Hay excursiones sin aliento que nos aunan con el todo,
son salidas todo-en-uno irrepetibles.
Caminar en una cresta de roca arenisca,
minutos despues de hacer rápel,
en un acantilado de hielo,
pasando por un géiser en el medio.
Falta el plato volador y ya estamos.
En esas aventuras se forja mucho de lo que somos,
y no podremos nunca dejar de ser,
experiencias transformadoras irreversibles,
tatuajes psicológicos.
Quemaduras de segundo grado por el sol,
o casi perder dedos por congelamiento,
no son de las cosas que la mente olvida.
Y aunque olvidadas,
continuan viviendo en nuestro subconciente.