Somos seres únicos. Soy moldeado por mis propias elecciones, no por las expectativas ajenas. Vivo en los márgenes de lo “normal”, donde la barba crece sin permiso y la ropa es un escudo contra lo efímero. No busco aprobación: mi felicidad nace de la libertad de ser, no de parecer. Soy mi propio jefe, jamás renuncio a mi esencia. Que otros murmuren, etiqueten, juzguen; quizá no se ven bien así mismos en un espejo… El ruido de los demás no opaca mi voz interior -jamás lo he permitido-. Soy un universo en miniatura, un revoltijo de contradicciones que no necesita explicarse. Respeto a los demás y les trato como deseo ser tratado. Que ¿somos raros, de marte o de otro planeta?, quizá. Pero nuestra rareza es un acto de resistencia. Vivo sin pedir permiso, amo, sin guiones; yo, soy yo, sin máscaras -no las necesito-. Al final, solo importa esto: ser fiel a lo que late bajo nuestra piel.
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¡Así es!
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