. Esto lo excitaba aún más, quería convertirse en uno con ella y no se contuvo más. Notando de nuevo la presión de sus pies retiro un poco el cuerpo, abriendo un poco de espacio, y permitió que su glande alcanzara la vagina. Cuando Sofía bajó el cuerpo la penetró con facilidad.

Del centro de sus cuerpos surgió un calor que los rodeó. Deseaban más contacto, más placer, estar más cerca convirtiéndose en un único ser. Sofía disminuyó la presión de sus pies, favoreciendo que él se aproximara. Ricardo, dejando caer su cuerpo, se fundió con ella alcanzando lo más profundo de su cuerpo.

Sofía respiraba con dificultad ante la presión que sentía dentro de si. No quería que se separase, la intensidad del placer que la recorría era tal que la asfixiaba por momentos. Quería más y aún con el peso de Ricardo intentaba elevar las caderas apretándose más contra él.

Se mantuvieron varios segundos en esa posición, disfrutando de cada una de las sensaciones, de los esfuerzos que ambos hacían por incrementar la profundidad de la penetración. Fue él quien disminuyó la presión y comenzó a bailar de nuevo. Lo hizo lentamente, con poco recorrido. De nuevo su glande hacía contacto con el cérvix de Sofía y cada vez que lo alcanzaba los dos se estremecían ante el contacto.


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Retirando los pies de su pecho y colocándolos a cada lado le cedió más espacio a Sofía. Esto le permitió aumentar la amplitud de su movimiento, recorriendo casi toda la vagina en cada embestida. Sofía comenzó a contraer los músculos del suelo pélvico cada vez que él la completaba. El placer que sentía Ricardo aumentaba y lo recorría por entero. Esa presión extra que estaba proporcionando Sofía lo hacía gemir cada vez que la llenaba.

Todo esto acercaba a Ricardo al clímax pero no quería terminar todavía. Intentó abandonar la vagina de Sofía pero al extraer su miembro notó como ella arqueaba su espalda. Su glande había alcanzado el punto G produciéndole un intenso pulso de placer. Ricardo se mantuvo en ese punto, sus cuerpos quedaron a unos centímetros permaneciendo unidos solo por sus sexos.

Sofía apoyó los pies sobre el sofá. Quería elevar su cuerpo, repetir ese contacto así como el placer que le había producido. Él la dejó hacer, observándola, disfrutando de como luchaba buscando su placer.

Ricardo comenzó a moverse de nuevo pero ahora no lo hacía con la misma profundidad. Se centraba en ese punto de placer donde apoyaba su glande, recorriéndolo con movimientos rápidos e intensos. Ella volvío a doblarse, el placer fue tan intenso que le hizo flaquear las piernas. Volvió a devolverle el control del movimiento a Ricardo incapaz de sostenerse.

Por sorpresa se vio envuelta en oleadas de placer que la recorrían de pies a cabeza, que disparaban por completo su excitación se disparó. De nuevo perdía el control de su cuerpo que se arqueaba arriba y abajo ante la riada de placer.

El orgasmo fue intenso, clitoriano sin que lo estuviese estimulando directamente. Las contracciones presionaban el pene de Ricardo que no se detenía, continuaba incidiendo sobre ese punto. El placer no dejaba de aumentar, llegaba a quemar y la hacía gemir ruidosamente, estaba a punto de gritar de placer. Se movía involuntariamente, este orgasmo se prolongaba más que los anteriores. Cada uno de sus músculos se tensaba y comenzaba a faltarle el aire.

Fue Ricardo quien comenzó a disminuir el ritmo llevándola poco a poco a la calma, permitiéndole respirar de nuevo y retomar el control de su cuerpo. Sofía se veía liberada de la tensión que la había atenazado hacía unos segundos, su cuerpo volvía a caer sobre el sofá completamente relajado.

En ese momento Ricardo separó sus cuerpos y la volvió a sostener por los gemelos. Elevando sus piernas se las apoyo en los hombros, dejando los pies a ambos lados de su cabeza. No quería contenerse más y sin miramientos la volvió a penetrar.

Sofía, sin fuerzas para proponer alternativas, lo dejó hacer. Sabía que él ya estaba dedicado a si mismo y le ofreció su cuerpo sin resistencia. Logrando que ambos cuerpos vibraran Ricardo volvía a penetrarla profundamente. Al mismo tiempo, mirándola fijamente, besaba sus pies.

Buscaba culminar, lograr su éxtasis. Cada movimiento estaba destinado a su propio estímulo, satisfaciendo cada uno de sus deseos y llenándolo de intensas sensaciones. Incrementó el ritmo y la fuerza de su movimiento. Próximo al orgasmo abandonó el control sobre su cuerpo proporcionándole la libertad que le pedía.

Hasta ese momento había mantenido las manos apoyadas en el sofá. Elevando el cuerpo las separó, sujetando a Sofía por la parte trasera de las rodillas le contrajo las piernas sobre si misma. Ahora tenía control absoluto del movimiento y de la propia Sofía. Comenzó a moverse con mayor amplitud incrementando aún más la intensidad.

Sofía contraía de nuevo los músculos pélvicos abrazando su pene, apretando en cada embestida. Él soltó sus corvas y pasó a sujetarla de los pies. Volvió a elevar su cuerpo, apoyado en sus rodillas y arqueando la espalda comenzó a resoplar con cada movimiento.

Ahora era ella la que se sujetaba las piernas en esa postura brindando todo su cuerpo. Dándole absoluta libertad para que se moviese como quisiera. Lo miraba deleitándose con la cara de tensión que comenzaba a poner y conocía previa a su orgasmo.

Ricardo se movió erráticamente al sentir el latido de placer que nacía de su glande y se expandía hacia el resto de su cuerpo. La penetró y al moverse atrás extrajo su pene. Lo sujetó con la mano y comenzó a eyacular sobre Sofía entre gemidos. Ella sintió como el cálido semen le alcanzaba el pecho y la parte baja del cuello. Le encantaba sentirlo. Saber que él había alcanzado el clímax la extasiaba.

Ricardo dejó caer su cuerpo sobre Sofía, le costaba sostenerse. Descansó sobre sus piernas aún contraídas. Sonreía con los ojos cerrados mientras su respiración volvía a la calma. Permanecieron así durante un minuto aproximadamente, sin decirse nada. Se incorporó un poco para que Sofía pudiese extender sus piernas y apoyó la cabeza sobre su abdomen. La besó cerca del ombligo mientras ella acariciaba su cabeza.

El baile había deparado mucho más de lo que ninguno esperaba y sabían que solo era el inicio de un futuro trepidante para ambos.