Viento del sol, 3 (Un relato)

in Cervantes4 years ago
¿Qué lo despierta horas después, con la seguridad de que debe continuar, cumpliendo una orden emanada de un centro secreto de su voluntad? ¿Lo guiaba una sabia fatalidad, marcando el ritmo y la ruta de sus pasos, anunciándoles una voz interior “ya falta poco, debes apresurarte”, obligándole a montar en s caballo y arrearlo a golpes e insultos? ¿Sabía tu abuelo a dónde se dirigía? Posiblemente sí y no.


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Las certezas nacen aunque no sepamos decir lo que buscamos ni lo que encontraremos. Algunas certidumbres son como los bastones de los ciegos: nos guían, nos ponen a salvo, nos conducen al sitio exacto, pero no podemos describir cómo es ese sitio; sabemos que es aquí donde deberíamos estar, pero no podemos describir cómo es ese sitio, sabemos que es aquí donde debíamos llegar, pero ese “aquí” siempre es vago y alejado, oscuro y solitario. Sea como sea, lo cierto es es que emprendió la marcha.

La noche era clara; la luna flotaba entre las copas de los árboles, pero pronto el cielo se fue cubriendo de nubes y el aire se hizo espeso, difícil de respirar. Momentos antes de desencadenarse la lluvia, se encontró con dos hombres que viajaban en una carreta cargada de mercancías. La carreta traqueteaba y se bamboleaba con las irregularidades del terreno y segundos después se perdió en dirección a la ciudad. Un primer relámpago iluminó la soledad del camino que debía recorrer.

Cansado, hambriento, mojado y entumecido de frío, llegó al caserío de viviendas desperdigadas como si las hubieran arrojado en ese lugar desde los montes cercanos. Su seguridad, su impulso inicial, la voz que lo guiaba se había extinguido y quiso detenerse, llamar a na e las casas, pedir un lugar seco donde tenderse y dormir, pero el hábito o la inercia, o algún otro motivo igual de simple y secreto, lo obligaron a continuar.

En la lluvia perdió el camino, y luego de un rato de vagar entre breñas dio con las riberas de un río angosto que en ese momento sus aguas agitadas. La lluvia cesó, las nubes se apartaron, el sol apareció en el cielo, y durante un instante el mundo pareció en suspenso, detenido en un asombro tranquilo, un tiempo nuevo del que debería brotar una nueva vida, con hojas verdes, lombrices, lagartijas, insectos y flores. Él, que había despreciado todas las señales, tomó este instante de íntimo milagro como una y decidió quedarse en las cercanías del río.


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Para los habitantes del caserío, los que lo miraron desde los umbrales sombríos, tras la cortina de agua, su figura montada era tan espectral como los protagonistas de los cuentos de duendes y aparecidos. Alguien comentó que era el mismo diablo por su súbita aparición en la lluvia, de la cual se le hacía también responsable. Sin embargo, la mayoría se limitó a observarlo con curiosidad. Vieron que la bestia daba pasos vacilantes en el lodo y que su jinete se doblaba, inclinándose hacia las orejas del animal como si le ordenara continuar en una lengua que solo ellos dos podían comprender. Lo vieron transitar y perderse, una sombra de niebla y de agua que les recordaba la pobreza y la muerte, y pronto lo olvidaron porque era mejor hacerlo.

Cuando, unos días más tarde, apareció nuevamente, preguntando dónde podía comprar víveres y herramientas, nadie lo relacionó con el espectro en la lluvia, salvo Agustina –tu abuela. Ella le indicó cómo llegar al único comercio del lugar.

El hombre hablaba con voz baja, pero no tímida. Era la voz distante y reticente de alguien que ha perdido la costumbre de dirigirse a sus semejantes o no quisiera hacerlo. Agustina sentía que esa voz podía ser desagradable y amenazante, que su amabilidad debía parecerse a la indiferencia, que persistía una vibración de orgullo, de cólera fría detrás de sus palabras. Pensó que era un hombre educado, con la ligera perplejidad supersticiosa que le inspiraban las cosas lejanas e incomprensibles. También pensó que era un hombre peligroso, y cuando lo vio alejarse en la dirección que ella le indicó, deseó que no volviera. Pero cuando volvió, algunas semanas después, lo siguió hasta el rancho que Julián empezaba a construir.

GRACIAS POR SU LECTURA

Sort:  

A eso me refiero cuando digo que algunas descripciones son como pinturas, trozos de películas, capaces de dejarte sin aliento. Me gustó mucho la descripción de cuando el hombre entra al pueblo: mágico e irreal, pero de una soledad única. Atenta a la continuación. Abrazos

Episodio muy cautivante por la presentación de este personaje, tan propio de la imaginería y literatura de nuestras tierras, entre la fantasmal y lo real. Me llegaron evocaciones de Pedro Páramo. Saludos, @rjguerra.

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