El sol se ponía en la distancia. Emma lo observaba embelesada, siempre había soñado con que llegaba ese día, pero jamás lo creyó posible. Veía, y eso era lo que a ella le importaba.
Habían pasado varías semanas desde su cirugía, para ella todo ese tiempo había sido una tortura, jamás pensó que pudiese lograrlo, tenía miedo que luego que le retiraran el vendaje que cubría sus ojos seguiría en oscuridad.
Pero no fue así, la luz la golpeo de repente. No la dejaba ver, era cegadora, aún cuando estaban en una habitación cerrada con poca luz, pero, aunque dolía un poco ese resplandor, para ella fue felicidad, la cirugía había dado el resultado prometido, y por primera vez en su vida veía. La visión poco a poco se fue adaptando, todo quedó nítido a los minutos y pudo observar cómo era el estampado de los cojines, el color de las paredes, como era el verde de las plantas que decoraba el pequeño consultorio.
Su madre a su lado, lloraba, su hija podía ver, y era casi un milagro. Tenía que cuidar su nueva visión, tenía que usar lentes solares los primeros días mientras sus ojos se adaptaban, pero aún así ella era feliz.
Los días siguientes a ese magnifico momento aprendió se fascino por el aspecto de las nubes, del paisaje de la ciudad en la cual había vivido toda su vida, el color exacto del cabello de su madre, de su pequeña hermana. Cada cosa era maravillosa, y ella era feliz. Aunque su corazón se dividía.
Muchas veces se sentía apenada, sus ojos había sido el resultado de un alto precio para su familia, y estar feliz por eso era sumamente macabro, pero así se sentía, feliz por poder ver.
Incluso llorar fue algo nuevo, y sí que lo había hecho los últimos días, había derramado tantas lagrimas que ver como se empañaba su visión a causa de ellas le hizo sonreír, haciéndola sentir como un monstruo nuevamente.
Así que había tomado la decisión de dar gracias, de despedirse y recibir lo que ahora le pertenecía. Por eso estaba ahí, en la azotea de su departamento, viendo como el sol se ocultaba por primera vez en la vida. Cuando todo estaba oculto, habló.
-Hoy puedo ver, hoy puedo entender todo lo que me perdí, y me siento feliz, pero siento que ha sido un precio alto el poder hacerlo. No mal entiendas, ha sido maravilloso este gran regalo, pero preferiría tenerte conmigo papá. Si todo hubiese sido diferente, hoy no tendría parte de tus ojos, si hoy fuese diferente, me abrazarías una vez más, pero te has ido y gracias a ti puedo ver el mundo que has abandonado.
Gracias papá, siempre te amaré.
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La verdad los ojos son el espejo del alma, por eso la alegria rebalsa el corazon y todo es nuevo para emma, gracias por compartir.