Vladimir Maiakovski fue, contradictoriamente, el poeta emblemático de la Revolución Rusa. Fue el poeta del futurismo ruso, que innovó el lenguaje poético, con la introducción de recursos diversos como el prosaísmo, lo cotidiano, la construcción libre, en líneas partidas y cortas, con un ritmo muy dinámico.

Contradictorio —digo— porque, siendo un militante entregado a su movimiento, incluso con poemas propagandísticos (diríamos “panfletarios”), elogiosos de figuras como Lenin, fue criticado por sus compañeros comunistas, e incluso por el régimen. Quizás, la torcedura que significó no ver concretado sus ideales de modernidad durante los 13 o 14 años que vivió “en revolución”, y además entrar en contacto con la vida de Europa y Estados Unidos, cuando pudo viajar debido a su fama, provocó su estado de depresión final. Se suicidó el 14 de abril de 1930, con un disparo al corazón.
Contradictorio que el poeta que cantara en “Marcha izquierda” (1919):
¿Quién marcha con la derecha?
¡Izquierda!
¡Izquierda!
¡Izquierda!
se suicidara dejando este texto, como una suerte de despedida y testamento, escrito dos días antes (12-4-1930):
De mi muerte, no se culpe a nadie, y por favor, sin comentarios.
Al difunto le molestaban enormemente.
Mamá, hermanas, camaradas, perdónenme, -no es un método-
(no se lo aconsejo a nadie), pero no tengo otra salida.
Lila, ámame.
Camarada Gobierno: mi familia se compone de Lila Brick, mamá,
mis hermanas y Verónica Vitóldovna Polónskaia.
Si les haces la vida soportable, gracias.
Envíen los versos sin terminar a los Brick. Ellos sabrán descifrarlos.
Como se dice,
el “incidente” ha terminado,
“la barca del amor,
se estrelló contra la vida cotidiana”:
Estoy a mano con la vida,
y es inútil recordar,
dolores,
desgracias,
y ofensas recíprocas.
Sigan felices.
Este conmovedor texto final de Maiakovski, que he leído varias veces desde hace años, reafirma mi pensamiento de cuán difícil es para un poeta verdadero, como lo fue el ruso-ucraniano, afrontar la realidad que le corresponde vivir con dignidad y firmeza. Queda mucho por saber de su vida, cierto, pero no hay duda de que asumió con humildad su final a contracorriente de su ideal y deseo.
Les dejo a continuación un poema que viene a ser una suerte de “ars poética”:
Yo conozco el poder de la palabra,
yo conozco su llamado poderoso.
Hay palabras,
que levantan a los seres de las tumbas,
y marchan solas,
sobre sus cuatro patas.
A menudo,
hay palabras que se pierden,
se tiran,
no se imprimen,
no se publican.
Pero la palabra corre,
ajustándose el cinto,
resonando en los siglos,
y se acercan los trenes arrastrándose
lamiendo,
las manos callosas de la poesía.
Yo conozco el poder de la palabra,
más que muchos,
más que un pétalo caído,
bajo el pie que danza
Pero el hombre,
entrega el alma,
los labios,
entrega todo su cuerpo…
Referencias:
https://es.wikipedia.org/wiki/Vlad%C3%ADmir_Mayakovski
https://materialdelectura.unam.mx/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/300-150-mayakovski?showall=1
https://ciudadseva.com/autor/vladimir-mayakovski/poemas/





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Gracias por esta publicación, maestro. La sinceridad es el único camino.
Agradecido, querida @nanixxx. Aunque Maiakovski no sea de mis poetas preferidos, es justo reconocer su aporte a la poesía, y, en especial, ese gesto sacrificial que marcará la historia de las revoluciones sociales, tanto como la muerte de Marat. Cariños.
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