A medio camino de Daimiel y Malagón se encuentra la quinta Farelo. Pese a que, en la actualidad, está abandonada a la ruina, es de los pocos ejemplos que quedan de este tipo de edificación rural manchega. Estos imponentes caseríos, en mitad del campo, alojaban a los gañanes y jornaleros durante el periodo de cosecha. De ese modo, evitaban tener que ir y volver hasta el pueblo en una época en la que se podía tardar horas en hacerlo. En sus amplios espacios también se guardaban no solo carros, tractores y remolques, sino también los animales, que desempeñaban, antaño, un papel fundamental en las tareas rurales.
En algunas de estas quintas, como en el caso de Farelo, destacaban estas singulares "torrecillas", que podían cumplían diversas funciones. Algunas servían como para almacenar heno o paja, mientras que otras eran usadas como palomares.
Espero que mis acuarelas sirvan, al menos, para poder recordar todo este legado manchego que, lamentablemente, está desapareciendo poco a poco.
