Juan Carlos Onetti: el gran narrador existencialista de la literatura latinoamericana

in Writing Club2 years ago

No quiero dejar que se aleje mucho la fecha del nacimiento (1 de julio de 1909) de quien fuera y sigue siendo uno de los más grandes narradores latinoamericanos y de habla hispana, el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, reconocido así por escritores de la talla de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Cristina Peri Rossi, Antonio Muñoz Molina, por nombrar solo unos. Recibió el Premio Cervantes en 1980, entre otros reconocimientos.


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Caricatura de Onetti, hecha por Eric Zampieri - Fuente


Onetti fue, por encima de todo, un novelista, de suma significación para Hispanoamérica, al ser uno de los iniciadores de la “nueva novela” de esta región. Onetti no solo introduce temas que hasta ahora no habían sido tratados o, por lo menos no con esa intensidad, en nuestra narrativa, sino desde una óptica que sería poco bien recibida –por algunos lectores de mentalidad cerrada– y con un uso transgresor de las formas en tiempo y perspectivas narrativas.

Sin duda, es un profundo pesimista, aparte de las incidencias de su vida, seguramente influido por el espíritu de su tiempo (primera y segunda guerra mundial), como por la lectura e identificación con escritores como Jean-Paul Sartre y Albert Camus. Además, como ha reconocido la crítica, lector admirador y heredero de la tradición del novelista estadounidense William Faulkner, de quien quizás tomó esa línea de la saga de una ciudad (real o inventada), como en el autor norteamericano (ver Yoknapatawpha County), con su Santa María, como hiciera más tarde Juan Rulfo con Comala y García Márquez con Macondo.

Por qué su obra es existencialista, no tiene sentido explicarse, si no se lee, aunque sea algunos de sus libros.


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Fuente


Su obra novelística se concentra en trece libros (también publicó libros de cuentos y ensayos). Asumo aquí, de acuerdo a consideraciones de la crítica, centrarme en La vida breve, novela publicada en 1950 y que daría inicio a esa tetralogía compuesta de El astillero (1961), Juntacadáveres (1964) y Dejemos hablar al viento (1979).

La vida breve, aparte de ser quizás la novela más leída de Onetti, es una de las más destacadas de la novelística moderna escrita en lengua española. Tomo la síntesis elaborada por Gerardo Vizueta que antecede la edición digital de la novela (que indicaré al final del post), por ser muy completa.

Un hombre escucha, a través de una pared, una conversación entre un hombre y una mujer. Imagina sus gestos, sus cuerpos, sus sentimientos. Ese hombre, Brausen, que se propone escribir un guión de cine, vive con su esposa, Gertrudis, convaleciente de una operación que la ha dejado levemente mutilada. Para compensar ese vacío físico (…), Brausen imagina historias: la de Santa María, «una ciudad colocada entre un río y una colonia de labradores suizos», y la de un «borroso médico de cuarenta años», Díaz Grey. A partir de allí, ingresa en otras vidas y sale de ellas cuando quiere, porque es el creador. Pero Brausen no sólo desea imaginar que es otro: también quiere serlo.

Como se entenderá, es muy difícil hacer el extracto de una novela, y más de la complejidad de esta. Así que, dada la organización en apartados, escojo un fragmento de ella titulado «La vie est brève» (el XXII), que aprovecharé para formular lo que quiero.


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Foto de @cottonbro en Pexels


En el contexto imaginado por Brausen (para algunos críticos, alter ego del novelista), aparecen personajes interrelacionados; algunos de ellos como Elena, la Queca y la Mami, entre otras “muchachas”, pertenecen al mundo prostibulario, tan recreado por Onetti en su narrativa. El capítulo escogido ocurre en el prostíbulo regentado por Mami, quien ha pedido una chanson para cantarla:

Entonces Mami volvió a tener la sonrisa condescendiente, propia de la persona madura
y preocupada a la que la bondad lleva a jugar con un grupo de niños; hizo girar la sonrisa
y la detuvo por fin sobre el hombrecito que ejecutaba en silencio Une autre fois
golpeándose las rodillas con las yemas de los dedos. Y repentinamente, como si acabara
de escuchar los compases que le daban entrada, echó la cabeza hacia atrás sin violencia y
pareció sumergirla, mientras empezaba a cantar, en una reducida atmósfera nostálgica, en
un muerto mundo personal. Y allí, metida allí la fofa cara de bebé, tan solitaria y lejos de
todos y, sin embargo, para nosotros, para los seis representantes del presente, los tres
hombres y las tres mujeres que la escuchaban, para las empavesadas prostitutas que
torcían expresiones dramáticas y pensativas bajo las frases de la vieja chanson, Mami
revivió a la muchacha que había emigrado de un París victorioso, treinta años atrás, para
conocer la lengua y el alma de un pueblo nuevo a través de los clientes melancólicos de
Rosario, San Fernando, Mataderos y los cabarets; que había tropezado con su hombre,
Stein, y lo había llevado de regreso a Europa —en una corta, agridulce excursión al
pasado, tan parecida a esta que realizaba ahora de pie junto al piano, con su fija sonrisa,
triste, dichosa y desafiante—, alimentándolo y vistiéndolo mediante la repetición de
chansons y de posturas ancestrales.

Tal vez no lo supiéramos nosotros que escuchábamos, tal vez alguno lo intuyera con
un sentimiento de piedad y ridículo; durante los cinco largos minutos de la canción,
durante las pausas que concedía fielmente a la imaginaria orquesta, ella, despojada de
grasas, años y estragos, cantaba con la agresiva seguridad que presta la piel joven, con el
amor por la entrega y el riesgo que nace de un cuerpo que sólo ha sido gozado por quien él
eligió.

Yo la miraba, emocionado e incrédulo; un codo tocaba la tapa del piano, el brazo
izquierdo colgaba, arqueado, siguiendo la forma de la cadera; lánguida pero firme,
haciendo brotar la voz del hueco que la cabeza en desmayo socavaba en el pasado, dolida
y en gozo, cantaba:

Reviens, veux tu
Ton absence a brisé ma vie
Aucune femme vois tu
N’a jamais pris ta place dans mon coeur, Amie
Reviens, veux tu?
Car ma souffrance est infinie
Je veux retrouver tout mon bonheur perdu
Reviens, reviens, veux tu? (+)

(+) Ver al final las letras en español de las canciones que interpreta este personaje.


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Fuente


Sin regresar a nosotros empezó otra canción, y porque tenía las mejillas húmedas y rojas,
alguna de las mujeres murmuró: «¡Pero si se está matando!». (…)

—Si usted quisiera, señor…
Se acercó al piano y descubrió el teclado. Sentado en el taburete el hombrecito se
apretaba los dedos y los hacía sonar; hundió dos teclas con los anulares.
—Cuando usted guste, señora.
(…)
—Cualquier cosa —dijo Mami—. Espere. Vaya tocando, divague… Cuando yo sienta
que tengo la cosa justa que quiero cantar…
—Impromptu —me susurró Stein—. Y ayer estuvieron toda la noche ensayando. A eso
llamo una mujer. La última sobre la tierra.

El pequeño judío entreveraba compases con lentitud, movía desganado las manos
frente al pecho. Adivinó que allá arriba, entre su hombro y el jarrón con flores, la cabeza
de Mami acababa de caer hacia atrás; entonces empezó a tocar con notable claridad,
suavemente, casi en sordina.

La vie est brève
un peu d’amour
un peu de rêve
et puis bonjour.
La vie est brève
un peu d’espoir
un peu de rêve
et puis bonsoir (++)

cantó Mami.

***

Escogí estos fragmentos, en primer lugar, porque pertenecen a un capítulo central en el talante anímico de la novela (no por casualidad coincide con el título de esta), sino también por estar contenidos en ellos personajes y actitudes que reflejan esa compleja visión existencial y sentimental de Onetti, que, en este caso, se expresa en la pérdida y la nostalgia, en el sentido de la fugacidad de la vida y de la precariedad del tiempo vital, y en la sensual presencia de la Mami, desgarrada por la emoción.


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(+) “Vuelve, ¿quieres? / Tu ausencia ha destrozado mi vida / Ninguna mujer que veas / ha ocupado tu lugar en mi corazón, amiga / Vuelve, ¿quieres? / Porque mi sufrimiento es interminable / Quiero encontrar toda mi felicidad perdida / Vuelve, vuelve, ¿quieres?”. Esta canción, “Reviens”, fue interpretada por Tino Rossi (ver aquí).

(++) “La vida es corta / un poco de amor / un pequeño sueño / y luego buenos días. // La vida es corta / un poco de esperanza / un pequeño sueño / y luego buenas noches”. Sobre esta canción hay información contradictoria: en algunas bases se presenta como una canción compuesta por el poeta belga Léon Montenaeken hacia 1907, pero también aparece como si perteneciera a Fikret Kızılok (aquí su interpretación)

Referencias:

https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Carlos_Onetti#Novelas
https://es.wikipedia.org/wiki/La_vida_breve_(novela)

Si está interesado, puede leer La vida breve en este enlace.


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Gracias por su lectura.


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Aún no leo a Onetti, pero sin duda es una referencia en la literatura de habla hispana.
Gran homenaje @josemalavem, estimula el acercamiento hacia la obra del autor. Saludos.

Gracias por tu lectura y apreciación. En el post tienes un enlace para acceder a La vida breve. Saludos, @juniorgomez.