[ENG/ESP] Story #1: Raisin Bread / Cuento #1: Pan de Pasas

in GEMS4 years ago

Pan se pasas

This story happened a long time ago, when I was a child. It happened in the small rural town where I grew up, a very nice place where all the houses were small, but with huge gardens and lots of fruit trees. There were many farms beyond the neighborhood, where we kids used to go to play the typical games of the time; hide and seek, cops and robbers, or ball. Sometimes we would go to old Pascual's farm, to tease a huge hornless bull he had, throwing twigs at him and yelling at him to make him run after us. Luckily, we never strayed too far from the high fence, which on more than one occasion saved us from a good thrashing.

We always met after school, at the crossroads of the widow Cambridge's farm. She was a tall, rough looking woman with many workers under her. She was the mother of two children, Daniel and Juliet. I was in love with Juliet, so I always accompanied her when they came out to play with us.

When the Cambridges and old Pascual's grandchildren accompanied us, we would go to the abandoned house on the river, a scary place that we only entered when the group was large; however, we did not miss the opportunity to bathe in the river on weekends, no matter if there were many or few of us.

We had a lot of fun in those times, as the town was fascinating; but like almost everything in this life, it also had its dark side, at least for us. One day, one of the adults gave us a basket of fruit to take to the house of an old lady in town, Mrs. Carmona. She was the oldest in town and everyone said she was crazy, because she had attitudes that were not normal; in spite of this, she used to cook very tasty things, like soft cakes and crunchy sweets made of flour and jam.

The day we brought the basket, the lady invited us in and gave us each a delicious raisin bread. I confess that I had never tasted anything so rich and with such a peculiar flavor until then. We all devoured them in a short time and even asked for another, but the lady apologized for not having made more. Then we retired, grateful for having tasted such delicious bread.

The routine continued in our lives and we often asked the adults if they had any orders for Mrs. Carmona, something we used as an excuse to go to her house and eat again the much longed-for raisin bread. She didn't always have it when we arrived at her house, but on those occasions she would offer to make it and we would gladly wait for it. Unfortunately, nothing lasted forever.

One day, on my way home from school, Mrs. Ruth asked me to deliver some medicine to Mrs. Carmona. By then everyone knew that we loved to go to Mrs. Carmona's, so they had us deliver things to her. On the way to her house, I entertained myself with the idea of eating her tasty raisin bread, I even dared to dream that I could eat not only one, but two and maybe even three; however, when I arrived at her house, I saw that there was an ambulance out front and that Mrs. Carmona was being taken out on a stretcher. I noticed that they covered her with a white sheet before putting her in the ambulance and then, out of curiosity, I went to ask one of the uniformed men what had happened. He answered me that she was found dead in her bed and that they found out thanks to another child who had been knocking on her door insistently, but without any answer. It was then when I saw in the hands of one of the uniformed men, the jar of raisins that Mrs. Carmona used to use for her raisin bread recipe.

—Can I have some raisins? —I asked the man.
—Sorry, kid, —the officer answered—, these are not raisins, they are warts.

I never ate raisins or bread again.

Pan se pasas

Esta historia sucedió hace mucho tiempo, cuando era un niño. Ocurrió en el pequeño pueblo rural en el cual me crié, un lugar muy bonito donde todas las casas eran pequeñas, pero con enormes jardines y muchos árboles frutales. Habían muchas granjas más allá del vecindario, a donde los niños solíamos ir a jugar los juegos típicos de la época; a esconderse, policías y ladrones, o a la pelota. A veces íbamos a la granja del viejo Pascual, a molestar a un enorme toro sin cuernos que tenía, arrojándole ramitas y gritándole para hacer que corriera tras nosotros. Por suerte, nunca nos alejábamos demasiado del alto cercado, que en más de una ocasión nos salvó de un buen golpe.

Siempre nos veíamos después de la escuela, en la encrucijada de la granja de la viuda Cambridge. Ella era una mujer alta, de ruda apariencia y con muchos trabajadores bajo su mando. Era madre de dos niños, Daniel y Julieta. Yo estaba enamorado de Julieta, así que siempre la acompañaba cuando ellos salían a jugar con nosotros.

Cuando los Cambridge y los nietos del viejo Pascual nos acompañaban, íbamos a la casa abandonada del río, un lugar aterrador al que solo entrábamos cuando el grupo era grande; sin embargo, no perdíamos la oportunidad de bañarnos en el río los fines de semana, sin importar si éramos muchos o pocos.

Nos divertíamos bastante en esos tiempos, ya que el pueblo era fascinante; pero como casi todo en esta vida, también tenía su lado oscuro, al menos para nosotros. Cierto día, uno de los adultos nos entregó una canasta de frutas para que la lleváramos hacia la casa de una ancianita del pueblo, la señora Carmona. Era la más anciana del pueblo y todos decían que estaba loca, pues tenía actitudes que no eran normales; a pesar de esto, solía cocinar cosas muy sabrosas, como suaves pasteles y crujientes dulces de harina y mermelada.

El día que llevamos la canasta, la señora nos invitó a entrar y nos regaló a cada uno un delicioso pan de pasas. Confieso que no había probado hasta entonces algo tan rico y de sabor tan peculiar. Todos los devoramos en poco tiempo e incluso pedimos otro, pero la señora se disculpó por no haber hecho más. Entonces nos retiramos, agradecidos por haber probado tan rico pan.

La rutina continuó en nuestras vidas y con frecuencia preguntábamos a los adultos si tenían algún encargo para la señora Carmona, algo que usábamos como excusa para ir a su casa y comer de nuevo el tan anhelado pan de pasas. No siempre tenía cuando llegábamos a su casa, pero en esas ocasiones se ofrecía a hacerlo y nosotros con gusto lo esperábamos. Lamentablemente, nada era eterno.

Cierto día, cuando venía de la escuela, la señora Ruth me encargó entregarle un medicamento a la señora Carmona. Para entonces todos sabían que a nosotros nos encantaba ir a donde la señora Carmona, así que nos encargaban llevarle cosas. De camino a su casa, me entretuve con la idea de comer su sabroso pan de pasas, incluso, me atreví a soñar que podría comerme no solo uno, sino dos y hasta tal vez tres; sin embargo, cuando llegué a su casa, vi que había una ambulancia al frente y que sacaban a la señora Carmona en una camilla. Noté que la cubrieron con una sábana blanca antes de subirla a la ambulancia y entonces, por curiosidad, fui a preguntar a uno de los uniformados qué había pasado. Él me contestó que la encontraron muerta en su cama y que se enteraron gracias a otro niño que había estado tocando su puerta insistentemente, pero sin tener ninguna respuesta. Fue entonces cuando vi en manos de uno de los uniformados, el frasco de pasas que la señora Carmona acostumbraba a usar para su receta de pan de pasas.

—¿Me regala unas pasas? —le pregunté al señor.
—Lo siento niño —me contestó el oficial—, estas no son pasas, son verrugas.

Nunca más volví a comer pasas, ni pan.



Self-authored story

Image extracted from Pixabay
(Recognition of its author)

Translation made with DeepL


Cuento de autoría propia

Imágen extraída de Pixabay (Reconocimiento a su autor)

Traducción hecha con DeepL




This is the first of many unpublished stories that I will be posting here, I hope you like them and that I can contribute in some way to this wonderful community.

See you next time!

Este es el primero de muchas cuentos inéditos que estaré posteando por acá, espero les gusten y que pueda contribuir de alguna manera con esta maravillosa comunidad.

¡Hasta la próxima!

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Very nice and great it’s nice lingual

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