El pardo - Relato (2)

in GEMS3 years ago (edited)


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Decidió volver sobre sus pasos y seguir la ribera por fuera del cañizar. Anduvo así durante un buen rato, abriéndose camino colina arriba, cada cincuenta o sesenta pasos, para otear. Finalmente descubrió un sendero que cortaba el matorral y serpenteaba hacia la orilla. Lo siguió hasta llegar a un espacio abierto sin apenas vegetación. Debía de ser un bebedero al que acudían las bestias. Jabalíes, por las huellas que apreciaba. Lo cierto es que el agua tenía mucho mejor aspecto por allí.

Se acercó y desenganchó el odre. Luego se soltó el fardo de la espalda y lo echó a un lado. La loriga sonó contra el suelo. Se acercó con cuidado al borde y se agachó para beber. Se encontró con su reflejo. El agua le devolvía la imagen de un hombre enjuto de rostro sucio y patético.

-¡Mierda de algarada!

Fatigas y penalidades: eso era lo único que se traía de vuelta a Escalona. Todo por seguir al maldito don Sancho. Juró con rabia y escupió al suelo. Luego una sonrisa torva le iluminó el rostro. Le consolaba pensar que la cabeza del caballero se estaría ahora pudriendo, colgada de las murallas de Andújar.

Se lavó las manos. El agua estaba fría pero no era una sensación desagradable. Notaba la corriente, muy tenue. Hizo cuenco con las manos y empezó a beber.

Menudo desastre. Habían salido de Escalona a finales de agosto. Medio centenar de lanzas; jinetes pardos como él, de la milicia del concejo, y algún caballero. Pretendían una incursión rápida. Lo suficiente para rapiñar algo de botín y estar en casa antes del otoño.

Cruzaron Sierra Morena por Eznavejor, el paso oriental. Quedaba más lejos que el del Muradal pero sabían, por los abulenses, que estaba bastante desguarnecido. Para mediados de septiembre, estaban saqueando a placer las huertas del valle alto del Guadalquivir.

Iban tan confiados que no los vieron llegar. Los almohades los alcanzaron cerca de Andújar. Y les pasaron por encima. Una tropa de guerreros masmuda de túnica blanca, tez oscura y coraje fanático. Unos hideputas bien armados. Nada que ver con los andalusíes, refinados y cobardes. En aquella llanura, la caballería de Escalona fue aniquilada por completo.

Un pato pequeño de cabeza bermeja sacó a Nuño de sus pensamientos. Emergió repentinamente del agua, no muy lejos de donde estaba, y volvió a zambullirse después de aletear ruidosamente.

El pardo había calmado la sed y ahora prestaba atención a las manchas marrones que le cubrían los brazos. La sangre del viejo se había secado y formaba, ahora, grandes costras pegadas a la piel. También a la barba. El maldito se le había agarrado cuando le cortó el cuello y lo había puesto perdido. Soltó un gruñido sordo y empezó a frotarse los brazos dentro del agua.

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Autor: Javier G. Alcaraván (@iaberius)

La imagen que encabeza el texto es una acuarela del pintor daimieleño Juan Gallego (@arcoiris). El archivo digital me lo ha cedido el propio artista para ilustrar este fragmento.

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Ahora dejará el agua llena de sangre, que quizá atraiga, alguna fiera

¡Quién sabe! Sigue leyendo y lo sabrás 😉

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