Una de las cosas que más me gusta hacer cuando paseo por la montaña es ponerme justo debajo de un gran árbol y mirarlo desde ahí. Ser consciente de la grandeza de estos gigantes verdes, sentirme pequeñito e intentar imaginar todo lo que habrá presenciado ese árbol hasta llegar a ser tal y como son.
Muchos metros de altura que implican muchos años de vida, muchos metros de altura que son reflejo de la grandeza de la naturaleza y de lo insignificantes que somos los humanos, insignificantes y prescindibles.
Si no lo habéis hecho nunca, os lo recomiendo, es una experiencia única. Poneros justo en el tronco, pegados, mirad hacia arriba y permaneced ahí durante unos minutos, sentíos pequeñitos y disfrutar de estos pequeños detalles que nos ofrece la madre tierra.