
Me miro en el espejo sucio, opaco y rayado de la estación de servicios. Mi reflejo no se encuentra en una situación mejor que el mismo espejo. Tengo el cabello enmarañado, de seguro tendré nudos que será difíciles de sacar, tengo grandes ojeras y los ojos hinchados y rojos.
No quiero llegar a mi casa en este estado, así que decidí parar y lavarme la cara. El lugar está vacío, lo que para mi es una fortuna.
Me arrojo el agua fría a la cara y luego de repetir mil veces el desastre ambulante que soy, salgo del pequeño baño.
Me subo a mi coche y subo el volumen de mi reproductor. Realmente no sé que suena, no presto atención, simplemente necesito ruido que me impida escuchar mis propios pensamientos. El cielo está nublado completamente, así que decido marcharme antes de que empiece a llover.
Acelero el coche y conduzco en la desierta y oscura calle. Mi coche con todos y cada uno de sus chirridos ayuda a la música a opacar todo lo que mi mente grita. Así que llego a mi casa sin siquiera pensar.
Al atravesar la puerta principal, el olor de comida recién hecha me golpea la nariz; mi boca se hace agua inmediatamente, y agradezco a mi madre por tener ese don de presentir cuando su hija está mal.
Y es que mi madre no es de esas que a diario te preparan delicias, oh no. Ella es de las que prefiere dejar comida precalentada, o sandwiches en la nevera solo de tostar. Pero, cada que me sucedía algo malo, ella me recibía en casa con un delicioso banquete, aún sin saber que me sucedía, e inmediatamente mi animo se elevaba. Era su magia.
-Hola querida, hice algo muy especial. - Dice mi madre saliendo de la cocina. Me encuentra parada en el umbral de la puerta y abrazandome, besa mi coronilla. Huele a pan recién tostado.
-Hola ma, ¿estas... de cocinera hoy?- pregunto zafandome de su abrazo. Arrojo mi mochila a uno de los muebles y me siento en el pequeño comedor de madera. Mi madre no responde, simplemente sonríe y me guiña el ojo cuando pasa por mi lado. Se mete en la cocina y sale con una enorme bandeja envuelta en papel aluminio.
Lo coloca en la mesa y cuando deja al descubierto el contenido simplemente suspiro. Es pollo a la naranja.
-Pero, ¿que celebras? - digo mientras me sirvo en mi plato un gran muslo de pollo.
-Nada cariño, solo... un momento de madre e hija... he tenido esa necesidad. ¿como te fue en el colegio?- siento que es una pregunta con doble sentido pero como siempre, corro al área segura, esa donde omites los detalles anfractuosos de mi vida por los cuales sé recibiría muchos sermones. O en este caso, un reproche total.
-Todo normal ma, como siempre.
Ella siempre se conforma con mis respuestas, pero sospecho que tiene tiempo considerando que hay mucho más en mi mente, pero no indaga, no me dice nada.
Luego de la cena, me doy un baño y decido dormir. O intentarlo al menos.
Pero recuerdo todo una y otra vez durante toda la noche. La forma en que me exponían delante de todo el mundo, como mis compañeros de curso me abucheaban y flipaban, como unos a otros se pasaban mi carta y se reían de ella.
No sabía como enfrentaría el día siguiente, pero... no podía darme por vencida. Una de las cosas que siempre he intentado, es ser valiente. Aún después de toda esa burla no lloré delante de ninguno. Simplemente marché con paso decidido fuera del aula y me refugie en mi coche.
Ahí si lloré de forma exagerada. Ciertamente es que debo reconocer que fue una estupidez declarar mi amor en una carta y sobre todo a una persona que era más que obvio que no pensaba en mi de esa manera.
Así que en cierta parte merezco todo aquel escándalo. Pero soy así, me gusta dármela de valiente y correr riesgos.
Sin dormir me arreglé para ir a aquel lugar que de seguro sería un infierno. De seguro todos me harían comentarios mientras caminaba por el pasillo o mientras el profesor no llegara al aula, pero mi único escape podría ser mis auriculares.
Así que sin prestar atención a mi alrededor, con mi barbilla en alto e ignorando las caras de todo aquel con el que me cruzaba, llegue a salvo al final del día.
Aunque todo aquello que me salvó a mí, no salvó mi pequeño coche que terminó lleno de pintura de muchos colores y con juguetes sexuales de plástico colgados de mi antena, y mis retrovisores.
Todos reían, todos me señalaban e incluso filmaban y grababan. Sin poder aguantar mucho más me monté en mi vehículo y luego de accionar muchas veces el limpia parabrisas para eliminar la pintura corrí directamente a casa. Esta vez no podía pasearme por ningún lugar con mi coche en ese estado.
Lastimosamente la pesadilla no había terminado. Mi madre estaba ante la puerta de mi casa, casi como si me esperara.
Me baje del auto llorando, no podía controlarme más, pero ella no hizo preguntas solo me abrazó fuertemente y me llevó dentro de nuestro pequeño hogar. Me sentía indefensa, pequeña, como un pequeño pez nadando en un gran estanque. Ella secó con ternura mis lágrimas, me preparó un baño y solo me dijo que me relajara un rato, ya todo lo solucionaríamos.
Y ella era así de optimista, el problema es que enfrentarse con adolescentes hormonales con grandes complejos de superioridad moral, no es algo sencillo. Y menos para personas como yo.
Así que me sumergí durante mucho largo en mi tina, tratando de alejar cada pensamiento oscuro de mi mente, pero seguían ahí dando vueltas una y otra vez.
No había nada que hacer, solo dejar que el tiempo pasara. Tal como mi madre lo prometió, recibí otro buen banquete pero esta vez de delicioso puré y pollo frito con judías verdes.
-¿Como lo sabias?- pregunté apenas terminé de comer. Mi madre recogía los platos y su rostro se endureció.
-¿Sabes?, Marie, no eres la única con secretos. - Dejó los platos en el mesón y se sentó frente a mí. En su rostro descansaba una tierna y dulce sonrisa, de esas que transmiten tranquilidad. Sus ojos cansados me miraban pero no me juzgaban, no sé que tanto sabía, pero dudaba que supiera todo lo que sucedía en mi vida. - ¿Recuerdas cuanto hace que me divorcie de tu padre?
-No, creo que... cinco años.- Muchas veces mi madre era así, cambiaba de conversación de un momento a otro.
-Bien, imagina que casi no lo recuerdas. Sí, fue hace cinco años, eras una pequeña y apenas salías de básica. Realmente te he seguido viendo todos estos años de esa manera, como una pequeña. Hace muchos años, cuando iniciaste el bachillerato, me llamaron a una de las tantas reuniones de maestros, era rutinario, pero lo que sucedió para mí no fue rutinario. Verás ese día conocí a un profesor, y dicho profesor tuvo cierto interés en mí y yo en él. Empezamos a salir, claro está que a escondidas, mucho tiempo el me pidió hablara contigo, te contara toda la verdad... pero yo te he seguido viendo como mi pequeña... así que nunca pude, hasta hoy. Ya que, si quiero que tu seas honesta conmigo, debo serlo contigo ¿no es cierto?
Mi madre me miraba con suma calma, veía en sus ojos su amor y verdad. Así que no dije nada y ella prosiguió.
-Ese profesor, que se volvió alguien muy importante para mí, siempre te ha observado, cuidandote, no para espiarte. Y siempre que veía te sucedían cosas, él me notificaba, pero aunque lo intenté nunca quisiste abrirte conmigo, y yo respeté eso. Pero creo que es tiempo que hables, y veas en mí una amiga.
-Entonces ya sabes lo que sucedió ayer, y hoy... así que no hay mucho que contar. - Respondo sintiéndome algo a la defensiva, aunque sé que no hay motivos, mi madre solo se preocupaba por mí.
-Si hay mucho que contar, quiero saber qué piensas y que sientes tú.
Respiré y decidí hablarlo por fin...
-Yo me siento sola, desde hace mucho. Y no es que no sea feliz con tu compañía, eres la mejor madre pero... no tengo amigos. Y me gusta alguien, y es... es... complicado. Sé que no gusta de mi e hice una carta y todos la vieron... todos se rieron y me gritaron...- Las lágrimas corren por mi mejilla una vez más, en un abrir y cerrar de ojos mi madre se encuentra a mi lado consolándome, me abraza y me besa en la cabeza y dejo que todo el dolor fluya fuera de mí.
No sé cuánto transcurre, pero parece una eternidad cuando por fin me calmo. Mi madre limpia mi rostro hincado y se marcha a prepararme chocolate caliente. Cuando llaman a la puerta principal.
No estoy de ánimos así que dejo que mi madre abra mientras me refugio en el sofá viendo las caricaturas.
-Marie, Hola.- Me sobresalto, miro a mi espalda y veo a mi mamá sonreírme y dejarnos a solas.
-Quería disculparme por... por lo de ayer. No fue mi intención que tomaran al carta, en serio... yo... la estaba leyendo y Peter me la arrebató de las manos, no pude detenerlos. De verdad lo lamento.
-No tienes que disculparte, ha estado mal escribir eso en primer lugar. - se sienta a mi lado y me tiende el trozo de papel arrugado que alguna vez fue una carta de amor. La tomo y veo que muchas de las frases se han borrado. - Igual gracias por devolvérmela.
-No, solo... bueno si quieres que te la regrese lo hago, pero... quería preguntarte si ¿todo lo que escribiste ahí es verdad? - Sus ojos marrones brillan, siempre he amado su brillo. Así que soy honesta, no puedo hacer más.
-Sí, todo es cierto. - siento como mis mejillas se sonrojan, y miro en otra dirección para evitar que lo note, aunque sé que ya lo ha notado. Siento su cálida y suave mano en mi rostro, gira mi cara despacio haciendo que le vea directamente a los ojos, y sin decir una palabra, me besa. Siento su cálido aliento en mi boca, su lengua tocando la mía y su otra mano subiendo por mi espalda.
Mi corazón late de prisa, mis manos tiemblan mientras poso mis manos en su cintura pero me siento derrochante de energía, porque, a pesar de que estoy con una pésima vestimenta, con el cabello mojado y enmarañado y los ojos rojos, la chica que me gusta me ha besado. Siento que todo lo mal que me sentí durante el día ahora tiene su recompensa porque, ser correspondida es sin duda una sensación maravillosa.

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Que bellooooo GIF.