Hello, Friends!
There's a piece of advice I often ask my students and friends, in general, to repeat to themselves daily: This is my moment to shine.
I say this out loud, to myself, because it's a simple and straightforward truth. It's not a fantasy, it's a reality. I've worked for years, I've accumulated knowledge, I've made mistakes, and I've learned from them.
The result is that today I'm a professional in my field. I don't say this to brag, but as a fact. And as such, I have nothing to prove to anyone in terms of superiority. But I do have an obligation to myself not to waste the opportunity, when it presents itself, to show that I'm a star in my field.
Putting my talent in a drawer would be a form of disdain for my own efforts. Shining isn't arrogance, it's not self-sufficiency, it's not mere ego: it's the logical consequence of having put a lot of effort into my studies and work.
We live in a competitive world, that's undeniable. But the fiercest and most constant competition isn't outside, but within me, within each one of us. My greatest rival is the version of me that conforms, the one that doubts, the one that prefers the comfort of anonymity to the fear of standing out.
This moment, every opportunity, is for me to shine. It's, deep down, a way to prove to myself that I can. That I can face pressure, that I can deliver excellent work, that I can remain calm and clear-headed when everything is at stake.
It's not about defeating others, but about overcoming my own insecurities. It's a personal exam, the grade of which I will give myself.
When I choose to shine, when I show my work with pride and confidence, I'm sending a clear message to the world: they can trust me.
Trust isn't something you ask for; it's earned, and it's earned through action and consistency. By presenting my best self, I'm showing that I respect those who trust me and my work. That demonstration of self-confidence is the first step toward gaining others' trust as well.
People place their faith in those who demonstrate they know what they're doing and believe in the value of what they offer. Shining is visible proof of that belief.
Every time I take that step, put myself out there and give my best, something changes inside. My self-esteem receives a concrete boost. It's not an empty feeling I repeat to myself in the mirror; it's a tangible reward for an act of courage.
Seeing that I am capable, that I can handle the situation and achieve results, strengthens my confidence in a way that no external words of encouragement could. That confidence accumulates. It becomes an internal resource I can draw on the next time I face a challenge.
Shining isn't just for outward show; it's about building my inner strength.
Ultimately, this effort to show my work to the world is what forces me to grow. Complacency is the enemy of progress. If I hide, I stagnate. By striving to shine, I push myself to learn more, to refine my skills, to pay attention to the details that make the difference.
This process never ends. Every day I choose to be excellent, rather than just good enough, I become a stronger and more complete professional. I don't shine because I'm already perfect; I shine because the act of trying is what perfects me.
So always tell yourself: This is my moment. I won't waste it.
Versión en español
Hola, amigos!
Hay un consejo que les pido mucho a mis alumnos y amigos, en general, que se repitan a diario: Este es mi momento de brillar.
Yo me lo digo en voz alta, para mí misma, porque es una verdad simple y directa. No es una fantasía, es una realidad. He trabajado durante años, he acumulado conocimientos, he cometido errores y he aprendido de ellos.
El resultado es que hoy soy una profesional en lo mío. No digo esto para fanfarronear, sino como un hecho. Y como tal, no tengo nada que demostrarle a nadie en términos de superioridad. Pero sí tengo la obligación conmigo misma de no desaprovechar la oportunidad, cuando se presenta, de mostrar que soy una estrella en mi campo.
Guardar mi talento en un cajón sería una forma de desprecio hacia mi propio esfuerzo. Brillar no es arrogancia, no es autosuficiencia, no es mero ego: es la consecuencia lógica de haber puesto mucho empeño en mi estudio y trabajo.
Nosotros vivimos en un mundo competitivo, eso es innegable. Pero la competencia más feroz y constante no está fuera, sino dentro de mí, de cada uno de nosotros. Mi mayor rival es la versión de mí que se conforma, la que duda, la que prefiere la comodidad del anonimato al miedo de destacar.
Este momento, cada oportunidad es para brillar. Es, en el fondo, una forma de probarme a mí misma que puedo. Que puedo enfrentar la presión, que puedo entregar un trabajo excelente, que puedo mantener la calma y la claridad cuando todo está en juego.
No se trata de derrotar a otros, sino de vencer mis propias inseguridades. Es un examen personal cuya calificación me la daré yo.
Cuando elijo brillar, cuando muestro mi trabajo con orgullo y seguridad, le estoy enviando un mensaje claro al mundo: pueden confiar en mí.
La confianza no es algo que se pida; se gana, y se gana a través de la acción y la consistencia. Al presentar mi mejor versión, estoy demostrando que respeto a quienes confían en mí y en mi obra. Esa demostración de confianza en mí misma es el primer paso para que los demás también confíen.
Las personas depositan su fe en quienes muestran saber lo que hacen y creen en el valor de lo que ofrecen. Brillar es la prueba visible de esa creencia.
Cada vez que doy ese paso, que me expongo y entrego lo mejor de mí, algo cambia por dentro. Mi autoestima recibe un impulso concreto. No es un sentimiento vacío que me repito en el espejo; es una recompensa tangible por un acto de valentía.
Ver que soy capaz, que puedo manejar la situación y obtener resultados, fortalece mi confianza de una manera que ninguna palabra de aliento externa podría lograr. Esa confianza se acumula. Se convierte en un recurso interno al que puedo recurrir la próxima vez que me enfrente a un desafío.
Brillar no es solo para el espectáculo exterior; es para construir mi fortaleza interior.
Finalmente, este esfuerzo por mostrar mi obra al mundo es lo que me obliga a crecer. La complacencia es el enemigo del progreso. Si me escondo, me estanco. Al esforzarme por brillar, me empujo a aprender más, a refinar mis habilidades, a prestar atención a los detalles que marcan la diferencia.
Este proceso no termina nunca. Cada día que elijo ser excelente, en lugar de solo suficiente, me convierto en una profesional más sólida y completa. No brillo porque ya sea perfecta; brillo porque el acto de intentarlo es lo que me perfecciona.
Así que repítanse siempre: Este es mi momento. No lo voy a desperdiciar.
