Una hora luego de la pactada, de lo que menos se había hablado en aquel lugar era de Jazz. El musicalizador estaba haciendo sus mayores esfuerzos por contagiar a los presentes de la paz que acompaña a la música que amaba (o la que le pagaban por poner) pero esa calma era imposible, la prensa no llegaba. Los estudiantes hacían campamento hacía ya largos ratos intentando parecer lo más profesionales que se podía, la televisión, al parecer el único medio qué se tomaba con seriedad a sí mismo en esta ciudad (Santiago de Cuba) hacia los preparativos para filmar en aquel lugar donde la luz era escasa tal vez para dar esa ambientación que los ritmos nacidos en New Orleans exigían o tal vez debido a las tantas lámparas que como los músicos que crearon las piensas que allí se tocaba, ya habían perdido la vida.
Colgando, de los ladrillos de una pared casi virgen, los rostros de los grandes jazzistas escudriñaban los rostros de los presentes que entre la ansiedad y el desasosiego se devolvían las miradas unos a otros. Un pequeño grupúsculo compuesto casi en su totalidad por los causantes de aquella agonía desvariaba a medio pulmón, sobre los preparativos, qué tenían a medio hacer, en medio de la conferencia de prensa qué tenían a medio iniciar, sobre un evento que parecía medio ilusorio aún. Cuando la cámara estuvo lista los estudiantes de periodismo hicieron su mejor esfuerzo por llevar alguna entrevista adelante con la poca gente consciente del festival que estaba por desarrollarse y qué afín de cuenta fue lo que los trajo a este lugar, palpando en el proceso lo inhóspito de la profesión a la que aspiraban y de la que muchos con seguridad terminarían renegando. Todavía lo más jazzasero del lugar era la batería de fondo que vista en ese momento parecía más un adorno desproporcionado que una bestia que llevaba el ritmo en medio de las Jam session.
Una hora y media más tarde tras, el pequeño alumbró que daba la puerta al abrirse entro el hombre que daría orden a aquello. No era el jefe de la comisión de presa, el cual según el comentario que rondaba entre los presentes, se encontraba en una reunión gubernamental y claro “prioridades". El hombre que llego una hora y media tarde era el presidente de la asociación qué convocaba el evento. Tras bromear un poco con los ya irritados asistentes, hizo gala de su profesión de dramaturgo. Puso a cada quien en el lugar que le correspondía y como si fuera una presentación qué todos hubieran ensayado durante meses, aquel hombre monto la escena. Una conferencia de prensa sin prensa. En tan solo unos catorce minutos dio todas las precisiones del evento, incluso le dio tiempo para responder las preguntas de algún estudiante con curiosidad de más. Aquello sin dudas era el mejor solo improvisado que se había escuchado en el Iris Jazz Club desee hace mucho tiempo.
Lo más terrible es que uno de los más veteranos afirmaba qué el año anterior había sido igual, ojalá y el próximo no se perpetúe como parte del patrimonio inmaterial de esta ciudad.
Jazz Conference (without) Press
An hour after the scheduled time, one of the least discussed topics at that place was Jazz. The music player was making his best efforts to infect those present with the peace that accompanies the music he loved (or that he was paid to play), but that calm was impossible, the press was not arriving. The students had been camping there for a long time trying to look as professional as possible for television, apparently the only media outlet that took itself seriously in this city (Santiago de Cuba) was making preparations to film in that place where the light was scarce, perhaps to give the ambiance that the rhythms born in New Orleans demanded, or perhaps due to the many lamps that, like the musicians who created them, had already lost their lives.
Hanging from the bricks of an almost virgin wall, the faces of the great jazz musicians scrutinized the faces of those present who, between anxiety and unease, returned each other's gazes. A small group composed almost entirely of the causes of that agony rambled halfheartedly about the preparations that were halfway done in the middle of the press conference that was about to begin, about an event that still seemed half illusory. When the camera was ready, the journalism students did their best to carry out some interviews with the few people aware of the upcoming festival, touching upon the inhospitable nature of the profession they aspired to, and which many would surely end up renouncing. Still, the most jazzy thing about the place was the background drum set that at that moment seemed more like an oversized decoration than a beast carrying the rhythm amidst the jam sessions.
An hour and a half later, after the dim light coming through the door signaled the entrance of the man who would give orders to everything. It was not the head of the press committee, who, according to the comments circulating among those present, was in a government meeting and, of course, "priorities." The man who arrived an hour and a half late was the president of the association that called the event. After joking a bit with the already irritated attendees, he showed off his profession as a playwright. He put each person in their rightful place, and as if it were a presentation that everyone had been rehearsing for months, that man set the scene. A press conference without the press. In just about fourteen minutes, he gave all the event precautions, even leaving time to answer some overly curious student's questions. Without a doubt, that was the best improvised solo heard at the Iris Jazz Club in a long time.
The most terrible thing is that one of the most senior members claimed that the previous year had been the same, hopefully it will not become part of the intangible heritage of this city in the future.
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