Generoso había nacido y crecido más bruto que una mula. Las letras y los números resbalaban por sus entendederas, jamás entraban. Lo que lo salvaba es que era muy simpático y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. Así que sus compañeros se alternaban para explicarle las clases porque ningún ser humano podría realizar esa tarea por si solo. A pesar de la dedicación de sus compañeros y la suya propia, siempre aprobaba por los pelos.
Un día a su escuela llegaron unos músicos buscando niños con talento musical. Toda la clase se alborotó. Cuando iban a participar en la prueba, la maestra no dejó que Generoso fuera con la excusa de que era muy bruto. Por suerte para Generoso todos los niños podían participar y para sorpresa de todos, el fue el único que aprobó el examen. A partir de ese semestre Generoso comenzó a recibir clases de música y era excepcional. Su cerebro antes negado para el aprendizaje, absorbía la música como una esponja.
Sus maestros estaban muy contentos con él y fue así que se convirtió en un jazzista de talla mundial. Tocando la trompeta cómo los dioses. A pesar de su fama, nunca olvidó a sus compañeros. Tan es así que cada una de sus trompetas llevaba el nombre de un amigo de la infancia. En cada entrevista siempre contaba su historia, recordando que cada persona florece a su tiempo y todos tenemos un talento con el cual brillar.
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