La tragedia de esperar…

in Cervantes4 years ago


Hola, amigos

Muchos de nosotros hemos vivido en algún momento la resignada y eterna espera. En nuestra sociedad contemporánea, aunque nos hayan vendido el tiempo como un bien valioso, son muchos los que nos hemos detenido en algún momento a aguardar algo o a alguien, desperdiciando así este recurso invaluable. Decía el escritor español Enrique Vila-Matas: «Vivimos de un modo parecido a como escuchamos la radio: esperando la siguiente canción, la canción que nos cambie un poco, si no la vida, la mañana». Para no hacerlos esperar, comencemos a reflexionar sobre este interesante tema que para mañana es tarde.

No sé cómo será la vida en otros países, pero en Latinoamérica y muy específicamente en Venezuela, las personas vivimos diariamente esperando. No solo en las plazas o parques, también en los bancos, en los supermercados, en las paradas de los buses, la calle, en nuestras casas. Esperamos que nos atienda la encargada de un ministerio que habla por celular con su amiga de los planes que tiene en la noche; esperamos en una cola para comprar alimentos sin la menor esperanza de que alcance para nosotros; aguardamos en la emergencia de un hospital sabiendo que la vida puede irse en un segundo; esperamos el milagro que no llega y que nunca sucederá, pero nos aferramos a esa idea, porque nos enseñaron que más vale tarde, que nunca.

Porque, si ustedes no lo perciben, una de las tragedias de esperar, a veces, es no saber qué aguardamos o si lo que aguardamos, llegará: la famosa incertidumbre de la espera. Lo otro es la intemporalidad de esperar. Hay momentos en los que nuestra espera no tiene límites, se posterga diariamente, se redimensiona y hasta se hace infinita. Morimos sin conocer o saber lo que estábamos esperando, solo vivimos con la ilusión de que algo llegará y pacientemente esperamos. Como en la famosa obra de teatro del escritor Samuel Beckett, Esperando a Godot, donde Vladimiro y Estragón se mantienen firmes, sostenidos por la esperanza y el autoengaño, esperando a un Godot que jamás llegará.

Si revisamos los portales de psicología, bienestar o salud, encontraremos miles de trabajos que nos hablan de cómo debemos asumir con alegría la espera. En la sociedad actual, como consecuencia del estrés en el que vive el ser humano, se nos incita a ser paciente, a esperar que las cosas ocurran naturalmente, cumplir con los tiempos, sin forzar o presionar las cosas y hasta se estimula a no buscarlas con la bendita frase de que “el tiempo de Dios es perfecto”. Mantener la calma, dejar fluir, respirar, al parecer son los mantras para llevar una vida saludable en este mundo frenético.

Debo reconocer con cierta vergüenza que la paciencia no es una de mis virtudes, suelo ser muy impaciente, y justamente, a veces me canso de esperar. En lo personal, trato de ser lo más puntual posible para no hacer esperar a nadie, ya que pongo en práctica el refrán de que “no hagas, lo que no te gusta que te hagan”. Pero en los últimos años he perdido el ánimo de ser puntual o hacer alguna diligencia en cualquier establecimiento, negocio, oficina, porque puede ser interminable la espera.

En esta emboscada de la historia que estamos viviendo, los venezolanos podemos pasar horas, bajo el sol inclemente, para entrar en un supermercado, solo por el simple hecho de comprar productos más económicos. El venezolano actual madruga no porque Dios lo vaya a ayudar, sino porque debe hacer colas infinitas para tomar el transporte; porque si va al banco, igual deberá hacer una cola interminable para poder tener dinero en efectivo. En los hospitales venezolanos, también las personas hacen cola para curarse, aunque sepamos que al final, es para morir.

Si el tiempo es oro, en mi país hemos derrochado una gran fortuna. Aquí el tiempo no avanza, estamos detenidos y en el peor de los escenarios, caminamos hacia atrás. La tragedia tiene forma de sala de espera, de reloj roto, de eterna oscuridad. Como decía el poeta Vicente Gerbassi: “venimos de la noche y hacia la noche vamos”. Por lo visto, no podemos esperar nada nuevo ni bueno de este momento que padecemos. Porque, qué aguardan los enfermos de cáncer que no consiguen para hacerse las quimioterapias; qué esperan los presos políticos que no tienen fecha para salir de la cárcel; las amas de casa qué esperan cuando no consiguen los alimentos; qué esperan los trabajadores que no les alcanza el sueldo; ¿qué aguardamos los venezolanos que queremos que termine este gobierno? ¿Qué esperamos? Nada.

En estos días, veía con asombro, cómo un grupo de personas, mientras hacían una cola para comprar productos regulados, decidieron improvisar, en medio del sol, un juego de mesa popular en Venezuela llamado dominó. La gente mientras esperaba, se reía, jugaba, gritaba, hacía chiste. Al ver aquello pensé en cómo los relojes se detienen, cómo una maquinaria sin aceitar se paraliza, cómo un carro detenido por mucho tiempo se vuelve inservible. Creo, que en Venezuela nos hemos resignado a la espera, aunque sepamos, como en Esperando a Godot, que lo que estamos esperando nunca llegará.


*Todas las fotografías fueron tomadas con mi celular Blu C4CO5Ou. Android dua y trabajadas en Canva

Espero que hayan disfrutado la lectura de este post. Hasta una próxima sonrisa. ;)