Repli-K

in Cervanteslast year

¿Qué es real? ¿Cómo defines lo real? Si estás hablando de lo que puedes sentir, lo que puedes oler, lo que puedes saborear y ver, entonces lo real son simplemente señales eléctricas interpretadas por tu cerebro.”

The Matrix (1999) The Wachowski Sisters

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Fuente

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La oscuridad del sueño profundo dio paso a la primera luz de la mañana. Hera abrió los ojos lentamente. Como rehusándose a afrontar la llegada de un nuevo día. Silente, melancólica. No había parado de recordar mientras dormía. las escenas de aquella noche. Seguían tan marcadas en su memoria. Sin duda, la cicatriz más profunda que le pudo generar aquel accidente.

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--- Muy Buenos días Hera. --- Dijo una voz que retumbaba en las paredes de la casa.

--- Buenos días, Sephira. --- Respondió Hera.

--- ¿Te gustaría empezar la mañana leyendo los mensajes de tu correo? --- Preguntó la voz.

--- Solo los de urgencia. --- Dijo Hera sentándose en la cama.

--- Atenúa la luz un 20% por favor. –

--- Atenuando la entrada de luz natural un 20% --- Respondió Sephira.

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– Hera, el mensaje más importante de la mañana proviene de la clínica Niextehura. Te recuerdan que debes reunirte con la doctora a las 8 de la mañana. ---

--- Confirma. --- Respondió.

Hera se levantó rápidamente de la cama y procedió a ducharse. La cita era, evidentemente impostergable. Salió de la casa a las 7:30. Abordó su vehículo. El frío era atroz esa mañana. Tuvo que abrigarse más de lo usual para poder dirigirse a su destino.

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El panorama en la clínica Niextehura era el mismo de siempre. Todo excesivamente blanco. Todo pulcro. El silencio era de corte religioso. El orden era un aspecto y una palabra que podrían definir el lugar cada vez que ella lo visitaba. Tras avisarse en la recepción, fue acompañada por la secretaria que la llevó como de costumbre, a la oficina de la doctora Xaraz.

Esta la recibió con una taza de café.

--- Espero que tenga buenas noticias. – Le comentó Hera.

La doctora se levantó de la silla para darle el parte.

--- Nada de gravedad, al menos. No le voy a negar que cuando lo trajo, los daños eran de consideración. Sin embargo, con sus cuidados y vigilancia. Creo que serán cuestión de semanas para que todo vuelva a la normalidad. ---

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Hera respiró aliviada.

--- Tengo que hacerle una pregunta. --- Dijo la doctora. --- ¿Tiene alguna idea de lo que desencadenó el episodio? En todos estos años. Nunca había visto algo de esa naturaleza. ---

Hera recordó inmediatamente el terror de aquella noche. Los gritos, la sangre. La desesperación. Escenas que no la abandonaban jamás.

--- Fue una ligera discusión. El se separó de mi y cuando logré dar con el….. ---- Se detuvo.

La doctora asintió.

--- Esta institución tiene más de 30 años de existencia. Para nosotros es de vital importancia que el servicio que prestamos sea de calidad, la omisión o alteración de detalles puede ser perjudicial para nuestro trabajo y su calidad de vida. ---

--- Lo sé. Pero no fue nada de gravedad, sostuvimos esa pequeña pelea y el solo se enojó y se fue. El resto ya lo saben. ---

--- Cuando usted decidió acudir a nosotros, en busca de ayuda. Nos dio detalles de las razones que la motivaron a entrar por esa puerta. Tenga muy claro que las circunstancias de aquel entonces eran muy similares a las de ahora. Es por la rareza de este bucle mental del que parece que ha sido parte, que le tengo que notificar que voy a ir a visitarlo cada 16 días para monitorear su evolución- --- Señaló la doctora.

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Hera movió la cabeza en señal de aprobación.

--- Por ahora, ya puede irse con usted. Debo avisarle que tiene que lidiar con su desorientación de forma gentil. Trate de que la niebla se disipe lo más natural posible. ---

Hera salió de la oficina de la doctora y se encaminó al cubículo contiguo. Ahí yacía un hombre sentado en una camilla. La miró fijamente y ella a él.
El hombre sonrió gentilmente al tiempo que le extendió la mano.

--- Buenos días. Soy Zero. Mucho gusto. ---

Hera sonrío de vuelta y le estrechó la mano.

--- Me llamo Hera. ---

--- Hera. Qué bonito nombre. ¿Eres una nueva enfermera? --- Preguntó Zero.

Hera le acarició el rostro.

--- Creo que tenemos que hablar, Zero. --- Le dijo.

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Hera y Zero caminaron de salida en la clínica. Ella se esforzó lo más posible en que la información que le estaba dando no fuera a generarle algún tipo de shock o que le abrumara demasiado. Fue gentil, como le recomendó la doctora.

Se subieron al carro y conversaron tímidamente. Daba la impresión que era una especie de raro reinicio en el que ambos empezaban a conocerse de nuevo. El camino, pavimentado de hielo y frialdad se hizo menos tortuoso de lo que podía imaginar. Para su suerte.
Llegaron al edificio. Y mientras subían en el ascensor. Zero puso una cara más seria y de confusión frente a todas las revelaciones que le habían hecho.

--- Hera, hay algo que no termino de entender. --- Le dijo.

--- ¿Qué pasa? ---

--- De alguna manera. Siento que te conozco. Pero, por más que trato. No puedo encontrar un solo recuerdo que te involucre. ---

Hera lo miró y le agarró la mano. Volteó a ver la pantalla del ascensor. Esperando que señalara que al fin habían llegado a su piso.

Al abrir la puerta, Sephira los recibió.

--- Bienvenidos. Hera, he activado los protocolos de desinfección y sanidad. ---

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Zero miró extrañado el lugar. No lograba recordar si había estado allí antes.

--- Ponte cómodo. Estás en tu casa. – Le dijo Hera sonriendo.

--- He mantenido la atenuación de entrada de luz natural al 20% --- Continuó Sephira.

Hera entró al baño y procedió a desinfectarse. Al terminar, le indicó a Zero que hiciera lo propio.
Una vez cómodos, Hera le pidió a Sephira que activara las pantallas de proyección. Solicitó la carpeta de archivos llamada “Momentos” y luego de eso, se empezaron a proyectar imágenes y videos en los que ambos aparecían.
Zero los miraba asombrado, prestando atención a cada detalle. Había un video en particular, en el que ambos estaban jugando y corriendo por una hermosa playa. Le pareció increíble que fuera capaz de sonreír tanto. Era raro, como si a pesar de verse en aquella grabación, no se reconocía. Era otra persona.

--- Zero ¿Podrías decirme que es lo que recuerdas? ---
Preguntó Hera.

--- Todo es tan borroso. No creo que pueda lograrlo. ---

--- No te condenes al primer intento. Vamos. Cualquier cosa que se te venga a la mente. ---

Zero cerró los ojos.

--- Tengo destellos. En casi todos puedo verte. Acostada en la cama. Haciendo el desayuno. Incluso llegando a casa. Pero no logro verme a mí en ninguno de esos momentos. No estoy. Tú estás sola. ---

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Hera lo miró en silencio. No encontraba palabra que sintiera que pudiera ayudarle. Volteó a ver la pantalla y el video de ambos en la playa seguía reproduciéndose. Había pasado tanto tiempo desde que sintió el calor del sol. Parecían milenios de aquella vez.

Pero quizás, podía sentir calor de otra forma. Quizás si los ejercicios mentales fallaban, pudiera que la memoria del tacto no. Así que se acercó lentamente a él y le dio un beso apasionado. Poco a poco, Hera demostraba la intención de recorrer a plenitud la geografía corporal de Zero, entre besos tiernos y caricias, se quitó la camisa. Al tiempo que empezó a desvestirlo.

Una vez sus cuerpos desnudos en la cama, Hera concentró toda su energía en propinarle la más placentera experiencia posible. Y tras unos instantes, se subió sobre el. Esperando que los vaivenes de sus caderas lograran el milagro de volver a conectarse como lo fue antes. Hera, presa de los gemidos por el hecho de yacer junto a su amante, no podía notar que Zero, pese a poder sentirlo. No estaba allí. Estaba en aquella playa del video. Desconocida para él, pero que tenía un significado tan grande para ellos. O tal vez eso parecía.

Solo cuando se detuvo a verlo a los ojos fue cuando lo supo. Aquel encuentro sexual no estaba significando lo mismo para ambos. Así que decidió terminarlo. Dándose la vuelta y quedándose dormida en posición fetal. De la misma manera en que recibía el día, se despedía de la noche. Cuya gelidez parecía no tener nada que envidiarle al clima imperante de la ciudad.

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No podía dormir, no al menos como Zero lo hacía. Y en el medio de la madrugada se levantó a tomar un vaso de leche. No obstante, pasó severos minutos contemplándole, en silencio. Mientras este dormía.

Verlo acostado le trajo inevitablemente el recuerdo de verlo tirado sobre el pavimento. Lleno de sangre. Mientras ella lloraba y gritaba. La angustia de la espera en la ambulancia y la desolación de verle, muy herido sobre la cama del hospital.

Recordó su primer encuentro con la doctora Xaraz, y su pronóstico. Nada favorable. Podía pasar lo peor esa noche. Sin embargo, la doctora le ofreció una salida. Una solución. Que podía asegurarle que sobreviviera.

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Llegó la mañana y con ella una llamada urgente de la doctora. Quien le indicaba que por la singularidad del caso de Zero, había decidido adelantar la visita.

--- ¿Pero tiene que ser hoy? --- Dijo en voz alta mientras Zero la miraba y trataba de escuchar algo más.

Hera se llevó las manos a la cabeza al escuchar la respuesta que le dio la doctora al teléfono.

--- Muy bien. En 30 minutos estoy allá. --- Le respondió.

Colgó la llamada y se acercó a Zero.

--- La doctora Xaraz viene a verte. Iré a buscarle. ---

--- ¿Pero sucede algo malo? ---

--- ¡No! ¡No! – Exclamó Hera. --- Solo es que ha decidido adelantar tu control. No pasa nada. Así que me voy. Volveré enseguida. Mientras más rápido salgamos de esto mejor ¿No te parece? ---

Zero asintió.

Hera se vistió, tomó las llaves y abrió la puerta. Pensó en decir algo más, pero calló. Salió y cerró con llave, dejando solo a Zero.

Ella se quedó parada frente a la puerta, dubitativa.
Nerviosa.

El caminó. Al punto en que estaban frente a frente. Separados solo por aquella pared. Ella posó su mano en el marco. El hizo lo mismo, ambos tuvieron la duda de abrir para encontrarse con el otro. Pero al cabo de unos segundos. Tanto ella como el desistieron de la idea. Ella se dirigió a su carro. Y él hacia la sala.

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Zero se sentó en el comedor y le pidió a Sephira que activara las pantallas de proyección otra vez. Pidiendo ver el mismo video de la playa.

Se dedicó a memorizar cada detalle. Cada gesto de Hera y cada respuesta suya. Los chistes. Los gestos. Los besos y los abrazos. Seguía sin poder encontrarse en las imágenes. Era frustrante y abrumador en partes iguales.

Necesitaba aclarar la mente. Así que se levantó, detuvo la grabación y entró al baño. Escogió en el panel de la entrada que el agua de la ducha fuera tibia y abrió la llave.

Justo ahí. En el instante en el que las gotas de agua fluían a través de la regadera y caían. Sintió como se detenía el tiempo. Y por un instante. La niebla en su mente se despejó.

Llovía. En aquella calle. Era de noche. El manejaba una motocicleta y pudo notar como las luces de un automóvil se acercaban a toda velocidad. Fue una imagen que llegó a él como un relámpago cae sobre la tierra.

Llovía también en otro destello. Hera estaba allí, fumando un cigarro. Y peleaba con alguien. Alguien que se parecía mucho a él. Pero que no era Zero. No. Definitivamente. No lo era.

En todas sus escasas memorias. Hera estaba sola. El nunca ha estado presente. Ni aquella en la cama, ni en esa discusión. Y menos en otra, donde ella se encontraba bajo la lluvia. Manchada de sangre.

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Hera llegó al cabo de una hora con la doctora Xaraz. Pero Zero no estaba allí. Se había ido. Miró en cada rincón de la casa sin encontrarle. Luego miró hacia la repisa y notó que las llaves de la motocicleta no estaban.

Las pantallas de proyección seguían encendidas. Mostrando en bucle la galería de fotos y videos que tenían los dos en común.

--- ¿Está sucediendo otra vez? --- Preguntó la doctora.

Hera asintió.

--- Si está pasando de nuevo, pues ya sé adónde irá. ---
Comentó mientras salía de la casa.

Zero recorría las calles de la ciudad con la motocicleta. Esperando encontrar en el camino alguna respuesta. Merodeó cerca de 30 minutos hasta que se dirigió a las afueras. Tomó la desviación de lo que parecía ser un viejo camino. La carretera estaba prácticamente destruida. Llena de huecos y rodeada de escombros. Llegado a cierto punto. Se detuvo y se bajó de la moto para contemplar la ruina y soledad de aquel sitio. Parecía que había encontrado lo que buscaba.

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Ahora lo tenía más claro. Su mente empezaba a recordar. Era de noche. Llovía a cantaros. Hera estaba sentada en el comedor de la casa, Fumando un cigarro con un notable gesto de frustración en su rostro. El. Estaba parado frente a ella, preparando para ella una taza de café.

--- No creo que pueda continuar. Esta situación es insostenible. --- Decía ella sin mirarle a la cara.

--- Hera. Dime lo que he hecho mal para poder corregirlo. Sé que es mi culpa. --- Contestó.

--- ¡Tú no has hecho nada! --- Le gritó. --- Y ese es el problema. Todo está excesivamente bien. Casi perfecto. No tenemos porque estar en la misma página siempre Zero. No es necesario que siempre estés de acuerdo conmigo.

--- Nunca había pensado en esa posibilidad. --- Respondió calmadamente Zero. --- Quizás tengas razón. ---

--- ¿Ves? – Contestó irónicamente Hera. --- Lo acabas de hacer de nuevo. Las parejas normales tienen desacuerdos todos los días Zero. ¿Por qué no puedes ser así? ---

Zero miró al suelo y respondió de forma casi silente.

--- Nosotros no somos normales, Hera. ---

--- La palabra nosotros está fuera de esta discusión. No existe. Tú no estás. Solo estoy yo. Siempre estoy solamente yo. Tú nunca estás presente. --- Sentenció ella mientras soltaba el último humo del cigarrillo. --- La única razón por la que estás acá, es porque yo lo he querido. Nunca has tomado una decisión en tu vida. Todo lo que eres, lo eres porque yo quiero que lo seas. Y eso no está bien. No me amas. Solo me complaces porque es lo quiero que hagas conmigo. ---

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Zero soltó la taza de café. Visiblemente molesto. Un ataque de ira y negación se apoderó de su cuerpo de forma rápida e inexplicable. Así que en su impulso tomó las llaves de la motocicleta y salió de la casa en pleno aguacero.

--- ¿Adónde vas Zero? --- Le gritó Hera. Pero esté no respondió. Solo encendió la motocicleta y se fue. Sin mediar palabra alguna.

Todo empezaba a conectar en su mente. La lluvia, la poca visibilidad que tenía. Las luces de los carros. Esa carretera.
Mientras Zero estaba sosteniendo estas revelaciones en su cabeza. A pocos minutos de distancia, Hera y la doctora Xaraz se encontraban entrando al mismo camino que había tomado en las afueras de la ciudad.

--- Es la misma autopista en la que tuvo aquel accidente ¿No es así? --- Preguntó Xaraz.

Hera no respondió de inmediato, solo recordó el momento en que se abrió paso entre la multitud que estaba en aquel tramo de la carretera. Para ver a Zero en el piso cubierto de sangre. Había sido arrollado por un camión. Se retorcía mientras agonizaba. Ella en medio del pánico no hizo otra cosa que correr hacia él y ponerlo en su regazo. Llenándose por completo de sangre mientras pedía que llamaran a una ambulancia.

--- Si. Es exactamente el mismo lugar. --- Le respondió Hera.

--- Quiere decir que está reviviendo el hecho de aquel trauma en modo cíclico. ¿Cómo es posible? Nunca se había visto nada parecido en alguien que se le haya realizado el procedimiento. --- Preguntó extrañada la doctora.

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Mientras tanto Zero, parado en el medio de la calle seguía colectando memorias inconexas. Recordó haberse detenido aquella noche de lluvia. Desolado, azotado por una realidad que quiso ocultar de sí mismo, desde el primer día que pudiera recordar hasta ese instante, sin éxito alguno.

Se vio a sí mismo en aquel recuerdo. Empapándose del agua de aquel aguacero, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón. Sacando una pequeña navaja. Y en un acto irracional, vio como empezaba a cortarse el brazo. A profundidad. Tratando de hacer el corte más hondo posible. Mientras escuchaba el grito de Hera, quien lo había seguido con el carro hasta allí. Sin embargo. Zero no se detuvo. Y siguió cortando para luego meter sus dedos en la herida.
No había sangre. No había dolor. No había nada. Ni venas que cortar. El interior de su brazo parecía estar repleto de cables y era frío al tacto. No había huesos, solo metal. Y fue entonces que pudo comprenderlo. El no era real. Miró a Hera a los ojos y luego pasó a sentir como cada parte de su cuerpo se paralizaba. Hasta perder el conocimiento. A lo que Hera corría para levantarlo del suelo.

Al fin. Lo recordaba todo.

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En unos quince minutos, Hera y Xaraz lo encontraron. El seguía allí parado. Sin inmutarse.

Hera miró a la doctora y luego caminó hacia donde estaba con cautela. Una vez a su lado. Zero le habló sin mirarle a la cara.

--- Debí haberme quedado contigo esa noche. --- Dijo sin parpadear. --- Debí seguir creyendo que era él. Que yo era real. ---

--- Eso ya no importa Zero. No hay necesidad de mortificarnos con eso. Lo que pasó puede ser una enorme oportunidad para nosotros. Empezar de nuevo. --- Dijo Hera tocándole el rostro.

--- Aquella noche parecías determinada a no seguir con esto. ¿Por qué aferrarte de nuevo? –

Hera soltó una lágrima ante ese comentario.

--- No sé. No sé con exactitud lo que pasa dentro de mí. Ni lo que realmente quiero. Lo que si descubrí esa noche. Es que no sería capaz de tolerar perderte. De nuevo. Como ya me pasó una vez. ---

Zero tocó sus manos para luego separarse de ella.

--- No soy él. Por más que lo intente. Nunca lo seré. --- Le dijo en tono de resignación.

Hera estaba hecha un mar de lágrimas. Sus ojos evidenciaban un profundo dolor. Aún así, tuvo la entereza necesaria para seguir hablándole.

--- Cuando llegamos al hospital. No había mucho por hacer para salvar a mi esposo. --- Dijo Hera. --- Sus órganos se habían dañado. Tenía una hemorragia que parecía indetenible. Los doctores me quitaron toda esperanza de volverlo a ver. Entonces llegó la doctora Xaraz. Ella me ofreció una salida. Una solución. Que podía asegurarle que sobreviviera. Así que en un intento desesperado por tenerte de vuelta. Dejamos que tu viejo cuerpo muriera, para que su mente fuera transferida a este que ocupas ahora.---

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Se detuvo para secarse los ojos. Respiró profundo y sentenció: --- Puede que no seas de carne y hueso ya, Zero. Pero eres mi esposo. Eres su consciencia, eres su memoria, eres su alma. --- Dijo mientras un nuevo caudal de lágrimas fluía por sus ojos.

Zero la miró contrariado.

--- Si aceptara. Si quisiera volver contigo. Habré olvidado esto ¿Cierto? Tanto lo que pasó hoy como aquella noche que descubrí lo que era. Es por eso que la doctora está acá contigo. --- Sonrió de forma burlesca. --- En mi cabeza, seguiré creyendo que milagrosamente sobreviví a ese camión. Y que soy… Humano. ---

Hera lo miró fijamente, y luego volteó a ver a la doctora. Zero se volvió a acercarle. Recostando su cabeza contra la de ella y luego la abrazó. No se dijeron nada por los siguientes cinco minutos.

De vuelta a la ciudad, Zero y Xaraz se hallaban en las instalaciones de la clínica Niextehura. Mientras Hera esperaba ansiosa en la recepción. Un grupo de cinco personas en total estaban alrededor de Zero. Quien parecía desconectado a su totalidad. Con la mirada perdida. Xaraz se acercó a él y puso su mano en la cabeza de Zero. Con un láser procedió a abrir su cráneo y una vez allí extrajo un pequeño dispositivo. De forma elíptica. No más grande que la palma de su mano y de color púrpura. La doctora lo contempló y acto seguido se lo entregó a uno de sus acompañantes de la sala.

--- Restablezcan a su valor de origen. --- Ordenó. Mientras el resto de colaboradores se concentraban en su encomienda.

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Parecía una eternidad, pero al cabo de una hora y media. La doctora apareció junto con Zero en la sala de recepción. Tenía un semblante feliz y sereno. Abrazó a Hera y salieron del lugar tomados de la mano.

Estaba tan de buen humor que se ofreció a conducir esta vez. Hera, aliviada se sentó en el asiento del copiloto y puso algo de música para relajarse. Esperando no tener que volver a Niextehura en una larga, larga temporada.

Cuenta una antigua leyenda, que en una oportunidad. Teseo regresaba de la isla de Creta, junto con sus marineros, e iban en un barco que ya era bastante viejo.

Durante el camino, el barco se fue dañando cada vez más.

Cada daño que sufría el barco era reparado al instante por la tripulación, siendo reemplazadas la piezas más dañadas por una nueva y en mejores condiciones, a veces decidían que las piezas fueran recicladas con el objeto de colocarlas en otras partes del barco.

Cuando Teseo y sus tripulantes atracaron en su destino, el navío había sido modificado de manera total, ya no quedaba una sola pieza que fuese del barco con el que salieron de Creta.

La anécdota legendaria en particular despertó una inquietud por parte de muchos. Aquel entonces y ahora:

¿El barco en el que Teseo y su tripulación arribó al puerto es el mismo barco en el que han salido de Creta?

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Esa quizás era la misma pregunta que se sostenía Hera cada mañana que veía el rostro de Zero. El hombre que amó desde que lo conoció hace tantos años ¿Seguía allí? Dentro de todas esas piezas electrónicas. Debajo de ese cableado y oculto entre chips.

¿Había algo real dentro de esta réplica construida para mitigar su pérdida? ¿O sólo ha preferido elegir creer en lo que más le traiga paz? ¿Zero estaba vivo? O ¿Se había ido para siempre aquella fatídica noche? Tal vez nunca lo sepa. Quizás en el fondo, porque no quiere saberlo.

Durante milenios, a lo largo de su historia. El hombre ha dicho que cuando temes perder a alguien, es que te das cuenta de cuánto lo quieres. El miedo a perder a quien amas es lo que nos hace valorar su compañía.

La certeza de que no será eterno es lo que define su fortaleza dentro de la naturaleza de su condición efímera.
Pero eso aplica solo para seres humanos. Los androides, nuestras creaciones. Ellos son peculiares. Ellos no sienten el paso del tiempo. Así como no pueden rechazarnos. Pero tampoco pueden elegirnos. Es por eso que quizás el verdadero dilema no sea preguntarnos la razón de querer buscar amor en ellos. Sino la razón que nos hizo dejar de buscarlo en nosotros mismos. ¿Acaso sería antes o durante de nuestro fracaso como especie?

¿Acaso estaba ya todo perdido en el momento que en aquella gran ciudad donde Zero y Hera vivían, donde existía la playa, y podían sentir el candor del sol? ¿Cuándo no era una metrópolis sumergida en Hielo y la soledad?

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Al llegar a casa esa noche, Zero y Hera se entregaron por completo a sus pasiones. El yacía sobre ella y en cada tacto y en cada roce que se daban parecían encontrar su verdad. O eludirla. El la tomaba del pelo con fuerza mientras sus caderas empujaban y la espalda de Hera se arqueaba en busca de más. Hera nunca había sentido a Zeo tan dentro de ella. Sus piernas temblaban como jamás lo pudiera imaginar y la lujuria de aquel preciso instante, retumbó en cada fibra de su cuerpo.

El helado panorama se hacía cálido cada vez que Hera gemía. Nada importaba. Nadie importaba. Esa noche, ambos amantes tendrían el mejor sexo de sus vidas y aquel momento de intimidad, pesaba más que todo el dolor del pasado. De las mentiras y de la incertidumbre que les trae el futuro.

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Al terminar, una extasiada Hera. Aún desnuda y bañada en sudor, se aferraría fuerte a los brazos de su querido Zero. De la misma forma en que se aferraba a su memoria. Sin estar completamente segura si su amor era hacia un individuo o a una idea. Pero esto no la detiene. Y casi sin aliento. Le susurra al oído un jadeante “Te amo”

Sephira apagó la luz de la habitación. Y en la oscuridad de la noche. Se pierden los destinos de ambos. Hera agregará esa memoria al indestructible palacio de recuerdos que posee. Mientras Zero, apenas hace un registro en su en su renovado espacio en blanco. Dentro de su bien protegido cerebro mecánico. O al menos, eso cree.

Autor:

Pedro R. Vera

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