UN DIA CUALQUIERA (RELATO)📘

in Cervantes4 years ago (edited)

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Un día cualquiera.

Cuando mi estómago empezó a gruñir supe inmediatamente lo que se acercaba; no era más que una bomba atómica. ꟷ¡Siguienteꟷ dijo el instructor, y todos procedimos a realizar los movimientos en orden progresivo: mesa; torso hacia arriba, enano; columna recta, vela; piernas arriba, pelvis buscando el techo, tensiones aquí; tensiones allá… parecíamos esculturas, masas deformables, cuerpos moldeándose bajo luces. Estuve muy bien con la parada de manos, subía, bajaba, saltaba, estaba realmente bien. Me gustaban las clases, pero ese día, realmente no era mi día, esa bomba desastrosa se acercaba y lo único que pensaba era que la clase terminara. busquen el cuaderno ꟷanunció el instructor, finalmente eran la clave, la salvación de mi desgracia, esas palabras sanadoras fueron mi salida. Busqué el cuaderno lo más rápido posible y me senté, esperé, escribí mi sesión. Al poco tiempo el instructor indicó que retomáramos los ciclos físicos por lo que retomamos nuestros espacios y repetimos la secuencia una y otra vez, ¡maldición! esto nunca había sucedido, me dije, seguido de dolores intestinales, sudores fríos, y arrepentimientos inoportunos. Trataré de ahorrar más tiempo la próxima vez, pensé, pero llegué al teatro justo cuando las puertas se abrieron y todos entraron, entré corriendo, sudando, cansado e inflamado. Hubo momentos en los que me olvidé y estaba tranquilo, pero no era mi día, casi nunca eran mis días, a veces creo que me han robado los días.

Hoy hasta aquí.Era la frase final de Yuma para cada sesión. Caminé rápidamente por el pasillo y ubiqué mis pertenencias; mi bolso negro que ya no es negro, mis pantalones negros que ya no son negros, con una rotura en la parte trasera, donde se asomaban mis calzoncillos resaltando su negrura sobre el gastado pantalón. Saqué mi suéter azul oscuro con líneas blancas en las mangas, me ayudaron a tapar un poco la rotura de mis pantalones, me cambié de ropa en menos de un minuto y me apresuré por el pasillo en dirección al baño, Mierda, no tengo papel higiénico ꟷpensé, y cuando llegué estaba oscuro y no había luz, no me importó y sin pensarlo entré al cubículo, me senté en el retrete y expulsé de mi cuerpo aquella atrocidad.

Empecé a sentirme mejor, pero también preocupado, no tenía forma de limpiarme, no podía soportarlo más, no tenía otra opción. Tenía un libro en mi bolso y pensé que tal vez me salvaría de esta terrible tragedia, pero era Benedetti, coño, no podía limpiarme el culo con Mario Benedetti. Mientras pensaba en otro plan, escuché unos pasos entrar al baño, me asomé un poco por debajo de la puerta y noté unos zapatos deportivos negros, llevaba calcetines grises con rayas verdes y se me ocurrió que podía limpiarme con una media. Me quedaban pocas medias, pero no había otra alternativa, me saqué la del pie derecho y rápidamente me puse el zapato: tenía una pequeña llaga detrás del tobillo y me ardía. Lo doblé pensando que mi día no podía ser peor, me sentí asqueado, bajé la palanca con la mano derecha porque mi mano izquierda empezó a odiarme, de repente recordé que tenía que estar en el teatro a las seis en punto, un amigo me había invitado a su estreno de una obra, así que me lavé y envolví la media en papel blanco, había escrito un poema y no me importaba nada; del mismo modo, el poema no era bueno.

Lo metí con cuidado en uno de los bolsillos del bolso y salí del cubículo, me lavé las manos, me miré al espejo y noté lo sucio que estaba, lleno de un polvo sucio y amarillento que se notaba en las perneras de mis pantalones: Había tenido mucho trabajo por la mañana. Trasladé elementos escenográficos de una obra infantil: cinco barriles, sacos llenos de pajas, mesas, sillas, bambú, agarraba aquí; llevaba para allá… mientras trabajaba siempre imaginaba como sería mi primera presentación como actor, soñaba con ser un gran intérprete, me subía al escenario e imaginaba que estaba interpretando papeles magníficos y que el teatro retumbaba con aplausos. También soñaba con tener un espacio donde pudiera estar solo, y seguido pensé en cómo sería mi vida en unos años.

Me mojé un poco el pelo y salí, subí las escaleras que conducen a la salida y tomé la calle hacia el metro, en el camino encontré un cubo de basura, indignado saqué la media envuelta en el poema y la tiré a escondidas, seguí caminando, sentí que una fría brisa pasó por mi tobillo derecho, y descubrí que el pantalón se subía cinco centímetros cada paso que daba, se notaba casi leguas que solo llevaba una media. Bajé a la estación y crucé el torniquete, el reloj de la estación marcaba las cinco y media. Bajé la escalera mecánica y esperé el tren. Había gente alta, baja, gorda, flaca, mendigos, gente desesperada, rostros perdidos y consumidos por la ira. De repente se abrieron las puertas rojas y entraron como ratas inmundas, gente de todas las edades, ciegos, mudos, mutilados, todos apretujados como sardinas en lata. El mundo está lleno de locos, de soñadores, niños nauseabundos, mujeres hermosas, jóvenes con la cultura envenenada y allí estaba yo Daniel Sevalo, en un infernal retraso.

Llegué a diez para las seis, subí las escaleras y aceleré el paso, vi a una anciana con un vestido marrón, fumaba y tomaba café, sentí un deseo inmenso. Pero mi capital económico era el precio de la obra, y por algún bolsillo me quedaba un boleto de metro; Podría volver sin problemas. Subí por una calle empinada y escuché que alguien me llamó a mis espaldas, volteé la mirada por encima del hombro, era Richard, de 1,80 metros de altura, usaba gafas y a veces se dejaba barba, Richard estudia conmigo, llevaba una franela color naranja, un mono negro con rayas blancas, noté sus zapatos deportivos negros y llevaba calcetines grises con rayas verdes. Fue él quien entró al baño, me dije para mis adentros. ꟷ¿A dónde vas?ꟷ le pregunté, me señaló el teatro y seguido acotó que iba atrasado.

Pude ver en su rostro que llevaba un mal día con él, lo entendí perfectamente, los dos estábamos cargados de rutina. ꟷfaltan 5 minutos, será mejor ir rápidoꟷme dijo, y los dos nos apresuramos. En el camino nos topamos con un montón de gatos inmóviles en la acera, había seis o siete gatos. Subimos unas pequeñas escaleras que conducían a la entrada del teatro. Había mucha gente bien vestida, chicas hermosas con vestidos verdes y rosas, bañadas en perfumes, con sus cabelleras largas y brillantes. ꟷEspera aquí, dijo Richard, ya vuelvo. (Richard entró por una puerta) Esperé mientras la gente me miraba por encima de sus hombros. Escuché sus susurros en la pata de la oreja, los hombres miraban sus relojes con sus posturas erguidas y acentuando sus perfumes. Luego no pude esperar y fui a la taquilla.
Buenas tardesꟷ le dije al taquillero.
Me da una entrada para las seis en punto.
Tres ciento cincuenta bolívaresꟷ Respondió.
Busqué el dinero en unos de los bolsillos del bolso, detrás del taquillero se abrió una puerta; una ventisca de aire acondicionado cruzó la ventanilla y me rozó la cara, era Richard.
Jaime no le cobres ꟷLe dijo al taquillero.
lo conozco, déjalo pasar.
El taquillero Jaime se dio la vuelta.
Déjalo así, tranquilo ꟷme dijo.
Gracias Richard; muchas gracias Jaime.

Me marché y me senté en las escaleras afuera. Pensé en el cigarrillo, me levanté y caminé lo más rápido posible, no quería pensar en el tiempo y apresuré los pasos.
Me da un cigarrillo por favor.
Ella me lo acercó, lo tomé, lo encendí.
Quédate con el cambioꟷ le dije.
¿Qué hora es? ꟷpregunté.
seis en punto. ꟷrespondió.
Apagué el cigarrillo, corrí, subí la empinada calle, los gatos seguían ahí, aparecieron más, como si se estuvieran reproduciendo misteriosamente. Estaba sudando, sentía el hedor del cigarrillo en mi bolso, la tarde caía muy densa, seguro ya entraron, pensé. Cuando llegué todavía estaban allí sentados, todavía no habían formado la cola. Me senté en uno de los escalones lejos de la gente y encendí la mitad del cigarrillo. En el horizonte a través de los árboles, dulces colores caían con la tarde, miré a mi alrededor y confirmé que yo era el único que lo notaba.

Vi salir a Richard, se paró en el centro de la multitud: "Buenas tardes, les informo que se va a realizar la función, nos disculpamos por la demora, por favor fórmense en orden de llegada, y tengan su boleto en la mano, no pueden tomar fotos con flash, ni consumir alimentos ni bebidas dentro de la sala. Mantener los celulares en silencio o apagados, bienvenidos y que disfrute la función."
Dos personas aplaudieron y se sintieron estúpidos, nadie los miró, nadie susurró, si hubiera sido yo me atacarían las miradas y sería un gran tonto.

Llegó un auto negro reluciente y exageradamente impecable, se abrieron dos puertas y se asomó un tacón gris con trozos brillantes y seguido el otro, y cuando ambos tocaron el suelo vi alzarse un cuerpo dorado; Era una rubia de ojos verdes, luego noté al otro lado del auto tres personas más, dos hombres y una mujer, se acercaron a la entrada de la sala y los dejaron pasar.

Yo esperé que se formara la fila, y cuando esta se formó, me introduje en la multitud. Avanzó poco a poco la fila, de pronto, sentí las miradas en mis omoplatos, en mis zapatos, en mi cabello, y las sentí en mi ropa sucia, en mi tobillo derecho, pero nunca en mis ojos. Comencé a sudar un poco y noté a Richard recibiendo las entradas, me hizo una mueca y me dio una palmada en el hombro, los murmullos resonaban en mi espalda. Caminé por la oscuridad guiado por luces que brillaban desde el suelo, un asiento desocupado se hacía notar casi en el centro, tenía buena vista, me senté y esperé, el olor a cigarrillo era intenso, coloqué el bolso debajo del asiento pensando que el olor podría desaparecer un poco, pero fue una estupidez.

Después de media hora, que supuse y sospeché, concluí entre tantas charlas conmigo mismo que, para deshacerme de tales incógnitas, tomé la decisión de preguntarle a alguien la hora, miré a mi derecha, una pareja se estaba besando. a mi izquierda estaba un hombre de afro, chaqueta negra, usaba lentes y cargaba un reloj.
¿Disculpa, me das la hora? ꟷPregunté.
me miró, se metió la mano en el bolsillo y sacó un iPhone.
Siete en puntoꟷ respondió.
Le di las gracias y me recliné en el asiento, levanté la pierna derecha doblándola y apoyándola en el muslo izquierdo, pero Inmediatamente cambié de pierna porque mi tobillo se notaba más. La obra comenzó después de que una mujer blanca de cabello castaño se paró en medio del escenario, repitiendo las instrucciones del teatro: “no tomar fotos con flash, no comer dentro de la sala, y mantener los celulares en silencio o apagados”. La mujer se marchó, y enseguida las luces se apagaron. hubo silencio. Pero al corto tiempo se escucharon susurros, sonidos polifónicos y las luces intermitentes de sus teléfonos iluminaron la sala.

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Daniel Sevalo.

si te gustó, comparte! te invito a leer otro poema: https://hive.blog/hive-148441/@sevalo13/esp-eng-aun-me-acuerdo-de-aquella-tarde-i-still-remember-that-afternoon

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Coll me encantó saludos

gracias por leer amigo, saludos.

Muy bueno hermano, me gusta mucho el empeño que le das a los relatos, eso se nota en cada publicación. Gracias por compartir.

gracias por tu tiempo hermano.

Este post ha sido propuesto para ser votado por el equipo de curación de Cervantes.

muchas gracias.

utilizaste una hermosa ilustración :)