La peste que está en nosotros (Acerca de la novela La Peste de Albert Camus)

in GEMS4 years ago (edited)

Ilustración medieval de la peste negra Fuente

En estos tiempos aciagos que nos tocan vivir (si bien siempre se han dado, como lo demuestra que la expresión haya sido usada por el poeta alemán Hördelin en el siglo XIX), la literatura y la filosofía son referentes obligados. Ciertos autores y obras son reactivados en nuestra conciencia, en nuestro interés, por determinadas circunstancias, más si estas tocan a un gran conglomerado, como es el caso de esta pandemia.

Por eso, actualizo mi interés en uno de mis autores preferidos, Albert Camus (Argelia, 1913 - Francia, 1960), novelista, dramaturgo y filósofo francés, asociado al Existencialismo.

La obra de Camus que ha vuelto a mi conciencia lectora en estas circunstancias de la pandemia es La peste (también podría tener pertinencia El Extranjero), escrita en 1947. Su argumento es muy básico: un médico (Rieux), enfrentado a una epidemia de peste que azota a la ciudad argelina de Orán, se encuentra con otros y a sí mismo en la solidaridad ante el dolor, la soledad, la pérdida, el exilio, la muerte y la vida recomenzada. Narrada por uno de sus protagonistas, está marcada por destacados diálogos entre los personajes, que incluyen a otros dos médicos, un viajero, un periodista, un sacerdote y un contrabandista. A partir de las situaciones vividas, nos revela un profundo contenido filosófico y moral, extensivo a cualquier circunstancia temporal y geográfica, donde el sufrimiento, la restricción a las libertades y la muerte predominan. No por casualidad es considerada la principal novela escrita en Francia luego de la segunda guerra mundial, y una de las imprescindibles novelas de posguerra.

Albert Camus Fuente

La peste es la gran metáfora de Camus para abordar temas tan centrales como el sentido de la vida o el absurdo de ella, la responsabilidad individual, la creencia en Dios, la solidaridad, entre los más destacados. Además, esta novela, como toda su obra, está hecha desde un discurso verbal agudo, penetrante en nuestra emoción y conciencia personal.

Haré comentarios de ella a partir de ciertas citas que me parecen de relevancia (algunas pudieran ser un poco extensas):

Tal vez la forma más fácil de conocer una ciudad es averiguar cómo trabajan, aman y mueren sus habitantes.

En sus primeras páginas, el autor, a través de su narrador, nos sitúa en unas coordenadas centrales de la novela, más aún, de la existencia. Son las notas esenciales para adentrarse en una ciudad o pueblo, pero quizás también de su individuos.

En pocos días el número de casos había aumentado a pasos agigantados, y se hizo evidente para todos los observadores de esta extraña enfermedad que una verdadera epidemia se había instalado. Así fue cuando Castel, uno de los colegas de Rieux, un hombre mucho mayor que él, vino a verle.
"Naturalmente", le dijo a Rieux, "ya sabes lo que es".
"Estoy esperando el resultado de las autopsias".
"Bueno, ya lo sé. Y no necesito ninguna autopsia. Estuve en China durante buena parte de mi carrera, y vi algunos casos en París hace veinte años. Sólo que nadie se atrevió a llamarlos por su nombre en esa ocasión. El tabú habitual, por supuesto; el público no debe alarmarse, eso no serviría de nada. Y entonces, como dijo uno de mis colegas, "Es impensable". Todo el mundo sabe que ha dejado de aparecer en Europa occidental. Sí, todo el mundo lo sabía, excepto los hombres muertos. Vamos, Rieux, sabes tan bien como yo lo que es".
Rieux reflexionó. Miraba por la ventana de su consulta, al alto acantilado que cerraba el semicírculo de la bahía en el lejano horizonte. Aunque azul, el cielo tenía un brillo apagado que se suavizaba a medida que la luz disminuía. "Sí, Castel", respondió. "Es apenas creíble. Pero todo apunta a que es una plaga".

El reconocimiento y la asunción de la verdad, que no sólo corresponde a especialistas, es vital. Pero destronando los tabúes, las falsas presunciones, las maniobras y operaciones movidas por intereses subalternos. Parece "apenas creíble", como dice Rieux, que estemos atravesando por situaciones de salud que la humanidad debería evitar o haber superado (Venezuela es un triste caso de la reaparición de enfermedades que se creían controladas desde hace muchos años).

Portada de edición de 1974 Fuente

Sin embargo, muchos siguieron esperando que la epidemia se extinguiera pronto y que ellos y sus familias se salvaran. Por lo tanto, no se sentían obligados a hacer ningún cambio en sus hábitos todavía. La peste fue para ellos un visitante no deseado, obligado a despedirse un día tan inesperadamente como había llegado. Alarmados, pero lejos de desesperarse, no habían llegado aún a la fase en que la peste les parecería el tejido mismo de su existencia; cuando se olvidaron de las vidas que hasta ahora les había sido dado llevar.

Un sentido central del texto, y diría que de toda la novela, es el de que la peste, es decir, el estado de emergencia, en lo que supone de suspensión de los derechos humanos, de un lado; o de abandono u olvido ciudadanos, pueda convertirse en estado de normalidad.

Las confesiones del médico Rieux son extraordinarias:

—No sé nada, Tarrou, le juro a usted que no sé nada. Cuando me metí en este oficio lo hice un poco abstractamente, en cierto modo, porque lo necesitaba (…) Y después he tenido que ver lo que es morir. ¿Sabe usted que hay gentes que se niegan a morir? ¿Ha oído usted gritar: "¡Jamás!" a una mujer en el momento de morir? Yo sí. Y me di cuenta en seguida de que no podría acostumbrarme a ello. Entonces yo era muy joven y me parecía que mi repugnancia alcanzaba al orden mismo del mundo. Luego, me he vuelto más modesto. Simplemente, no me acostumbro a ver morir. No sé más. (…)
—Siempre, ya lo sé. Pero eso no es una razón para dejar de luchar.
—No, no es una razón. Pero me imagino, entonces, lo que debe de ser esta peste para usted.
—Sí —dijo Rieux—, una interminable derrota.
Tarrou se quedó mirando un rato al doctor, después se levantó y fue pesadamente hacia la puerta. Rieux le siguió. Cuando ya estaba junto a él, Tarrou, que iba como mirándose los pies, le dijo:
—¿Quién le ha enseñado a usted todo eso, doctor?
La respuesta vino inmediatamente.
—La miseria . (Nota mía: En otra traducción: El sufrimiento)

La conciencia del sufrimiento y de la muerte, tan propia de una visión existencialista, brotan aquí con una patética expresión. Cierto. Pero creo que lo más resaltante es la asunción individual de la vulnerabilidad y el aprendizaje vital a partir del sufrimiento, o de la miseria, como traduce otra versión la palabra final.

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Nuestros conciudadanos se habían puesto al compás de la peste, se habían adaptado, como se dice, porque no había medio de hacer otra cosa. Todavía tenían la actitud que se tiene ante la desgracia o el sufrimiento, pero ya no eran para ellos punzantes. El doctor Rieux consideraba que, justamente, esto era un desastre, porque el hábito de la desesperación es peor que la desesperación misma.
En este fragmento se refuerza una reflexión introducida arriba: el hábito, que podríamos traducir como resignación y práctica normalizada, es uno de los principales peligros ante una "peste" social, política, cultural….

Así habló Tarrou a Rieux:

Yo sé a ciencia cierta (…) que cada uno lleva en sí mismo la peste, porque nadie, nadie en el mundo está indemne de ella. Y sé que hay que vigilarse a sí mismo sin cesar para no ser arrastrado en un minuto de distracción a respirar junto a la cara de otro y pegarle la infección.

Recortada la cita por razones obvias, parte de ella nos sitúa ante una inquietud general, abstracta, donde la peste es más que un mal de salud física; es decir, como un "mal" que puede inficionarnos (¿la irresponsabilidad, la indolencia, la resignación…?)

Todo lo que el hombre puede ganar al juego de la peste y de la vida es el conocimiento y el recuerdo. ¡Es posible que fuera a eso a lo que Tarrou le llamaba ganar la partida!

Una de las reflexiones finales del narrador-protagonista nos coloca ante una doble certeza (o quizás incertidumbre): la inexorabilidad de la memoria. ¿Será el conocimiento tan realizable? Lo pregunto pues unas líneas después, se dice en la novela: "Un calor de vida y una imagen de muerte: esto era el conocimiento".

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El antepenúltimo párrafo de la novela (que refiere al momento en que ha sido superada la peste en el pueblo) es verdaderamente bello, conmovedor, y nos permitiremos reproducirlo completo, para que puedan degustarlo:

Del puerto oscuro subieron los primeros cohetes de los festejos oficiales. La ciudad los saludó con una sorda y larga exclamación. Cottard, Tarrou, aquellos y aquella que Rieux había amado y perdido, todos, muertos o culpables, estaban olvidados. El viejo tenía razón, los hombres eran siempre los mismos. Pero esa era su fuerza y su inocencia y era en eso en lo que, por encima de todo su dolor, Rieux sentía que se unía a ellos. En medio de los gritos que redoblaban su fuerza y su duración, que repercutían hasta el pie de la terraza, a medida que los ramilletes multicolores se elevaban en el cielo, el doctor Rieux decidió redactar la narración que aquí termina, por no ser de los que se callan, para testimoniar en favor de los apestados, para dejar por lo menos un recuerdo de la injusticia y de la violencia que les había sido hecha y para decir simplemente algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio.

(Puede acceder a una versión de la novela original en * y en versión española en **

Referencias bibliográficas:

Camus, Albert (1974). La peste. Argentina: Edit. Sur.
https://es.wikipedia.org/wiki/Albert_Camus
https://es.wikipedia.org/wiki/La_peste

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