Fuente
Había una vez un joven que tenía una discapacidad y se la pasaba leyendo todo el día, era su forma de entretenerse.
En el pueblo decían que era un bueno para nada que perdía el tiempo entre los libros.
Un día de tantos comentarios que escuchó decido ir para que el hombre sabio del pueblo para que le dijera si aquella gente tenía razón, si él era un bueno para nada y perdía el tiempo leyendo.
Fue hasta la casa del hombre, tocó la puerta y este le hizo entrar, entonces le preguntó
-¿Qué deseas?
-Mire señor, me han dicho que usted es un hombre muy sabio, yo quiero saber si yo soy un bueno para nada como dicen todos y si yo lo que hago es perder el tiempo mientras estoy leyendo.
El hombre le dijo:
-Mira, tengo un gran problema, debo vender esta antigüedad porque necesito el dinero y no sé cuánto vale. ¿Será que tú me podrías ir al mercado y ofrecerla allá en el pueblo? Cuando me soluciones el problema yo te daré la respuesta que necesitas.
El muchacho ansioso que el hombre le diera una respuesta decidió llevarse la antigüedad.
Antes de salir el hombre sabio le dijo.
-No aceptes menos de una moneda de oro por ella.
El muchacho fue y se la ofreció a todos en el mercado, algunas la querían pero le decían que solo le podían dar una moneda de plata porque una de oro era demasiado por esa cosa tan vieja.
Después de recorrer todo el mercado y el pueblo, decidió devolverse para que el sabio para darle la mala noticia, al llegar le dijo:
-Mire, no he podido vender la antigüedad porque dicen que solamente lo que cuesta esta estatuilla es a duras penas una moneda de plata.
El sabio colocándose las manos en la cabeza le respondió.
-¿Será que estoy pidiendo demasiado por ella, ¿Cómo sabríamos que hacer?
El muchacho se quedó en silencio y el hombre sabio le dijo.
-¿Será que mejor vamos al museo y la hacemos evaluar?
El muchacho dijo.
-Sí, ellos si saben cuánto puede valer.
El sabio respondió.
-Bueno ve para allá y averíguame cuánto cuesta.
El muchacho de inmediato se llevó la antigüedad al museo donde se la valuaron y le dijeron que estaban interesados en comprarla pero que actualmente no tenían dinero porque esa antigüedad valía por lo menos 100 monedas de oro.
El joven impresionado por lo que le habían dicho salió corriendo para que el sabio con la antigüedad en la mano y le contó, entonces el sabio le dijo:
-Tú no puedes hacer que te evalúe la gente que no tiene conocimiento de ello, no puedes hacer que un tesoro lo valoren gente ignorante, solo tú sabes cuánto vales, así que tenlo en cuenta, solo las personas que tienen conocimientos saben lo que vales.
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