Mi primera y única mascota: Ron el perro de la casa grande.

in Cervantes2 years ago

Hablar de una mascota para mí tiene notas agridulces en el pasado. Ya les cuento por qué. Corría el año 2007 en un pequeño pueblo llamado San Vicente, no San Vicente el país, sino San Vicente Ferrer en Monagas- Venezuela. Para esa época estaba empezando en mis 20 veintes, nunca antes había tenido una mascota de verdad a la cual cuidar y alimentar.

Echando la película para atrás, recuerdo la era de los 90s donde la única mascota era una virtual un aparatico que fue famoso en esos tiempos, todos los niños y niñas tenían uno. Pero esta era diferente era un perrito de verdad. Antes de eso siempre que visitaba a algún familiar o a un amigo me gustaba abrazar sus perritos y hasta sus gatos si estos se dejaban, recuerdo que cuando era niño me encariñe con una chow- chow marrón que se llamaba Tracy, esta era muy divertida corría por todos lados y te saltaba encima si te descuidabas.

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RON POSANDO EN UNO DE SUS LUGARES FAVORITOS DE LA CASA- LOS MUEBLES

Este nuevo cachorrito que me regalaron en febrero de 2007, le puse Ron, porque era marrón y rimaba. Los primeros días les cuento que eran terribles, tenía que levantarme a las 2:00 am medio dormido a darle de comer y a calmarlo ya que en la casa grande todo estaba oscuro por la hora y se asustaba.

Ron era un perro cruzado de perro callejero con pastor alemán según la vecina que no los regaló. Como todo cachorro era muy juguetón, era un poco temperamental, le gustaban las caricias y los abrazos, pero no le gustaba que lo empalagaran.

Mis padres eran reacios a criar una mascota, pero poco a poco le tuvieron cariño, por ejemplo, mi mamá estaba pendiente de su comida y a mi papá le encantaba pasar las tardes con él cuando llegaba del trabajo. Ron tenía dos lugares preferidos, el jardín de la casa grande donde podía corretear y perseguir los pájaros y distraerse al llegar al cercado con todos los que pasaban por ahí y por otro lado debajo de la mesa del comedor tenía un lugar especial en una esquina pegado a la pared, era común verlo allí esperando que le dijéramos algo o simplemente durmiendo, este perrito dormía bastante.

Era un perro hogareño, que le gustaba que lo sacaran a pasear o dar una vuelta pero que no le gustaban para nada los niños, tenía que tener mucho cuidado porque por alguna extraña razón les ladraba y se molestaba mucho. Pero al llegar la tarde-noche le gustaba recostarse cansado en su cama y tirarse para que lo acariciaran.

Así pasaron 2 años y lamentablemente Ron enfermó, a causa de la enfermedad de la garrapata hembra; es impresionante como un animal tan vigoroso puede perder peso y la energía tan rápido; mi perro estuvo luchando un mes con esa enfermedad hasta que una noche queriéndole dar el tratamiento se desvaneció en mis manos y cayó al suelo, en ese instante sentí que todo se paralizó, todos en mi familia lloramos demasiado… Yo lloré mucho a mi querido perro.

Decidí enterrarlo esa misma noche, recuerdo que tomé todos sus juguetes, las medicinas y la cadena y lo envolví y lo llevé junto a mi hermano y un tío al fondo de la casa de mi abuela, fue un momento muy doloroso porque llegué a casa y nadie nos tumbó a brincos, además se sentía un silencio que sólo era interrumpido por los sollozos intermitentes de toda mi familia. Ese fin de semana la pasamos muy mal, al recordar a nuestro querido perrito.

Después de ese suceso, decidimos no tener ninguna mascota, Ron obtuvo todo el cariño que yo como su dueño pude darle siempre que estuvo con nosotros; tres días después de su muerte un amigo con buenas intenciones nos quiso regalar un nuevo perrito, pero no lo aceptamos, decidimos no tener más mascotas. Sin embargo, algo ha cambiado en mi familia desde entonces para bien.

En mi caso comprendo cuando un dueño se desvive por sus animalitos, antes pensaba que eran exagerados, pero no, eso es auténtico cariño. En mi nueva casa, por ejemplo, siempre hay algunos perritos cerca y nos agrada darles de comer. Cuando visito a un amigo o un familiar soy muchísimo más atento con sus mascotas y escucho con atención todas las historias de ellos que tienen que contarme. ¡Sí! Una mascota nos hace más humanos, les cuento que de esto han pasado 13 años, en los pocos que tuvimos a Ron no pude tener muchas fotos del así que se las debo. Sólo tengo una que pude recuperar de una computadora vieja, esa la guardo con mucho cariño en mi corazón, y está colgada como recuerdo al principio de este relato. Así que hoy, cuando alguien me pregunta si me gustan las mascotas, les digo con cariño: ¡SÍ! Tuve una primera y única Mascota su nombre era Ron y este si me permites contarte es su pequeña historia…

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