UNA FIESTA

in #firstpost7 years ago (edited)

Rebecca llevaba días esperando; al fin llegaba el momento. Infinitos vestidos, exóticos maquillajes y lujosos zapatos de taco alto revolotearon como ingratas y fecundas mariposas en su habitación. La fiesta tan esperada ya llegaba.
En la limosina- con todos sus amigos- fueron riendo y tomando champaña. De los chicos- graciosamente borrachos- se oían optimistas y vociferantes pronósticos de conquistas. Las mujeres- como siempre más cautas, pero no menos temerarias- reían, tomaban espumante y observaban; tenían clarísimo qué debían hacer, donde hacerlo y como obtenerlo.
Finalizado el trayecto el limosina, entraron como un desordenado ejército al edificio que albergaría tan magnífica jornada. Subieron al ascensor: "Último piso por favor"- dijo Rebecca, mirando de soslayo al encargado de teclear los pisos. La felicidad, excitación y prolongada espera, sumado a una pequeña dosis de alcohol, la hacían sentirse increíblemente liviana y risueña. Se abrieron las puertas y ya estaban allí; la tan esperada fiesta.
LA FIESTA de París, en la azotea del 665 de la Avenida Víctor Hugo. Solo quienes provinieren de familias bien conectadas y conocidas de la sociedad parisina- incluso por motivos a veces infames- estaban invitados. El alcohol, cigarrillos y absolutamente todo lo que se pudiera imaginar estaba a la orden de una mirada o gesto. Una gigantesca pista de baile transportaba a quien subiera en ella a un viaje de placer y sensaciones impensadas. La música era una mezcla de sensualidad y psicodelia que ponía los pelos de punta y provocaba que los cuerpos de los asistentes se acercaran más y más cada minuto que pasaba. Unas deslumbrantes luces, sumado a todo lo anterior, creaban una atmósfera perfecta para dar rienda suelta a la conversación, risa, baile y - por supuesto- lujuria ¡Qué sería de toda fiesta sin esta última invitada!
Avanzada ya la noche, Rebecca no se sentía bien. Un sentimiento o una idea sin nombre, que despertaba en ella cada gran ocasión nocturna le estaba perforando poco a poco esa linda cabeza de salvaje pelo negro. El aire que la rodeaba se tornaba lentamente en lodo, cada risa que escuchaba era para ella un grito desesperado. Los guapos e intrépidos galanes que se le acercaban se convertían paulatinamente en cadáveres corruptos. Pero lo peor era aquel pensamiento en forma de certeza que la asaltaba implacablemente: estaba sola, pero rodeada de gente.
Hizo lo que acostumbraba: Una ronda de tequila para todos, un gin-tonic doble, y un poco de polvo en la nariz. Después de este pequeño ajuste todo lo malo se esfumó y volvió a ser ella misma. Se rio hasta dañarse la garganta, bailó tanto que sus pies terminaron sangrando y se fue a casa con el chico que todas querían. El corolario de sus noches. Siempre lo lograba.
A la mañana siguiente siempre vuelven los pensamientos malditos; ¿de dónde vendrán?- se pregunta.- Grandísimas estupideces se me ocurren en medio de las fiestas- comenta frecuentemente al amigo de turno, tomando un cappuccino en un lujoso café con vista a la torre Eiffel.
-La vida es una y hay que vivirla con todo. Mientras lo pases bien y todos te quieran no tienes de qué preocuparte- le dicen sus amigos. Todo bien.

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