El dueño de la casa

in Cervantes4 years ago


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El dueño de la casa


Hola, amables lectores. Como en la mayoría de los países, en Venezuela existen casas que guardan historias extrañas, inexplicables, terribles. Casas en donde vivieron familias con pasados dolorosos, donde murieron personas en situaciones misteriosas, donde aún viven espíritus que piden clemencia y venganza o simplemente, casas que fueron construidas sobre tierras sagradas o malditas. ¿Qué tal si hoy entramos a una de esas casas?

A un pueblo llamado El Escondite, cerca de Maturín, llegó una familia en búsqueda de mejores oportunidades. Cuentan los ancianos de ese pueblo que la familia estaba constituida por 6 personas: papá, mamá y 4 hijos. Habían llegado buscando trabajo en los campos petroleros que por aquella época estaban reclutado personal obrero.


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Cuando llegaron, vivieron por unos meses alquilados, pero con el tiempo se enteraron que había una casa vacía en el pueblo y fueron a ver si podían vivir allí. Extrañamente, la casa estaba desocupada y nadie, a pesar de estar sola, la había invadido. Aunque muchas personas les advirtieron que alojarse en aquella casa podía ser un peligro, ellos hicieron caso omiso a las advertencias y se instalaron.

No había pasado un mes desde que habían llegado a la casa, cuando empezaron a ocurrir cosas extrañas. Los niños lloraban mucho y empezaron a enfermarse; también la mujer había percibido ciertos lamentos como en el techo de la casa y cuando había salido a averiguar, no había hallado nada. La pareja, aunque se daba cuenta de todo esto, no podía dejar la casa porque a pesar de que ya el hombre tenía trabajo, no había casa para alquilar en los alrededores. El hombre le había pedido tiempo a la esposa, y ella muy considerada, se lo había dado.


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Una noche, la mujer se había dirigido a la habitación de los niños y se sorprendió al ver que todos estaban debajo de la cama. Pensó que simplemente era un juego y les preguntó que si estaban jugando a las escondidas. El más pequeño le dijo que no, que solo se escondían de Orlando porque él quería llevárselos. Sabiendo del grado de imaginación que tenían sus hijos, la mujer les volvió a preguntar: ¿Y para dónde quiere llevárselos? Los niños se miraron entre sí y luego el más chico volvió a contestar: "para el cementerio. Orlando dice que no quiere estar donde está y quiere devolverse para esta casa". La mujer no supo qué responder y solo acertó a decir que salieran de debajo de la cama y que fueran a dormir. Aquella noche la mujer no pudo conciliar el sueño, especialmente porque volvió a escuchar los lamentos encima del techo de la casa.

A los dos meses, el hijo menor empezó a enfermarse cada noche. Misteriosamente la mañana la pasaba bien, pero al llegar la tarde comenzaba la angustia: fiebre, convulsión, desmayo. Los médicos le diagnosticaron paludismo. A la semana, el niño moría flaco, amarillo y como últimas palabras dijo: Orlando me quiere llevar, mamá. Los padres, atónitos y sin darle credibilidad a lo que habían escuchado, largaron el llanto. Se les había muerto su hijo más pequeño y ellos querían morirse con él. Los vecinos les hicieron ver que tenían tres hijos más que esperaban por ellos, que los necesitaban. Solo esto les dio fuerza para seguir viviendo.


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No había pasado un mes de la muerte del hijo menor cuando un hecho fortuito llamó la atención de la madre. El mayor de sus hijos empezó a caminar dormido, de espalda y con los ojos abiertos. Esta imagen macabra hizo que la madre enloqueciera y tuviera mucho miedo. Los vecinos la calmaron, diciéndole que era normal que las personas sufrieran de sonambulismo, pero le advirtieron que no podía llamarlo por su nombre, que le pusiera la pijama al revés y que no lo despertara; sin embargo, no le advirtieron que debía cerrar muy bien la puerta de la casa. Y fue así que una de esas noches, mientras todos dormían, el muchacho abrió la puerta y salió a la calle. Los padres, al darse cuenta de su ausencia, empezaron a buscarlo por todos lados. No lo encontraron. La madre lloraba desconsoladamente cuando un pensamiento le vino a la cabeza y le dijo a su esposo: vamos al cementerio. Corrieron al cementerio lo más rápido que pudieron, pero ya era muy tarde: el muchacho dormido había caído en una fosa abierta y se había roto la nuca. Estaba muerto.

Sin poderlo creer, los vecinos trataron de consolar a aquellos padres que en tan poco tiempo habían perdido a dos hijos. Lloraron arrodillados ante la tumba abierta donde había caído su hijo. De repente, la madre miró la lápida que estaba al lado y en letras doradas pudo distinguir el nombre de Orlando. Gritó y fue un grito desgarrador, pero también de mucho miedo lo que salió de su garganta. Una brisa fresca le recorrió la espalda y le heló los huesos. Recordó que en casa habían quedado los otros dos hijos, recordó lo que dijeron de Orlando, lo de la casa, lo de llevárselos.


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Como pudo se levantó y pidió que la llevaran a su casa. Cuando llegó, corrió a ver a los niños, quienes dormían plácidamente. Allí, sentada al borde de la cama, empezó a escuchar un lamento. Miró hacia el techo y decidió salir afuera en mitad de la noche. Gritó con rabia y preguntó quién era, qué quería, por qué le había hecho tanto daño. No obtuvo respuesta. Solo se escuchaba el silencio de la noche. Cansada, nerviosa, decidió acostarse con sus dos hijos para protegerlos. En mitad de la oscuridad sintió que alguien se ponía a la orilla de la cama y sin poder ver a nadie preguntó: ¿Quién anda allí? Y una voz suave e infantil respondió: Soy yo, Orlando. El dueño de esta casa.


Hasta una próxima lectura, amigos

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manejas una narrativa poderosa, llamativa y muy bien llevada, el relato fluye en su género y llega a ser simple pero bastante intenso pese a ser más descriptivo de los hechos que de los sentires, sin embargo escala muy bien en el suspenso. Escribes muy bien, recibe mi apoyo y admiración.

P.D: debes tener cuidado con las imágenes, estas deben buscarse en bancos de imágenes libre de uso comercial, cualquier otra duda estoy siempre por Discord o por acá. Saludos.

Muchas gracias por tu comentario y consejo, @miguelmederico! Lo tomaré en cuenta. Saludos

Dios mio, Orlando Sánchez

Qué bueno verte por aquí, amigo!

Siempre, amiga, pendiente, y sobretodo,disfrurando tu narrativa

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