El hombre es el más feroz depredador sobre la tierra. Pareciera que Dios le dio poder para esto, en Génesis 1:25-26, podemos leer:
Dios hizo los animales domésticos, los animales salvajes, y todos los reptiles, según su especie. Y Dios consideró que esto era bueno, y dijo: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo».
En estos tiempos modernos, la conciencia de muchos ha hecho que se dicten leyes no solo para proteger a los elefantes, sino a tantas especies que están a punto de desaparecer de la faz del planeta. Y somos tan soberbios, que estamos a las puertas de una III Guerra, cuyas consecuencias son inimaginables.
Hace algunos años hicimos una dinámica a un grupo de estudiantes entusiastas de la conservación del medio ambiente, se les puso entre la espada y la pared: dejarías tu carro nuevo porque contamina el ambiente?, desinstalarías el aire acondicionado de tu vivienda?, dejarías de usar detergentes y otros químicos?, dejarías, ..., dejarías, ..., dejarías... Después de meditarlos unos segundos, la respuesta fue un rotundo NO.