La otra voz recogida (a Miguel Hernández a través de Octavio Paz)

in GEMS4 years ago (edited)

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Dos fechas actuales o próximas me conducen a recordar a dos grandes figuras de la poesía moderna de habla hispana. El 28 de marzo de 1942, fallecía en Alicante (España) el poeta Miguel Hernández, el autor de aquellos poemas que han trascendido circunstancias y tiempo como lo son "Elegía" y "Nanas de la cebolla". Y el 31 de marzo de 1914 nacía en Ciudad de México el poeta y ensayista Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1990.

Siempre necesito volver a Octavio Paz, y me permite la fecha retornar a su ensayo “Recoged esa voz…”, escrito en memoria de Miguel Hernández, a pocos meses de la muerte de este. Aquel conmovedor ensayo –incluido luego en su libro Las peras del olmo (1957)– expresaba la estima por la reciedumbre vital del poeta español y el dolor por el amigo desaparecido. Nos lo presenta así:

En una cárcel de su pueblo natal, Orihuela, ha muerto Miguel Hernández. Ha muerto solo, en una España hostil, enemiga de la España en que vivió su juventud, adversaria de la España que soñó su generosidad.

Como se puede saber, Miguel Hernández, quien había tomado partido por el grupo republicano, una vez finalizada la Guerra Civil española (1939) e instaurada la dictadura del General Francisco Franco, fue tomado prisionero, y, de cárcel en cárcel, enfermó de tuberculosis, de lo cual murió. A ese enfrentamiento entre las dos Españas, que desangró al país y lo marcó funestamente para siempre, e inmoló injusta y absurdamente a muchos de sus hombres, entre ellos a varios de gran valor como Federico García Lorca, alude Paz.

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Continúa el escritor mexicano universal, con su presentación dolida de Miguel Hernández:

Lo conocí cantando canciones populares españolas, en 1937. Poseía voz de bajo, un poco cerril, un poco de animal inocente: sonaba a campo, a eco grave repetido por los valles, a piedra cayendo en un barranco.

Esa poética descripción de la voz y presencia de Miguel Hernández, es la que podemos apreciar en su poema, quizás no tan conocido, "Me llamo barro aunque Miguel me llame", donde la voz poética, saltando el protocolo de lo autobiográfico, se identifica:

Me llamo barro aunque Miguel me llame.
Barro es mi profesión y mi destino
Que mancha con su lengua cuanto lame.
Soy un triste instrumento del camino.
Soy una lengua dulcemente infame
a los pies que idolatro desplegada.

Como un nocturno buey de agua y barbecho
que quiere ser criatura idolatrada,
embisto a tus zapatos y a sus alrededores,
y hecho de alfombras y de besos hecho
tu talón que me injuria beso y siembro de flores.

Sin duda, es uno de los poemas más identificadores de Miguel Hernández como individuo y poeta, a través de la poderosa fuerza poética de su palabra. Experiencia que tendremos al visitar un poema tan único como "Elegía", (inolvidablemente versionado por Joan Manuel Serrat) en la que canta a su amigo muerto, Ramón Sijé:

(…)
Volverás a mi huerto y a mi higuera
Por los altos andamios de las flores
Pajareará tu alma colmenera

De angelicales ceras y labores
Volverás al arrullo de las rejas
De los enamorados labradores

Alegrarás la sombra de mis cejas
Y tu sangre se irá a cada lado
Disputando tu novia y las abejas
(…)

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Imágenes vivaces, límpidas y afectuosas, que hablan del hortelano amigo, tal como también lo sigue haciendo Paz en su ensayo:

Después lo oí recitar poemas de amor y de guerra. (…) se oía agonizar a un animal tierno y poderoso (…)

Es la ternura y la fortaleza de la voz que nos habla en "Nanas de la cebolla", también interpretada por Serrat:

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Poema escrito desde la cárcel (1938) por la pena que le causa el hambre que pasan su hija y su mujer, donde la voz se yergue con imágenes de una belleza delicada y dura a la vez.

El joven Octavio Paz Fuente

Finaliza Octavio Paz su ensayo póstumo con unas líneas que me parecen esenciales de citar, pues condensan no sólo el sentimiento del poeta con respecto a Miguel Hernández, sino una visión muy significativa acerca de la función del olvido:

Déjame que te olvide, para que en este olvido siga creciendo tu voz, hurtada ya a tu cuerpo y a la memoria de los que te conocimos, libre y alta en los aires, desasida de este tiempo de miseria.

Dice Paz: “Lo conocí…”. Digo, yo también lo conocí o lo conozco en esa forma sustituta, igualmente legítima, del conocer a los otros que es la palabra escrita. Gracias a esa otra voz, que la poesía nos ofrece con la forma del ensayo, volvemos al pasional y trágico poeta (al modo unamuniano) de "Umbrío por la pena, casi bruno" ("Cuánto penar para morirse uno", dice Hernández).

Y volveré a Octavio Paz, en otro post, para dedicarle el espacio que él solo se merece. Hasta otro momento.

Referencias bibliográficas

Octavio, Paz (1982). Las peras del olmo. Colombia: La Oveja Negra.
https://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_Hern%C3%A1ndez

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