El primigenio y el lago | Relato |

in GEMS3 years ago

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Foto original de: Pexels | Ian Turnell

    Él no tiene nombre, no nació en ningún lugar ni tiempo y, por ende, no tiene progenitores ni creadores o, si los tuvo, no los conoce. No sabe cómo ni cuando llegó al mundo, solo que siempre estuvo, esperando. ¿Pero, qué? Lo desconoce también, por siglos buscó algo sin encontrar nada. Cansado e inquieto ante tantas interrogantes sin respuesta, anduvo por el mundo, por tierras de diferentes contexturas, aguas saladas y pantanosas que parecían eternas, suelos áridos, duros como la roca y montañas donde el fuego y la lava brotaban del corazón del planeta sin parar. Hasta que un día llegó a la orilla de un pequeño lago, en el centro de un círculo de colinas. Había visto otros antes, no obstante aquel tenía algo diferente, el agua no hervía a pesar de que era cálida; con sus palmas cogió un poco y probó su sorpresivo dulzor. Decidió quedarse allí por unos días, y los días se convirtieron en una vida entera. Había encontrado su lugar.

    La oscura y vacía soledad del mundo dio paso a algo más, algo más hermoso. Frente a él todo se colmó de vida, las colinas ahora rebosaban de flores y hierba, y diferentes criaturas comenzaron a llegar para beber el agua dulce. Al principio las ahuyentó, cuidaba aquel estanque con recelo, no fue hasta que aprendió la lengua de la vida, idioma universal hablado por todas las criaturas, y pudo comunicarse con estas nuevos seres, que descubrió que ellos, al igual que él alguna vez, buscaban algo, y les abrió las puertas de su hogar, a todos dio la bienvenida.

    Criaturas fueron y vinieron, catástrofes pasaron, eras de frío y calor, el lago se congelaba y secaba, y la vida a su al rededor moría para dar paso a vida nueva. Entendió que no debía encariñarse con los visitantes, vio nacer y morir a tantos que dejó de contarlos y, aunque podía entenderles, se limitaba a no hablarles, sufría por ver tanta muerte a su alrededor, por lo cual comenzó a distanciarse de los animales, manteniéndose solo con la compañía de los grandes y antiquísimos árboles, algunos casi tan longevos como él.

    Así vivió hasta que un día un nuevo grupo llegó a las orillas del lago, posteriormente los bautizaría como los primeros humanos, estos despertaron con demasía su curiosidad. Inicialmente les observó a lo lejos, pero luego no pudo contenerse y se presentó frente a ellos. Eran, con gran diferencia, los más parecidos a él entre todas las otras especies y se dio cuenta de que además eran los animales que más rápido asimilaban el conocimiento. Asimismo ellos comprendían la lengua de la vida. Quizá también fueran, en parte, como él; asumió que su deber sería cuidarles, enseñarles, y lo hizo.

    Los guio y les instruyó hasta donde pudo: el cultivo, la crianza, la lectura y escritura, cómo vivir en armonía con el resto del mundo; con el tiempo descubrió que los humanos habían aprendido más de lo que él podía enseñarles, a tal punto que ellos le enseñaron a él algo nuevo: el arte, lo cautivó. Entendió que aquel sitio quedaba chico ya para tales seres y afuera existía un sinfín de caminos por explorar, mucho que conocer, mucho que apreciar. Entonces los motivó a irse, no porque los quisiera alejar, al contrario, eran las primeras criaturas con las que realmente se sentía identificado, no obstante intuía que su destino no era el de pasar sus cortas vidas junto a él en los alrededores del lago.

    Al fin y al cabo ellos morirían y él seguiría ahí, como había sido siempre. No vivirían para siempre, merecían ver las aguas y las tierras. Quizá al partir ellos hallarían un mundo muy diferente al que él vio antes de llegar a allí, y quizá algún día los humanos volverían hasta él o, incluso, encontrarían su propio lago.

XXX

 

¡Gracias por leerme!

   

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