Los zapatos del cielo (cuento infantil de @nancybriti)

in Cervantes4 years ago

Todos los días, el niño iba al basurero de la ciudad con un saco que generalmente traía cargado con botellas plásticas, vacías, de refrescos, detergentes, las cuales vendía en el mercado. Si tenía suerte, podía encontrar algo de comida, juguetes, cuadernos y hasta ropa. No era grande el niño, pero sí muy ágil y había aprendido a pelear con niños más grandes que él y hasta con los perros si trataban de quitarle lo que conseguía. Una vez encontró unos lentes y un reloj de plástico que aunque estaban rotos, el niño utilizaba siempre con prestancia y cierto orgullo. También había encontrado una muñeca sin una patica que él luego le regaló a su hermanita y una cartera destartalada que le regaló a su mamá. Pero nada como la vez que tuvo la suerte de encontrar un colchón viejo y roto. Ese sí fue un golpe de suerte, pensaban él, su hermanita y su madre cuando dormían los tres encima de aquellos resortes oxidados y tela roída.

Una tarde, el niño esperaba como siempre que el camión que recolectaba la basura de la ciudad pasara a dejar todo lo que había recogido en el día. Cuando el camión asomó la trompa por la esquina, el niño salió corriendo con el saco en el hombro. Como animalito, el niño brincaba por encima de los escombros y los desperdicios, mirando de un lado a otro, experto en encontrar tesoros. De repente, su mirada se detuvo ante un zapato: de tela, sucio, brillante ante sus ojos. El niño lo agarró lleno de felicidad. Estaba casi intacto. Su corazón latió de prisa, agitado, emocionado. Debía buscar el otro, pensó rápido, aunque temía que solo hubiesen botado uno. Pero quién bota solo un zapato, pensó el niño, revolviendo la basura con la habilidad de un cirujano.

Botellas verdes y relucientes, grandes y pequeñas, sobresalían ante sus ojos, pero el niño solo buscaba el otro zapato. Su corazón infantil brincaba de emoción al ver algo blanco que después resultaba un papel, un pedazo de tela, un vaso de plástico. Miró al cielo el niño, alzó los ojos para ver la oscuridad que ya venía. Un Dios distraído hasta ese momento se topó con aquella mirada. Había tanta desilusión, no de la vida, sino de que la noche llegara. Y como Dios no puede detener la noche, lo que hizo fue hacer que el niño bajara la cabeza y allí estaba, al lado de su pie descalzo, el zapato blanco de tela. El niño tomó el zapato con el corazón agitado de la emoción y salió corriendo a su casa, con la certeza infinita de que era el niño con más suerte del mundo.

Buen comienzo de semana, amigos. Hasta una próxima lectura

*La fotografía fue tomada con mi celular Blu C4CO5Ou. Android dua y trabajada en Canva

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No puedo dejarme llevar, sino por la realidad que oculta el cuento y que en mi opinión, no es sino una lacra en la conciencia de la Humanidad, pues me parece triste, injusto y tremendamente bárbaro que un solo niño se quede sin aquello a lo que tiene pleno derecho: la infancia. Creo que tu cuento debería ser leído por muchos padres de hoy en día, para darse cuenta, en realidad, de que todos esos caprichos innecesarios con los que malcrían a sus hijos, son posibles gracias a la miseria de medio mundo. El mundo debe cambiar y pensar que su afortunado bienestar es consecuencia de que medio mundo pase hambre, miseria y necesidad. El mundo necesita con urgencia un reordenamiento y una Justicia, de la que en gran medida, todos tenemos parte de responsabilidad. Y esto sólo se consigue, cambiando el tercio, dejando al Yo a un lado y adoptando el Nosotros como método de expiación. Pero claro, esto sólo es una utopía. Un afectuoso saludo.

Hay historias que tienen algo de verdad y hay otras que tienen mucho. Esta historia es una de las últimas. En Venezuela esta puede ser la historia de cada día de cualquier niño. Sin embargo, más allá de las similitudes, mi intención fue resaltar la ingenuidad que aún existe, la felicidad a pesar de la adversidad, en ese niño que a temprana edad ha comenzado a sobrevivir. Sin importar cuántos años vivamos y las condiciones en las que nos toque vivir, la idea es sentir que no podemos perder el tiempo en lo malo. Buen comienzo de semana, amigo!

Una hermosa historia que supera la fealdad del ambiente en que se desarrolla.
Conmovedora en la bondad infinita de los niños que regalan ejemplos de felicidad contra todos los pronósticos.
No obstante ello, comparto el sentimiento de @juancar347. Las desigualdades y el derroche que aún ahora se observa debe llamar a la reflexión y el cambio.

De acuerdo contigo, amigo! Mi vida en el barrio me ha dado la dimensión de lo que es mucho para unos y lo que es poco para otros. En este momento, los venezolanos, de mala manera, hemos tenido que apreciar lo que tenemos. Aunque suene a frase deautoayuda es cierto que la felicidad no depende de lo que nos falta, sino del buen uso que le damos a lo que tenemos. Reinventarse tal vez no es la palabra, pero suena bien. Abrazos para ti!

Su post ha sido valorado por @ramonycajal

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