La poesía de Rodolfo Moleiro: la mirada y la luz (Parte I)

in Cervantes4 years ago (edited)


Desde que leí por primera vez la poesía del venezolano Rodolfo Moleiro (1898-1970), su voz habitada por el silencio y el modo memorioso de ejercer la imaginación en la palabra, ha resonado en mí; en muchos momentos la he sentido muy próxima a la poesía de Enriqueta Arvelo Larriva, poeta excepcional que los estudiosos de la literatura venezolana ubican en la misma generación de Moleiro: Generación del 18.


El poeta Rodolfo Moleiro Fuente


Lamentablemente, la obra poética de Moleiro ha sido poco difundida y estudiada. No obstante su figura y producción literaria ha sido objeto de serios juicios críticos, como los del escritor Alejandro Oliveros que valora al autor como “uno de los poetas imprescindibles de la poesía venezolana”. O lo expresado por Juan Liscano:

No son hechos solamente del lenguaje, sus poemas breves cuya economía de palabras servía la vibración interior que procuraban, sino de una actitud interior que los preparaba y suscitaba, inconfundiblemente asentada en lo anímico y en lo espiritual, esto último tan ausente de nuestra literatura.

Como ocurre con toda obra literaria, existe en la poesía de Moleiro una diversidad de aspectos pertinentes para el tratamiento reflexivo. Me interesa intentar una aproximación a los rasgos impresionistas, y por tanto, modernos, presentes en su obra, a partir de la consideración de la influencia ejercida por la opción pictórica venezolana desarrollada durante las primeras décadas del siglo XX, encarnada en el Círculo de Bellas Artes, época en la cual se origina y fundamenta su producción poética.

La Generación del 18 y el Círculo de Bellas Artes


Algunos representantes de la Generación del 18. Izq. a der., arriba. Fernando Paz Castillo, Jacinto Fombona Pachano y Andrés Eloy Blanoc; abajo: Antonio Arráiz, Enriqueta Arvelo Larriva y José Antonio Ramos Sucre (montaje hecho por mí)


A Moleiro se le inscribe en la llamada Generación del 18, junto a los poetas Fernando Paz Castillo, Jacinto Fombona Pachano, Enrique Planchart, Luis Enrique Mármol, Andrés Eloy Blanco, Luis Barrios Cruz, José Antonio Ramos Sucre, Pedro Sotillo, entre otros.

A esta generación de la literatura venezolana se le considera como uno de los grupos de mayor resonancia en la historia poética del país (Medina), que reaccionó contra la retórica decadente e impulsó la renovación de la poesía venezolana (Liscano). Con ella entrarán definitivamente los aires de la modernidad y se iniciarán los senderos de lo que habrá de ser la lírica venezolana contemporánea. Estuvo animado este grupo de poetas por “un sentido de búsqueda y trascendencia temporal" (Medina) y un marcado afán hacia la creación estética, lo que no la muestra como un conjunto indiferente al drama político que vive Venezuela en esos años con la férrea dictadura gomecista. Ante el oprobio de la tiranía, estos jóvenes encontraron en el quehacer poético la forma más apropiada para expresar su inquietud frente al mundo que les tocaba vivir.

Así, en la mayoría de los poetas de esta generación, trabaja el interés por el mundo de la intimidad y la fundación de una mirada interior, aspecto de gran importancia para acercarse a la significación de la poesía de Moleiro.

La Generación del 18 coincide con el surgimiento y difusión de los movimientos artísticos de la vanguardia europea de la primera postguerra. Este hecho tendrá particular significado dadas las influencias artísticas modernas que serán incorporadas en la obra de varios de sus integrantes. Prosperan en el momento dos rasgos de gran relevancia: el acercamiento a otras artes y una poderosa motivación por el paisaje; esto último podría entenderse como una forma de expresarse el recobrado interés por la realidad nacional, de un lado, y el nuevo sentimiento por la Naturaleza, del otro, probablemente asociados con el distanciamiento de la concepción cosmopolita y formalista presente en ciertas expresiones del modernismo literario, así como con la reacción valorativa y espiritual frente a la crisis provocada por la Primera Guerra Mundial y el racionalismo positivista reinante.


Sesión de trabajo del Círculo de Bellas Artes. Fotografía de Adolfo Armitesarove. De izquierda a derecha: Leoncio Martínez (Leo), Antonio Edmundo Monsanto, Próspero Martínez, Rosa Amelia Montiel, Manuel Cabré y Federico García. Fuente


El acercamiento especialmente a la pintura, y la atracción renovada por el paisaje conduce a considerar la vinculación que existió entre los hombres de esta generación y el Círculo de Bellas Artes, pues la influencia ejercida por los artistas plásticos sobre los poetas es capital en tal momento, y se forma un ambiente intelectual compartido que dará gratificantes resultados tanto para la literatura como para el arte venezolano en general.

Es indudable la importancia del Círculo de Bellas Artes en la renovación del mundo artístico venezolano. Fundado en 1912, su proyección se extiende en el tiempo. Manuel Cabré, Rafael Monasterios, Edmundo Monsanto, Armando Reverón, Federico Brandt, Leoncio Martínez, Luis López Méndez son los nombres de los más relevantes miembros del Círculo.

El Círculo de Bellas Artes constituirá una experiencia pionera y fundacional, pues a través de los artistas que lo conforman, de sus prácticas e ideas, se catalizará ese espíritu rejuvenecedor y liberador de preceptos que irrumpe con la modernidad, aunque en Venezuela de tardíamente. A este núcleo de jóvenes pintores se unirán escritores y músicos, creando una atmósfera donde se comparte la búsqueda y el ímpetu; de allí el influjo sobre la literatura y su trascendencia en la cultura artística venezolana.


Manuel Cabré, El Ávila desde Blandín, 1937. Col. GAN. Fuente


Como advierte Miguel Otero Silva, la naturaleza venezolana había tenido hasta entonces una presencia marginal y ornamental en la pintura venezolana, arrinconada, por ejemplo, en los cuadros epopéyicos de Martín Tovar y Tovar. Y si bien el paisaje era parte importante del ejercicio y la enseñanza plástica académicos, aquel seguía siendo tratado desde una óptica muy convencional. Por ello, declara Otero Silva,

El cerro del Ávila, el valle de Caracas, el mar Caribe, los araguaneyes, los bucares, los cocoteros, la geografía venezolana y el hombre venezolano nacen entonces para nuestra pintura, como están naciendo paralelamente para nuestra novela (…)


Antonio Edmundo Monsanto, Calle de La Guaira, 1920 - Col. GAN Fuente


Es decir, la naturaleza del país cobra presencia protagónica en la pintura de la época, y partir de ella para la contemporaneidad. Pero no solo se tratará de la aparición privilegiada del paisaje, sino, sobre todo, de una manifestación e interpretación radicalmente diferente de éste. Así lo capta Paz Castillo al contraponer el estilo viejo y el que inauguran en nuestra pintura los jóvenes del Círculo de Bellas Artes:

El verde era verde y el rojo, rojo. Pero ni el verde ni el rojo tuvieron la calidad peculiar de nuestro campo, la que da el matiz; lo fugaz, el color del momento. El que sorprende el pintor en un instante feliz: y fija en su tela, pero que no se repite idénticamente en la misma Naturaleza.

Son Cabré y Monsanto los que abren la nueva actitud y asientan la diferencia. Yasminy Pérez (GAN) ofrece una interpretación, en mi opinión, muy sugerente y convincente:


Armando Reverón, Paisaje en azul, 1929. Col. GAN Fuente


(…) debió llamarles poderosamente la atención el hecho de que siendo tan explosivo el colorido de nuestros paisajes y tan enceguecedora su luz, estos elementos no fueran llevados de igual forma al lienzo.
(…) Posiblemente este hecho los llevó a comprender tempranamente que si sus búsquedas debían orientarse por el camino del paisaje, la vía más idónea para lograr el dominio conceptual y plástico de la luz y el color, tal y como estos elementos se hallan en la naturaleza, era a través del contacto directo con ella.

De allí la decisión de salir a pintar al aire libre. La percepción directa de la realidad, de su inmediatez y fugacidad, lo requerían. Y frente a ella el pintor con su subjetividad, su emoción, su interpretación intuitiva e individual. ¿No respondía esa opción al llamado de Cezanne?: “Salgamos para estudiar la bella naturaleza, tratemos de liberar su esencia, intentemos expresarnos según nuestro temperamento personal”.

Continúa…

Referencias bibliográficas

Galería de Arte Nacional -GAN- (1990). Cabré y Monsanto: hacia una reinvención del paisaje. Caracas.
Liscano, Juan (1973). Panorama de la literatura venezolana actual. Caracas: Publicaciones Españolas.
López Méndez, Luis A. (1969). El Círculo de Bellas Artes. Caracas: Inciba.
Medina, José Ramón (1993). Noventa años de literatura venezolana. Caracas: Monte Ávila Editores.

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