Lo malo debe ser por ahí que empieza...
Era grande, muy grande. Tanto que me atrapó bajo su masa terriblemente suave y babosa, un manto de terror. Podía escuchar un susurro que venía de todo su cuerpo: "soy la enorme babosa africana, soy la enorme babosa africana", una y otra vez con risita disminuida de gracia entre cada repetición. Un sueño feo. De esos que empujan a la gente a meterse a una secta con urgencia apocalíptica y andar convencido de vainas extrañas. Quise averiguar dónde se reúnen los que piden al presidente declarar en Estado de Emergencia el país y mandar un correo masivo de renuncia a todo, mientras buscaba el celular para ver qué había dicho mi mamá en el grupo de whatsapp. Creo que por primera vez me tocó el espíritu de la patria con su gracia redentora. Pero, ¡qué va!, esas sugestiones demoníacas le duran sólo unos minutos a la gente incrédula; hasta que logra despertarse bien, trás mucho bostezo, una ducha fría y un café negro con poco azúcar.
Lo malo debe ser por ahí que empieza, en la cabeza de quién sucumbe ante cualquier impulso que le produzca un sueño raro.
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