La chica de las pesadillas
Traté de explicarle que todo había terminado, que no podíamos prolongar lo nuestro, que entendiera que debía irme lejos, pero solo logré de ella un largo y despiadado silencio. Aunque la había conocido hacía meses, en ese instante me parecía una desconocida sanguinaria e indiferente. A pesar de eso, volví a apelar a sus sentimientos: seguro encontrarás otro hombre mejor que yo, uno que te valore y te quiera mucho. La vi y me di cuenta que la burla volvía a su rostro.
Recordé en ese instante que la primera vez que vi aquella chica, sentí que podría morir por ella, pero jamás pensé que fuera de manera literal: creí que era la chica de mis sueños. En aquel momento me agradó su sonrisa de lado, como si estuviera acordándose de una travesura incontable, como si la picardía de los gatos salvajes se adueñara de aquellos labios carnosos e inflados. Era una magia, un no sé qué, que la hacía sobresalir del resto. Tal vez era esa excesiva confianza, esa bestial indiferencia ante la mirada de los otros lo que había hecho que cayera rendido ante sus pies.
Pero ahí estaba ella, insensible, apuntándome con una pistola. El amor es ciego, creí decir en voz alta y escuché el sonido metálico y fugaz de la bala que atravesaba mi cerebro. En ese instante me desperté, ahogado, tembloroso y sudado. Me incorporé inmediatamente en la cama y miré a mi lado: allí estaba dormida, plácidamente, la chica de mi pesadilla con una sonrisa burlona en los labios
Un relato de suspenso y efecto final muy bien planteado. Hace un tiempo se puso de moda entre algunos repetir el título de un filme de fama comercial (no recuerdo ahora de quién): "Durmiendo con el enemigo". Pareciera que la frase se adecua muy bien a tu minicuento. O como diría la frase coloquial: "Uno nunca sabe...". Saludos, @nancybriti.
Algo así, @josemalavem! Aunque algunos enemigos son suaves corderitos que no sacan las garras. jajajaj. Abrazos