Fuente:
“Cada uno somos nuestro propio demonio y hacemos de este mundo nuestro infierno” - Oscar Wilde.
Debe estar ahí, lo sé. No hay otro lugar a donde pudo haber ido. El infierno era su lugar y mi objetivo era cómo llegar. Todas las noticias hablaban de su muerte y en este Pueblo pequeño el infierno era intenso con su presencia; era lógico lo que le sucedió. Puse en marcha mi plan y crucé los dedos para que funcionara. En lo alto de mi habitación colgué una soga, me subí al banquillo, la rodeé en mi cuello alargado mientras mis manos temblaban con el teléfono en la mano derecha esperando el momento indicado para hacer la llamada que me traería de vuelta. El suicidio era la forma más rápida y directa de caer en las ansiadas llamas del Hades, aunque nunca pudiera ser perdonada por eso. En esos breves instantes de tiempo recordé el día que fui atropellada por un carro mientras jugaba inocentemente, a mis 6 años de edad, con una plumita blanca que había visto desde la acera frente a mi casa y que cayó de la nada como un guiño de incitación. En ese tiempo seguí el instinto de soplarla con todas las fuerzas de mis pulmones hasta llegar a los más alto, cuando un automóvil me sorprendió en medio de la calle, me lanzó a 10 metros y allí morí por primera vez. Me declararon sin pulso por 5 minutos mientras yo veía un mundo donde la definición del tiempo no existía y solo se escuchaban llantos y lamentaciones.
Hoy sabía con certeza que ese accidente debió suceder así y ahí. Pude recuperarme y desde ese momento cada vez que dormía viajaba y veía toda clase de criaturas que me contaban historias mientras azotaban, torturaban y violaban a miles de seres que no sabía si llamarlas personas. Nunca entendí porque era para ellos una fascinación; una especia de fenómeno. De esa época no consigo recordar muchas cosas, solo el miedo de ser vista diferente.
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Cuando cumplí 12 y sentí mi sangre bajando por la entrepierna todo cambió y di gracias a dios que mis alucinaciones secretas terminaran, me enfoqué en la iglesia y en sus innecesarias visitas. Hoy ruego que vuelvan para cumplir mi objetivo, aunque al final del día no pueda regresar.
Me atreví a marcar el número y esperé que me contestara. Al tercer tono mi mamá tomó el teléfono y dijo amablemente:
- Por aquí Julia y por allá quién? - pensando que sacaría una sonrisa al interlocutor.
- Mamá, lamento decirte esto; hoy me suicidaré y tú lo evitaras. Si vuelvo regresaré en paz.
Acto seguido me lancé del banquillo marrón. A lo lejos escuché un grito mientras me desvanecía suspendida. Abrí los ojos y me vi allí; La gravedad había cambiado como aquella vez y la luz se había tornado de un color azulado. Salí de la casa dispuesta a encontrarlo y pasé horas eternas caminando viendo cenizas caer como si fuesen nieve. Recordé el plan y fui al único sitio donde debía estar por toda la eternidad: El templo del señor. Aquel templo que había sido profanado por él y miles de él en diferentes épocas; donde juzgaba a personas y las amenazaba con las llamas del infierno sino obedecían y si no cedían a su falo pederástico.
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Entré y vi como las caras de esas estatuas se derretían mientras se escuchaban risas infinitas a lo lejos, llantos, gritos, látigos y lo que parecía ser la garganta del mismísimo monstruo que gobernaba aquel lugar, hablando en una lengua que no conseguía entender. Caminé hasta llegar a la primera fila donde miles de espectros veían la crucifixión de un recién llegado. Por cada clavo en sus manos y en sus pies el espectro; Mas corpulento que los demás, le leía algo de un libro que igual no entendía, pero de lo que los demás se reían. Esto ocasionaba que de su boca y de todos los orificios de su cuerpo salieran serpientes de diferentes tamaños. Y pensé: otra vez alguien se adelantó.
En ese momento todos voltearon, me vieron y empezaron a abrir camino, como si me esperaran desde hace tiempo. El olor en la habitación era repugnante y a la vez satisfactorio. A medida que pasaba a través del río de espectros estos agachaban sus rostros quemados y deformados. Yo caminé hacia el atrio y cuando estuve cerca, escuché a mis espaldas un millar de alas que se levantaban. Mi boca se secaba y mis oídos no entendían nada. Me volteé y la respiración se detuvo por unos instantes; todos los espectadores se inclinaron uno detrás de otro en una especie de ola gigante, susurrando palabras inentendibles.
La bestia que torturaba al sacerdote me dijo de forma serena y en lengua común:
- Mi señora, al fin ha regresado, la estábamos esperando.
Puso una corona de llamas sobre mi cabeza, sus alas negras se abrieron y se inclinó lentamente besando mis pies.
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“We are each our own devil and we make this world our hell” - Oscar Wilde.
It must be there, I know. There is no other place she could have gone. Hell was her place and my goal was how to get there. All the news spoke of his death and in this small town hell was intense with his presence; it was logical what happened to him. I put my plan into action and crossed my fingers to make it work. At the top of my room I hung a rope, climbed onto the bench, wrapped it around my elongated neck while my hands trembled with the phone in my right hand waiting for the right moment to make the call that would bring me back. Suicide was the quickest and most direct way to fall into Hades' long-awaited flames, although she could never be forgiven for that. In those brief moments of time I remembered the day I was hit by a car while playing innocently, at 6 years old, with a white feather that I had seen from the sidewalk in front of my house and that fell out of nowhere as a wink from incitement. At that time I followed the instinct to blow it with all the strength of my lungs until I reached the highest, when a car surprised me in the middle of the street, threw me 10 meters away, and there I died for the first time. They declared me without a pulse for 5 minutes while I saw a world where the definition of time did not exist and only cries and lamentations were heard. Today I knew with certainty that this accident must have happened like this and there. I was able to recover and from that moment every time I slept I traveled and saw all kinds of creatures that told me stories while they flogged, tortured and raped thousands of beings that I did not know whether to call them people. I never understood why it was a fascination for them; a kind of phenomenon. From that time I can't remember many things, only the fear of being seen differently.
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When I turned 12 and I felt my blood running down the crotch everything changed and I thank God that my secret hallucinations ended, I focused on the church and its unnecessary visits. Today I beg you to come back to meet my goal, even if at the end of the day I cannot return.
I dared to dial the number and waited for him to answer me. On the third ring my mom picked up the phone and said kindly:
- Over here Julia and over there who? - thinking that it would bring out a smile to the interlocutor.
- Mom, I'm sorry to tell you this; Today I will commit suicide and you will avoid it. If I come back I will return in peace.
Then I jumped off the brown bench. In the distance I heard a scream as I vanished suspended. I opened my eyes and saw myself there; The gravity had changed like that time and the light had turned bluish. I left the house ready to find him and spent eternal hours walking watching ashes fall as if they were snow. I remembered the plan and went to the only place where it should be for all eternity: the temple of the lord. That temple that had been desecrated by him and thousands of him at different times; where he judged people and threatened them with the flames of hell if they did not obey and if they did not yield to their pederstic phallus.
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I went in and saw how the faces of those statues melted while endless laughter was heard in the distance, crying, screaming, whipping and what seemed to be the throat of the very monster that ruled that place, speaking in a language that I could not understand. I walked until I reached the first row where thousands of ghosts watched the crucifixion of a newcomer. For every nail in his hands and in his feet the specter; More portly than the others, he would read something from a book that he still didn't understand, but at which the others laughed. This caused snakes of different sizes to come out of his mouth and all the holes in his body. And I thought: again someone came forward..
At that moment everyone turned around, saw me and began to break through, as if they had been waiting for me for a long time. The smell in the room was disgusting and yet satisfying. As it passed through the river of ghosts, they lowered their burned and deformed faces. I walked towards the atrium and when I was close, I heard behind me a thousand wings that rose. My mouth was dry and my ears did not understand anything. I turned around and the breathing stopped for a few moments; all the spectators bowed one after the other in a kind of giant wave, whispering unintelligible words.
The beast that tortured the priest said to me serenely and in a common language:
- My lady, she has finally returned, we were waiting for her.
She put a crown of flames on my head, her black wings spread and she slowly leaned down kissing my feet.
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I will be uploading more stories soon!!
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