"¿Buscarías en algún momento la reconciliación con tu familia?", preguntó de pronto el sargento Henry Davis mientras que él y el inspector George Raleigh se encontraban sentados bebiendo una pinta de cerveza.
El inspector miró a su mejor amigo de soslayo y, con un fuerte suspiro, respondió: "No. No lo haría ni por todo el dinero del mundo".
Era una tarde fría de 1882 en el East End de Londres. Ambos policías se encontraban en el pub Wild Boar celebrando una nueva victoria contra el crimen, aunque para Raleigh aquella victoria era más un amargo recordatorio de un pasado incómodo del cual prefería olvidar, y del que Davis estaba más que enterado.
Si bien muchos podrían considerar una auténtica estupidez tirar por la borda un brillante porvenir dentro de la aristocracia, Davis no podía culpar a George de haberlo hecho.
El inspector había crecido en un ambiente frío y represivo, siendo el menor de ocho hermanos. Sus padres nunca le prestaban la debida atención, ni siquiera estuvieron presentes en su vida; siempre estaban en alguna fiesta o con sus amantes. Sus hermanos solían pasar largas temporadas en los colegios internados más exclusivos. Y cuando estaban en casa, no lo miraban tan siquiera a menos que sea por convertirlo en el chivo expiatorio para sus problemas.
Sus abuelos de ambos lados de la familia no se acordaban de él excepto en las navidades o en los cumpleaños; rara vez los visitaba, y cuando lo hacía era para quedarse solo un día. Así, el pequeño George Bolton siempre interactuaba con la nana o con los sirvientes que le asignaba su padre; un trato frío y profesional era el que recibía al ser el hijo del amo, aún cuando George anhelaba el calor de un hogar.
Conforme crecía, George se hacía más rebelde; los conflictos con sus padres y sus hermanos se tornaban más frecuentes, hasta el punto en que el jefe de la familia decidiera enviarlo a un colegio internado para muchachos en el Canadá.
Fue en aquel lugar donde conoció a Mary Roxton, su actual esposa y quien estaba disfrazada de muchacho, dado que quería declararle su amor a un tal Percy Byron. La conexión entre ambos fue intensa y genuina, al punto de que ambos terminaron por huir del colegio luego de que George casi matara al esbirro de un estudiante abusivo.
El inspector ignoraba si su familia se preocupó por buscarlo luego de ese suceso, aunque siendo honesto consigo mismo era posible que lo dieran por desterrado. Ese último punto lo confirmó con su suegro, el arqueólogo y explorador lord Reginald Roxton, quien en una sola ocasión hizo referencia al tema y había interactuado con los Bolton, a quienes criticó duramente en ese momento.
A sus 32 años, George Raleigh ya tenía una vida hecha, con una familia a la que amaba con toda su alma, amigos que lo apoyaban en todo momento, así como una profesión que le permitía cambiar el mundo a su modo y ganarse el pan dignamente.
George era feliz, y estaba agradecido con el Creador por eso.
Fuente de la imagen: Pexels
Saludos @vickaboleyn
Interesante propuesta narrativa, buen ejercicio que lleva al lector al ambiente londinense victoriano pero además nos permite asomarnos en la interioridad del pasado del protagonista. La ausencia de un arco definido hace pensar es un adelanto narrativo de una obra aún en construcción.
¡Muchas gracias por tu comentario, @celf.magazine ! Efectivamente es una obra aún en construcción, cuyo protagonista es un inspector de la era victoriana. Espero empezar a trasladarlo pronto del papel a la computadora.
¡Saludos!
Esperamos leer más del inspector!!
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