Advenediza ||| Poema

Aprendí de aquella mujer —de nombre María—
la gracia de su paciencia, lo fértil de su paz
y cómo sin sonreír comprendía que la felicidad
era ver la belleza de todo en la nada,
ella expedía vida en cada mirada
y estaba vestida de peculiar.

Se escondía en las cándidas flores
en las tardes más deforestadas,
allí le cantaba mitos a los lores
que añoraban que fueran verdad.

Pero ella —sin oscuridad en su mirar—
observada la codicia de las tierras,
la de los hombres sin cadena
que debieron estar en chirona,
amarrados como fiera por robarle
el espíritu divino con el que caminaba
entre glorias sin dueños
entre sueños forajidos
entre sus ojos y los míos.

Y yo soy otro merodeador —lo sé—
de la atractiva apasionada advenediza
que a lo lejos no implora fortunas
al ser ella un tesoro,
ser diamante, ser oro,
para quienes aciertan lectura
a la gema que esconde su vida.

Y es ángel deseo de mármol su escultura
ella es luna en la noche sin spleen,
austera fe vestida de mujer y de dama
que inquieta la llama de mi latir
cuando me vuelvo su mártir,
tras verla en aquella colina
por donde descalza camina,
suspira y es libre,
siendo una niña invisible
para quienes enredados quedaron
en la trampa de los fisgones
que solo pretenden
no un alma y sí un cuerpo.

No es de nadie —la distancia me lo advertía—
la mujer que, paseando en llanuras
sin títulos de estrellas exclusivas,
divaga rumbos en los horizontes,
donde queda expuesta ante quienes desean
atraparla en las nubes,
mas solo les alcanza
para verla lejos entre la brisa
y otras miradas intrusas.

Modelo: @Mariabande
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Nikon D5200 | 35 mm
Iso: 100 || F: 2,0 || 1/2000