Compromisos ineludibles

Resulta que soy el escritor de la familia; el que se ha tomado en serio esto de leer, escribir y de publicar un par de libros. En la familia hay otros grandes lectores, pero ningún otro se ha atrevido a tanto, es decir, a creer que algún día tendrá numerosos lectores como los grandes escritores de todos los tiempos; esa fe es exclusiva en mí por eso siempre me comprometen a corregir escritos, a escribir introducciones, saludos o cartas de recomendaciones; a menudo hasta me ha tocado decir las palabras en alguna reunión, cosa que hago con mucha dificultad porque soy mejor escribiendo que hablando.

Pero lo que quería comentarles es que hace tres días me encontré con José Miguel Pérez, por el apellido intuirán que es un familiar y en efecto lo es, quien tiene dos hijas que estudian en un colegio, una en primero y otra en cuarto grado y ambas, aunque pequeñas, son grandes lectoras, por eso a mi primo se le ocurrió la idea de hablar con la directora para que su primo o sea, yo, fuera a hablar de literatura a los niños del colegio.

Por supuesto que no le pude decir que no; primero porque ya mi primo había dado la palabra de que yo iría; segundo porque me iba a presentar a sus hijas; y tercero porque de inmediato la directora le comentó a los alumnos que al colegio iba a ir un escritor a darles una clase de literatura.

De modo que mi primo me soltó esa milonga sin consultarme si mis pies estaban dispuestos a ir a ese baile, y si fui no fue por la milonga de ir a darles clase de literatura a unos pequeños que lo que siempre desean es divertirse; fui fue a eso, a divertirme un rato leyéndoles cuentos, contándoles otro par de historia y realizando con ellos algunas dinámicas de entretenimiento.

Me resultó muy amena el encuentro con los chicos, aparte de que conocí a mis primitas y de reencontrarme con un par de excompañeros de la universidad, me sirvió para relajarme y como aún no he terminado de habilitar mi nueva oficina, pues respiré la tranquilidad que le dan a uno los niños con sus risas y alegrías.

Mi primo, por su parte, se disculpó alegando que el sabía que yo no diría que no porque sabe que siempre acepto estas invitaciones y tiene razón, me inclino a participar donde haya que llevar un cuento, un charla literaria o un mensaje de esperanza a través de la literatura.