Viento del sol, 4 (Un relato)

in Cervantes4 years ago (edited)

Estimada gente de Hive: retomo la publicación de mi cuento "Viento del sol" luego de verme obligado a interrumpirla por problemas técnicos de mi computadora.
Una vez más, agradecido con @cervantes por la oportunidad de publicar en su Comunidad.
Saludos.


Fuente

Tu abuelo y su padre se parecían mucho, no solo en los ojos verdes como aguas poco profundas, sino sobre todo en la seguridad de que todo les pertenecía y a todo tenían derecho; ese el pago por los servicios prestados a la patria por el Coronel, tu bisabuelo; es decir: el descabezamiento de algunos compatriotas del bando contrario, el aumento de las viudas y los huérfanos, la extensión de las cosechas arrasadas y los nuevos cementerios. Julián nació varios años después de la Guerra, y creció cuando ya las hazañas del Coronel comenzaban a ser olvidadas. Ahora lo llamaban “el viejo” hasta sus arrendatarios y criados que, sin embargo, continuaban temiendo sus ataques de cólera en los cuales podía, con facilidad y sin arrepentimiento, matar al hombre, mujer o bestia que estuviera más cerca.

El viejo administraba su hacienda con el despotismo de quien no confía en nadie y con la secreta convicción de que todo lo que ha hecho se derrumbará al día siguiente de su muerte, perdido irremediablemente por la ineptitud de los tres hijos –dos hombres y una mujer– con los que lo castigó la naturaleza. Si lo que el viejo pensaba con amarga soberbia era cierto para los dos hermanos menores –el varón y la hembra–, tan prescindibles que sus nombres y rostros se han perdido en el caos del tiempo, descorporeizados por los sucesos posteriores mucho más de lo que ya lo estaban cuando el viejo vivía, no lo era para Julián, quien se sabía de la misma piedra que el viejo, tal vez mejor, templado por el resentimiento de la injusta postergación de la que se le hacía objeto. A él, que conocía la hacienda, esas tierras de cacao, cocotales y mar, tan bien como su padre o el más humilde peón, no se le consultaba para nada, sus opiniones eran ridiculizadas y despreciadas.

Julián tenía veinticinco años y era una nulidad, una figura decorativa que se paseaba por las tierras de otro –a las que tenía legítimo derecho– con paso arrogante de señor, una altivez y un desprecio que solo enmascaraban los deseos que carcomían su corazón y sus noches.

Si proponérselo, comenzó a adoptar la apariencia del padre, sus hábitos, sus gestos, su voz, ayudado por la evidente semejanza física, buscando, quizás, una continuidad y una identificación de destinos. A veces cobraba repentina conciencia de su actitud mimética, vasalla, y durante días o semanas se le veía contradecir en todo al viejo, sin advertir que entonces lo copiaba en lo que no hacía ni decía, para al poco tiempo derivar nuevamente hacia esa extraña fidelidad.

Al fin, como era inevitable que sucediera, por capricho o azar, se enamoró de la mujer que su padre deseaba. Era casi una niña, hija de uno de los aparceros, una criatura fuerte y silenciosa, poseedora de la mirada lenta, sabia y amoral de la seducción. Su cuerpo estaba preparado para el amor: ágil, elástico, respondía como un instrumento bien afinado en las manos que supieran tocarlo. El viejo lo había comprobado en sus encuentros con ella en las cercanías del río. Eso duraba ya algún tiempo.


Fuente

Siempre en el río, o en una trocha, nunca en la casa, donde la muchacha jamás se acercaba. ¿La muchacha temía a su propio padre, o a tu bisabuelo, o a los demás habitantes de la casa? Si queremos, podemos imaginar una especie de pudor, de vergüenza; pero eso no sería exacto ni justo en una criatura que no conocía el pecado. Es posible que no temiera nada personal, y solo una especie de temor atávico la mantuviera alejada.

Había advertido la mirada de Julián las veces que se cruzaban en el campo. Lo presintió oculto en el follaje cuando ella se bañaba en el río, confundido con las hojas y los troncos de los árboles de las orillas.

El resentimiento de Julián se transformó en odio, o algo parecido. Un día se llegó hasta la parcela de tierra que cultivaba el padre de la muchacha, lo miró desde su caballo, y dijo: "Quiero verte en el recodo del río. Ahora. Te espero allá". Y partió raudo como un guerrero dirigiendose al sitio del combate. Pero solo trató de llegar allí cuando escuchó los gritos.

GRACIAS POR SU LECTURA

Sort:  

¡Qué bueno que has podido regresar! No podíamos quedar con la incertidumbre de saber el rumbo de esta historia que nos lleva de regreso a es cruenta guerra civil que llamamos de "independencia".

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