En un rincón de la casa hay una vela alumbrando un Santo; un murmullo ahogado, atropellado, apenas audible escapa de unos labios que han olvidado el sabor de la sonrisa.
Él, la mira silencioso, mueve la cabeza a ambos lados con desaprobación; yo no digo nada, después de todo ¿qué podría decir?
Hace meses que fue firmada la sentencia, que comenzó la tragedia. La tía Cecilia no verá el año nuevo, pero mamá no lo acepta; hace penitencia, reza y se consume... No se da cuenta que se está perdiendo de los días y que cada día que pasa queda menos de su Chelita.
Está prohibido hablar fuerte, reír o la música; fue volver del doctor y empezar el velorio.
—¡Ay, Chelita, Chelita!¿Por qué te tienes que morir Chelita?—grita repentinamente interrumpiendo el rezo. El dolor se ha hecho voz y ha escapado de su cuerpo.
—¡Aún sigue viva, Caridad! — la interrumpe papá tomandola por los hombros y mirándola a los ojos; la zarandea un poco—¡Qué aún no se ha muerto! Deja la llantina y hazle café con leche, dale galletas, abrazala y vete con ella al cine. ¡Pero por el amor de Dios... deja el llanto para cuando se haya muerto! ¡Me estás volviendo loco!—Ha perdido la paciencia y se lo suelta todo con un tono, quizá demasiado alto. Él también luce cansado.
La tía Cecilia asoma la cabeza desde su habitación, parece asustada por las voces. Está pálida y ojerosa; hace días que casi no come, pero yo creo que es a causa de la tristeza. Yo no digo nada, pero tampoco nadie me pregunta nada; la verdad es que a veces pienso que se han olvidado de mí, de que también habito esta casa.
Camino a mi habitación y cierro la puerta tras de mí. Sé que quizá debería decir algo, pero no encuentro las palabras; así que será mejor seguir callado.
¡Saludos, mis queridos lectores! Sé que los tengo un poco abandonados y que esta semana he publicado poco, pero tengan en cuenta que fue semana flexible y trabajo hasta un poco más tarde; sin embargo aquí estoy con este corto y triste relato, pero pronto les traeré algo un poco más alegre.
Este relato lo escribí pensando que yo quisiera morirme sin saber cómo ni cuando, sin adiós, sin despedida; sería muy triste que me velaran antes de tiempo como a Cecilia.
Les dejo un abrazo, para ustedes y para compartir. Díganle a la gente que aman que los aman, disfruten de la vida, no se amarguen por tonterías y disfruten de cada instante, porque la vida es un ratico nada más.
Relato bien trabajado, sobre un tema difícil: la amenaza de la muerte inminente y el comportamiento ante ello. La perspectiva del narrador adoptada nos permite un acercamiento desde una sugerente sensibilidad. Saludos,@isauris.
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Gracias por la valoración de mi trabajo; es muy valiosa para mí. Un abrazo!
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