Para nacer, dependemos de mamá, para que se conciba nuestra existencia, dependemos de papá, siendo un minúsculo ser vivo, dependemos de mamá, ya sea para que nos cambien el pañal, nos alimenten, nos aseen y nos lleven a dormir, para aprender a hablar, caminar y leer, dependemos de alguien más que nos ayude, en casi todo nuestro proceso de crecimiento necesitamos ayuda, y cuando llegamos a la adolescencia creemos que podemos con todo.
Que pasa con la etapa de punzada, con querernos ir y hacer la vida a nuestro antojo; creemos que los mayores son unos adultos aburridos que quieren arruinar nuestra vida y nuestra diversión, sin detenernos a pensar, que sin importar la edad que tengamos, la furia e incluso la adrenalina de ser independiente, siempre debemos reconocer que necesitamos de los demás, aunque no creemos o pensemos que lo necesitemos.
Partimos de la dependencia, es normal reconocer que la ayuda es una necesidad, ya sea, porque necesitemos atención, o pueda que sea por cuestiones de edad o enfermedad, depender de alguien más, no tiene nada de malo, debemos de sentirnos orgullosos, no por ser dependientes, sino porque existen unas personas las cuales no les molesta atenderte sin importar la hora, sin importar lo que requieras, por otro lado, la independencia es una capacidad, qué bonito se siente el poder valerse por uno mismo, tener la libertad de elegir, el simple hecho de tomar nuestras propias decisiones e inclusive perseguir nuestros propios objetivos puede hacer, que nos sintamos plenos o satisfecho de un pequeño gran paso.
Cuando yo era joven, el ser independiente era poder salir en la camioneta de papá así fuera a hacer las compras o llevar a mis hermanas al liceo, pero, podía hacer y deshacer a mi antojo, y cuando cumplí los dieciocho, tenía la libertad de salir, pero, si me metía en problemas dependía de mamá para solventar todo, y no voy a mentir, en la actualidad, a pesar de que estoy casado, tengo cuatro hijos, a mis cincuenta y tres años, aun dependo de mamá, para cosas que tal vez son insignificantes, pero, nunca voy a dejar de necesitar de mi mamá, ya sea para un buen consejo, para que me recuerde como se hace la pasta de papá, o para sentirme un niño una vez más.
Nuestro sueño de pequeños es ser grande e independientes, pero, nadie nos dijo, que ser adultos implicaba muchas responsabilidades, demasiadas obligaciones y para completar, nunca dejas de estar preocupado y de que se te caiga el cabello, me encantaría volver a ser pequeño, volver a depender de mamá, que mi única preocupación sea ir a la escuela.
Lo aprendí treinta y tres años después, a la edad de mi hijo mayor, no debo de sentirme avergonzado, ningún adulto debe sentirse avergonzado, necesitar ayuda es normal somos seres humanos, y no nos sabemos todo, no somos genios de la lámpara para solventar todo, ser independientes, no es salir y tomar al toro por las astas, requiere de tiempo, disciplina, esfuerzo y en muchas oportunidades sacrificios, nuestros padres sin importar la edad que tengamos, siempre van a hacer nuestro refugio, nuestro lugar seguro.
Sigamos siendo adultos, no dejemos morir nuestro niño interior, y aunque seamos independientes no tiene nada de malo depender de alguien más para realizar una actividad cualquiera, recordemos la sencillez de la infancia, los días lindos para poder sobrellevar la complejidad de la vida adulta.
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