La tumba al borde de la galaxia (relato corto) (II)

Lamento la tardanza, ando sin power
Aquí la primera parte:
La tumba al borde de la galaxia (relato corto) (I)

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A la sombra de la edificación, que era corta, uno de los androides surgió de un salto por la ventana donde se había visto el destello poco antes y, después de caer de pie, se tambaleó y se dio de bruces contra la arena; su arma se le escapó de entre los dedos.

⸺Cuidado, no lo ayudes todavía ⸺dijo Naramsin, echando a andar adelante.

Antes de que siquiera se asomara por la abertura de la ventana, otro androide emergió de entre la penumbra, con más calma, contrastando con su aspecto, pues estaba magullado, sucio y con una cortada en la cara plateada que iba en diagonal desde la sien izquierda, pasando por en medio de los ojos, hacia la mejilla derecha. Sostenía el arma con firmeza.

⸺Fuimos atacados por un ente mecánico ⸺dijo el androide⸺. Un robot de extrañas características. Bloqueó nuestra señal, no pudimos comunicarnos.

⸺¿Lo han vencido? ⸺dijo Isobel, quien por fin se acercó al androide caído para atenderlo.

⸺Sí. Está adentro.

⸺¿Y los demás? ⸺preguntó Naramsin.

⸺Dos de ellos abatidos: Sippar y Larak. Ibissin y Nippur están vigilando a la máquina.

Los nombres de los androides del planeta TOI 700 d eran de lo más pintorescos. La gente prefería bautizarlos así que llamarlos por números de serie, porque resultaba demasiado confuso, al menos más que llamarlos como reyes y ciudades de la antigua Mesopotamia. Pero no eran los únicos nombres que usaban; a veces se hacían mezclas entre nombres ingleses y árabes, pero eso ya era otra historia. Sippar era el que acababa de caer, fulminado por un ataque certero a su centro de energía, como pudo verificar Isobel cuando logró quitarle la mochila y ponerlo bocarriba. Quien hablaba era Isin, diseñado para comandar a las pequeñas escuadrillas, y equipado con mejor tecnología de inteligencia artificial, lo que le permitía coordinar estrategias de ataque certeras. El hecho de que hubieran tenido dos bajas ya era preocupante.

⸺Llévame hasta él ⸺dijo Naramsin.

⸺Cuidado ⸺dijo Isobel⸺. Tal vez los haya infectado con un virus.

⸺Imposible; mucha diferencia tecnológica. Vamos, Isin.

A Isobel no le hacía ninguna gracia que Naramsin tuviera tanta confianza con estos nuevos modelos de androides. Sospechaba que no había una base racional en ello, sino que se debía a los nombres que tenían, de orígenes culturales cercanos al de él. Desde luego, aquel argumento esgrimido por el hombre era consistente; había una gran diferencia, por simple separación temporal y científica, entre el modo de funcionamiento de estas mentes artificiales y las de la Tierra, por mucho que las segundas estuvieran también avanzadas. No obstante, no estaba de más mantener la alerta permanente hasta que fuera seguro.

Naramsin no habló durante casi un minuto mientras trataba de asimilar lo que veía. Aquello parecía una araña mutante, con demasiadas patas extras, las cuales tenían finales afilados, como cuchillos salidos de la imaginación de alguna versión siniestra de Eduardo Chillida. El cuerpo de donde nacían estas extremidades era deforme, plagado de ojos cibernéticos bastante similares al ojo humano. Las balas habían acabado con algunos de ellos, haciéndolos explotar, y lo único que quedaba eran agujeros de donde brotaba un líquido azafrán. Ibissin y Nippur le relataron los hechos, cómo el robot había puesto en jaque demasiado rápido al equipo, con su extrema velocidad, su capacidad para trepar por las paredes, alargar sus brazos como tentáculos y disparar golpes de aire comprimido. No había seguido un patrón claro de ataque, cosa que le dio ventaja pero que también determinó su final. Todo lo caótico siempre tendía a acumular más fallos que aciertos; era la entropía haciendo de las suyas. Había bloqueado todo tipo de señal, por lo que no pudieron hacer un primer examen de reconocimiento con los drones que traían en sus equipajes.

⸺Debe haber más ⸺dijo el hombre al fin.

⸺Si los hay, no han querido hacerse presentes ⸺dijo Nippur, quien se distinguía por su tono de voz suave y las franjas granate que adornaban sus hombros.

⸺Bueno, es hora de una actividad más científica ⸺dijo Naramsin⸺. Tomen muestras, analicen la composición de ese líquido, escaneen el robot y luego subiremos a la nave principal. Hay que enviar toda la información recolectada a Alfa Centauri; no hace falta esperar más.

Dentro el ambiente era muy opresivo. No se podía determinar si estaban en una oficina o un apartamento; las paredes estaban cubiertas por el polvo, no había puertas ni goznes, y lo único que daba señales de que algo se hubiera movido allí eran las huellas de la batalla recién librada. Mientras los androides se encargaban de la recolección de información, él decidió poner en funcionamiento su dron, para que examinara los pisos superiores del edificio, a riesgo de que se perdiera si aparecía otro robot asesino, pero por lo menos sería una alarma clara. Ibissin le explicó que, si el dron encendía y le podía dar órdenes, era suficiente para saber que no había ninguna amenaza, o por lo menos no una igual a la que examinaban. Sin necesidad de quitarse la mochila, usando la Tablet, ordenó al dron encenderse, liberarse por sí mismo de su prisión, en un bolsillo exterior de la mochila, y hacer el recorrido; era del tamaño de una pelota de tenis, incluyendo su forma, y podía recolectar todo tipo de información de casi la totalidad del espectro electromagnético. Para estos hombres, y todas las generaciones que vivieron la expansión de la raza humana por el espacio interestelar, la ciencia era algo tan emocionante como lo fue, en su tiempo, la cultura pop, pues todo lo que se hacía evolucionaba a una velocidad impresionante y, casi siempre, se estaban haciendo nuevos descubrimientos y explorando algún nuevo planeta. Esta situación no era más que un caso aparte, algo poco común, pues desde hacía siglos que la prosperidad se había convertido en un elemento omnipresente. Ver a la Tierra en ese estado se convertiría, más temprano que tarde, en una calamidad de proporciones incuantificables, algo que no debió ocurrir.

No había nada en todo el edificio. Los datos recolectados por el dron no revelaban nada inusual, nada diferenciado de lo inerte. La información que los androides lograron extraer tampoco decía mucho, aparte del hecho de que el robot parecía haber sido ensamblado en por lo menos cien fábricas diferentes, como si alguien hubiera construido una enorme cinta transportadora a través de todo un continente y cada país hubiera puesto su toque en el aparato. De camino a la nave, llevando en camillas flotantes a los androides abatidos, junto con sus mochilas, que colgaban a los lados, los compañeros no pudieron evitar especular sobre posibles explicaciones; era una costumbre, ahora que las capacidades mentales humanas se habían elevado, crear marcos e hipótesis de trabajo cada dos por tres, y hasta resultaba divertido, por lo menos en las ocasiones normales; ahora se trataba de algo más bien desesperante, un claro llamado racional al universo, para pedirle explicaciones.

⸺Las sondas de Venus y Marte traen las mismas noticias ⸺decía Naramsin⸺. No hay rastros de humanos. Desde luego, era obvio. La civilización desapareció al mismo tiempo o probablemente en tiempos cercanos, en los tres planetas. No hay de otra, la guerra lo debe haber hecho.

⸺¿La guerra? ¿Contra qué? ⸺dijo Isobel, escéptica⸺. ¿La inteligencia artificial? Sería muy poco probable, a menos que haya vuelto la irracionalidad tribal.

⸺Claramente hubo un caos aquí. Si no encontramos nada, tendremos que ir a visitar esos dos planetas. Mira. ⸺le mostró una foto del principal asentamiento humano en Marte, tomada por un dron de reconocimiento desde una altura de unos doscientos metros. Estaba desertizado, igual, lo que no sería de extrañar de no ser porque se suponía que Marte había sido terraformado. Había más fotos, de calles vacías, cubiertas por arena, invernaderos semienterrados, entre muchas otras cosas. Todo igual de desolado.

⸺¿Qué puede significar? ¿Enloquecieron todos de repente?

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Continuará...