AUTOCONTROL
Aquella mañana desperté y no te vi a mi lado,
supuse que habías escapado con tus docenas de razones,
al mirar mis ojos en el espejo roto, me preguntaba por qué,
perdí la calma y ante la desesperación rompí en llanto sin control.
Escuché unos pasos al otro lado de la habitación,
corrí con la esperanza de volver a verte otra vez,
era una psicofonía inconsciente que me traicionó,
me llevó ante una nota de despido que dejaste la noche anterior.
Al día siguiente te vi en el mercado comprando limón,
sentí las ganas de acercarme a reclamarte tu cobarde adiós,
pensé que era mejor dejarte ir sin decir ni hablar de lo que pasó,
me traicionaron los nervios y perdí la calma y mis tomates los tiré a tu camisón,
pensaba que las manchas rojas era sangre derramada,
pensé que mi venganza sería realizada, pero tu cachetada me impactaba,
sentándome al suelo cubierto todo de lagrimas.
Recobrando el juicio y apenado por el show que mis celos provocaron,
respirando profundo retomaba el control,
pero perdí lucidez y mis razones para odiarte se hicieron mayor,
comencé a gritarte y a reclamarte por qué te fuiste sin explicarme la razón,
comprendiste que estaba dolido y mi dolor no me permitía ser yo.
Me regalaste el último beso y dijiste, lo lamento, y escuché muy claro: ADIÓS
exploté en llanto, pero entendí que no quedaba nada entre los dos.
Pedí disculpas por mi desesperada actuación,
con toda calma le pregunte mirando a sus ojos: ¿por qué?
Desde entonces aprendí como querer sin absorber,
a ser yo mismo y dejar a los demás ser su mismo ser.
