Hola, amigos lectores.
Con esta narrativa hago mi entrada al Nuevo Concurso de escritura de @fuerza-hispana, que hace un gran trabajo para incentivar la creación artística en la población hispana hablante.
Agradezco al equipo @cervantes el espacio que amablemente nos concede para publicar desde su comunidad.
Les invito a leer este relato titulado:
El Hospital del Perpetuo Socorro
FuenteMi martirio empezó hace unos días cuando llegué al Hospital del Perpetuo Socorro con la intención de hacerme las pruebas de rutina para descartar ser portador de un extraño virus que está ocasionando una epidemia mortal. Después de esperar no sé cuántas horas sentado en el piso de un pasillo demasiado oscuro y caluroso más que el infierno, la enfermera que me atendió finalmente me inyectó un líquido de color rojísimo y ácido aroma que me hizo hervir la sangre al instante y me llevó enseguida a una habitación completamente encerrada que a mí me olió a parrilla de cerdo.
Ahora estoy sobre una parihuela colgante y siento mi cuerpo atravesado por una vara de hierro candente que gira sin detenerse mientras el sudor chorrea parejo por mi cuerpo y los matasanos me exploran no con esa mirada de compasión que a veces tienen los médicos, no, sino con otra muy diferente, como de hombres con mucha hambre. Los doctores cortan tiras de mi piel con los bisturíes y la colocan en un tazón donde hay una pasta color mostaza con variedad de hongos, mohos y musgos verdes.
Con pasmosa precisión, ellos cortan mi piel con sus afilados escalpelos y sacan piezas sangrantes de mí para ponerlas en platos que huelen a curry y a pimienta negra. Luego vienen las enfermeras a echar una salsa espesa en todo mi cuerpo y al final untan sus manos grasientas sobre mis partes y terminan, con sus ojos inyectados por una enorme lujuria, manoseando mi cuerpo como si fuera una bola de cristal mágica que...
Claro que yo debí haber escuchado mi propia voz interior que, a cada paso que yo daba, me decía en voz baja hazte el loco, no vayas a ese hospital, hazte el loco, que tú bien sabes que tiene mala fama e incluso después de haber llegado aquí mi pobre conciencia se desgañitó gritándome huye, loco, huye, coño, todavía estás a tiempo, pero yo no le hice caso. Ahora grito que paren por los tres clavos de Cristo, que me dejen en paz, que yo me quiero ir para mi casa donde me esperan mis siete pequeños diablitos que a esta hora deben estar buscándome, y a lo mejor hasta estarán llorando por mí, pero, nada, aquí nadie parece escucharme por más que berreo.
Me agarro con las manos el abdomen adolorido cuando siento penetrar las puntas de las agujas hipodérmicas y enseguida el zumbar de un millón de insectos anida en mi cabeza mientras los parihueleros me llevan y arrojan a una probeta de agua helada. Después de graduales inmersiones y emersiones que me dificultan la respiración (¡ay, Dios mío santo, apiádate de mi alma!), siento el peso del hacha cayendo sobre mi cabeza.
La llama de un infiernillo arroja mi sombra contra la pared haciendo de ella un monstruo decapitado y gigantesco. El fuego acentúa la refulgencia de sus eléctricos colores en la tenebrosa habitación del sanatorio donde ahora doy vueltas y vueltas incesantes sin encontrar ninguna salida y ya estoy empezando a resignarme.
Pero aunque parezca increíble no es mi martirio lo que más me duele, no. Lo que más me hace reventar de miedo es esta música que me taladra todo el día saliendo a todo gañote de las paredes blancas donde cuelgan las pinturas de los ilustres presidentes del hospital, los cuadros de honor y los diplomas de los esclarecidos catedráticos. Mi mayor espanto, lo que más pánico me da y no me dejará nunca más alzar el vuelo en paz es pensar que esta música vallenata cristiana será mi castigo eterno.
Fuente
Gracias por su compañía.
Sus comentarios serán bienvenidos.
Saludos.
Muy buen texto, inquietante, amargo y trágico. Cumple muy bien su cometido como relato de terror. Por momentos me llegaban los ecos kafkianos en tu texto. Pusiste el listón muy alto para el resto de los participantes. Suerte. Abrazos.
Hola, @irvinc. Me complace mucho tu comentario sobre mi publicación.
Traté de hacer una aproximación al caos que estamos viviendo en nuestro país
por toda la calidad de vida que hemos perdido, resignándonos en este infierno.
Ojalá que encontremos pronto la salida. Saludos.
Ojalá, amigo mío. Es lamentable como a estas alturas de la vida uno tenga que estar perdiendo tanto tiempo en tonterías como conseguir una bombona de gas, o con la certeza de que cualquier alteración de la salud representa casi una sentencia de muerte. No deja de impresionar como se ha instalado esa atmósfera de resignación que mencionas. Para nada nos merecemos esto que estamos viviendo. Tenemos que resistir para ver mejores tiempos.
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