Fuente
Ella miraba el reloj en el aeropuerto cuando vio un cartel que decía, Dra. Ramos, pues esa era ella. Un hombre de buen porte la recibió y le dio la bienvenida a un país donde ella está por primer vez, y en el cual presentará una investigación sobre coronarias, realizado en conjunto con la Universidad de su país.
Directo a un almuerzo de los participantes del congreso en un hotel de lujo de la ciudad, la temperatura era bastante baja por la época del año después de las fiestas decembrinas, es un clima muy frio comparado con el trópico donde se ha criado.
Al llegar a la cena le hacen sentir el centro de atención porque es la única ponente que estará de otro continente, cosa de la cual se ha enterado en el camino del aeropuerto al hotel.
Luego de esta, en el salón conjunto, se realizaba un brindis y un compartir entre los ponentes, habían cardiólogos de muchas partes de mundo y ella estaba entre todos esos grandes científicos.
Ella de unos 47 años elegante de porte alto, no pasaba desapercibida entre los asistente saludando en diferentes idiomas.
Entre todas las personas un hombre alto, de buen cuerpo, elegantemente vestido y un hermoso cabello largo ondulado en las puntas hacía de él un extraño entre tantos estirados, pero apreciable al ojo femenino.
Conversaron sin el dejar de observarla con una mirada penetrante, que por momentos la hacía sentir incomoda pero a la vez sentía como su ropa interior se humedecía.
Ella siente que le dicen:
-Dra. cuando quiera aquí está la llave de su habitación, todo está listo.
Aprovechó la oportunidad para despedirse, había un cambio de horario y tenía una semana para acostumbrarse, sus pensamientos fueron cortados por un:
–Tenga mi tarjeta doctora, sería un placer ir a comer un día durante su estadía.
Asintió con la cabeza y agradeció el gesto.
Ya en la habitación llamó a su casa y contó de la a cena, el frio y el viaje, luego revisando la habitación toda la ropa estaba acomodada, los zapaos en su lugar, todo estaba en su sitio.
Los días pasaron entre leer, preparar el sitio, caminar por Madrid, pero aquellos ojos y ese porte del médico no salían de su mente.
A dos días del congreso ella decidió llamarle y aceptar la invitación al café.
En el sitio indicado, ambos conversaron amenamente de corazones, sangre, infartos, bloqueos.
El café pasó a cena acompañada de vinos, hasta que ella sintió por su pierna una caricia y la llevo a fijar los ojos en él.
Este con su mirada penetrante seguía acariciándola con los pies; sus muslos y ella como maquina abría sus piernas lentamente para que sus dedos tocaran y pudiera sentir la humedad que había en ella.
Sus dedos tan diestros como si fuesen los de sus manos hicieron que su cuerpo se contrajera en un fuerte orgasmo que hizo que se mordiera los labios.
Sintió como sus dedos salieron y bajaron por sus piernas hasta ya no tener la presión de ellos.
Ella se levantó e indico:
-Un placer la cena señor, me despido, ya nos veremos mañana en las actividades.
Tomó su bolso y caminó con la mejor sonrisa, sintiendo como su pantaleta mojada le recordaba que había tenido un orgasmo podal.
Compleja, bien llevada y con un final novedoso.
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