Solo bastaba reposar la cabeza en la almohada
y el dulce sueño llegaba al encuentro.
Viajes, ríos, juegos, trenes y algarabía.
Un mundo paralelo donde las muñecas sí eran hermosas,
donde a las pelotas también las podían patear las niñas,
y los pies se mantenían firmes en los patines.
Era fácil volver al mismo rincón de los juguetes olvidados,
a los juegos de muñecas con niñas amables,
a los parques interminables con carruseles eternos.
El vaivén dormía al sueño,
lo volvía mío.
era la dueña de mis ojos y mi mente.
Un día los trenes se descarrilaron,
la algarabía se disfrazó de angustia,
las muñecas perdieron los ojos,
se multiplicaron las pelotas,
ahora se esquivan en saltos de apnea.
Ya el sueño se ha mudado y ha socavado mis cuencas.
Dormir es un lujo para el que no existen tarjetas de crédito.
Un privilegio perdido en los confines de la niñez.
Voces y rumores aturden,
amenazan la desvelada paz,
viajes a cavernas vacías
vaticinan un posible descanso,
ululares extraños estremecen la aurora
es la alarma que sorprende y anuncia que se ha dormido ya.
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