Un papá de calendario

in Ecency3 years ago

Capítulo 1

Nick.
Acomodé el micrófono, inspiré con fuerzas, bajé la mirada hacia mi guitarra y dejé que mis dedos disfrutaran —una vez más— del lamento eterno de mi corazón.
¿Cuándo sería el día en que mi alma dejaría de llorar por ella? ¿Cuándo sería el momento exacto donde esa mierda quedara en el olvido y ya no doliera su ausencia?
¡Joder! Es que mi cama se sentía fría y solitaria desde que Ivonne nos dejó.
Imposté la voz y comencé con ese espectáculo que tanto me jodía hacer pero debía enfrentarlo si quería salvar la noche. Jamás imaginé que “Don´t speak” se volvería un himno personal en mi patética vida.
Las letras de No Doubt jamás me habían parecido tan reales como ahora mismo.
Tú y yo
solíamos estar juntos,
Cada día, juntos ...
siempre.
Realmente siento
que estoy perdiendo a mi mejor amiga.
No puedo creer que este sea el final.
Parece que no te importo
y si es real prefiero no saberlo.
La guitarra se lamentaba entre mis dedos dando lo mejor de sí mientras mi voz procuraba escapar entera, cuando en realidad, mi alma se arrastraba ante cada nota marcada.
Las luces que caían sobre la pequeña tarima, dejando expuesta mi figura solitaria. Sentado con la única compañía de aquel instrumento de curvas perfectas, seguía exponiendo mi alma herida en cada palabra interpretada.
No hables.
Sé lo qué estás diciendo
así que, por favor, deja de explicarlo;
no me digas porque duele.
No hables.
Sé lo que estás pensando,
no necesito saber tus razones;
no me lo digas porque duele.
El recuerdo de su adiós apretaba mi pecho, generando que el mundo fuera desapareciendo a mi alrededor. Imaginé a Ivonne parada, al final del pasillo, dejando caer sus maletas y regresando hasta mí; pidiendo disculpas por sus reacciones y jurándome que todo había sido una pesadilla, que jamás nos abandonaría.
Sentí las lágrimas picar en mis ojos pero me negué a dejarlas caer.
Nuestros recuerdos
pueden ser tentadores
pero algunos muy aterradores
mientras lo nuestro se va muriendo.
Me siento a llorar con las manos en la cabeza.
No hables.
Sé lo que estás pensando
así que, por favor, deja de estar explicando
no me digas porque duele.
No hables.
Sé lo que estás pensando
no necesito saber tus razones,
no me lo digas porque duele.
Todo termina,
tengo que dejar de fingir quienes somos
tú y yo.
Puedo ver como va muriendo
¿Es así?
Sin poder evitarlo, volvía a experimentar la mierda dolorosa que me vi obligado a transitar cuando llegué a casa.
Tres años y aún la extrañaba.
Tres años donde sólo la sonrisa de mis hijas era la razón para que me levantaba cada mañana.
Tres años diciéndoles que su madre ya regresaría, cuando en realidad, sabía que no sería así.
Sé que estás bien
Sé que estás muy bien
calla, calla querida
calla, calla querida
calla, calla, no me lo digas…
porque duele.
Un suspiro, una lágrima que se aventuraba y los aplausos ―que no daban calor a mi alma― fue lo que selló el final de mi espectáculo. Dejé caer la guitarra, mientras bajaba del escenario y me dirigía hacia la barra, lugar desde el cual, jamás debí salir.
¿Por qué carajo tenía que hacerme cargo también de esto? ¿No tenía suficiente con el bar, las niñas y la estación de bomberos?
Mordí mi lengua, evitando putear a viva voz, pues nadie más era responsable de lo que sucedía esta noche. Siempre lo mismo, sin ayuda alguna, yo solo me complicaba la existencia.
¿Qué puedo decir para justificarme? Nada. Absolutamente nada.
Esta era mi vida: dos pequeñas princesas; un bar que no funcionaba si yo no estaba aquí ―o, al menos, eso quería creer― y el recuerdo de una ex esposa que me perseguía constantemente.
Y, como si eso no fuera suficiente, Kate estaba enferma. Su ausencia provocó mi lamentable actuación, pues estaba pactado que ella diera un pequeño espectáculo aquellos viernes en que no podíamos conseguir algún cantante novel o comediantes medianamente desconocidos pues eso era lo único que podíamos pagar ahora mismo.
Kate es mi amiga, mi socia, mi sostén absoluto ante cada crisis de mierda que enfrento. ¡Ah! también es la esposa de mi mejor amigo Theo. Ambos, a su manera, me dieron la fuerza que necesité para levantarme del fango continuar con todo. Sin ellos, mi vida sería un desastre absoluto.
Aún recuerdo cómo ellos vinieron y patearon mi culo, obligándome a salir de ese infierno depresivo en el cual me refugié luego de la partida de mi esposa, mostrándome que no podía darme «el lujo» de caer cuando tenía dos ángeles que dependían absolutamente de mí.
Una semana de lamentaciones fue toda la licencia que me autorizaron, después de ello, no me dieron tregua hasta que volví de entre los muertos; resurgiendo dolido pero aún con vida. ¡Dios santo! Mi estado era tan deplorable que ni siquiera me reconocí en el espejo. Jamás fui vanidoso pero, definitivamente, esa fue la peor versión de mí que he visto.
Los ojos de Ivonne aún me dolían; esa mirada que recriminaba la vida que soñó y yo no pude darle. La impotencia se apoderaba de mi alma cada vez que visualizaba sus gestos y nada podía hacer en contra de una consciencia que se culpaba por no ser lo suficiente para la mujer que amaba.
El desprecio que desprendían sus gestos cada vez que regresaba a visitar a nuestras hijas o las burlas por no haber sido lo que ella soñaba, era, es y será demasiado para mí. ¡Cuán lejos estaba de esa niña de 16 años de la cual me enamoré y que, durante 10 años, fue mi todo!
Sí, ella fue muchas primeras veces en mi vida, incluida la primera muerte de mi corazón enamorado, entonces, decidí no volver a amar pues no podría levantarme nuevamente, de eso, estaba seguro.
Contrariamente a lo que puedan pensar, no me presentaré como una pobre víctima porque sé que la culpa también fue mía: por dejarla sola; por pensar que mi trabajo era lo esencial para darle aquello que ella reclamaba; por creer que una casa bonita, dos hijas y un perro era su sueño cuando, a la vista estaba, aquel era mi sueño y no el suyo.
Ivonne solo quería «ser famosa», convertirse en modelo y actriz de Hollywood. anhelaba dinero, poder y exposición mediática. Un rostro que empapelara las ciudades más importantes del mundo, caminar por la alfombra roja y viajar llena de lujos. Yo, lamentablemente, solo pude darle mi amor pero no fue suficiente.
Y así, inmerso en mi mundo de ilusiones perfectas, no vi la realidad hasta que me explotó en la cara. Entonces, la vi partir con un viejo productor de cine que le regaló un par de tetas nuevas y varias liposucciones innecesarias, aunque ella ahora dijera que ¡al fin! había conseguido el cuerpo de Jessica Rabitt que siempre soñó.
Cada vez que regresaba, me hacía sentir su desprecio y el poco respeto que me tenía. Para ella, siempre sería un simple perdedor por seguir en el mismo lugar y con la misma gente de siempre. En cambio ella, según sus palabras, había encontrado la felicidad entre yates y mansiones en el viejo continente.
Cuando fue avanzando, poco a poco, me dí cuenta que lo importante era sanar mi corazón y, para ello, contaba con mis amigos y mis hijas pues la relación con mis padres se había lastimado hacía mucho mucho tiempo. Así fue como me aferré a lo que tenía y comencé a trazar el futuro de mis hijas para darle lo mejor: amor y herramientas para que lograran cumplir sus sueños.
Y esta es la historia de mi vida, un eterno lamento por los errores del pasado, con la firme convicción de que puedo salir adelante. Solo dos cosas me producen sentimientos intensos: el amor hacia mis hijas y el odio hacia las mujeres del espectáculo. Jamás jamás volveré a mirar a una arpía que provenga de ese mundo ¡lo juro por mi vida! como que me llamo Nicholas Masterson.

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