El reloj marcaba la cinco y treinta de la mañana. La alarma despertó a Frank, quien dio un salto para tomar el teléfono y llamar a su amigo Claude.
—Son las cuatro de la madrugada, ya comencé el día con cien lagartijas para calentar mis pectorales —dijo Frank al teléfono.
—Buenos días Frank, soy la madre de Claude, él aún duerme. Me alegro que estés activo tan temprano. ¿Llamas por alguna otra razón a parte de presumirle a Claude tus habilidades?
—¡Oh cielos! Perdone usted señora Marcy, no era mi intención despertarla, se trata de un juego entre su hijo y yo, ya sabe, cosas de muchachos —respondió Frank muy apenado.
—Mamá, cuelga el teléfono yo contesté desde mi cuarto —intervino Claude tomando la llamada.
La madre colgó y los dos adolescentes continuaron en la línea riéndose de lo ocurrido.
—No estaba dormido, mi madre se equivocó —señaló Claude.
—Claro que estabas dormido, se nota en tu voz.
—¡No! Es que estaba levantando pesas. Debo hacer las cien repeticiones completas o el músculo no crecerá —dijo Claude.
—Si claro, como sea, esta vez te gané, yo llamé primero. Nos vemos en la escuela.
Frank y Claude eran amigos desde hacía bastante tiempo. Es curioso lo que une a dos personas afectivamente, para muchos suele ser algún interés en común o alguna experiencia vivida; para Fran y Claude, era la eterna competencia entre quien lograba hacer más cosas que el otro.
Los adolescentes suelen presumir de algunos logros banales, parece ser parte del proceso natural de madurar y convertirse en adultos, pero estos dos amigos, destacaban como presumidos, como si eso fuera algo de lo que sentirse orgulloso.
En la escuela, en la clase de física, competían para ver quién respondía más preguntas del profesor, no importaba si las respuestas eran correctas o no. Solo levantaban la mano, lo que estaba molestando a su maestro.
—Aprecio que los señores Claude y Frank participen tan activamente. Su entusiasmo resultaría más alentador si al menos tuvieran alguna idea de las locuras que responden. Supongo que se trata de otro de sus juegos para ver quién es mejor que el otro ¿cierto? —preguntó el profesor haciendo una pausa.
Los muchachos disimulaban su risa para no molestar más al maestro.
—Les propondré un reto a ambos, si lo logran, tendrán puntos extras en la siguiente evaluación; pero solo si ambos lo logran —dijo el profesor desafiante.
Para Claude y Frank era como escuchar buena música. En seguida se mostraron deseosos de cumplir el reto, sin importar de qué se tratara. Era otro de sus defectos, no pensaban antes de actuar, eran tan presumidos, que creían que podían hacer lo que fuera. Aceptaron de inmediato la prueba delante de toda la clase.
—He oído que ambos son grandes atletas, así que los retaré a una carrera en bicicleta, deberán seguir una ruta que yo les marcaré, deben hacerla completa sin excusas —señaló el maestro.
—¡Hecho! —gritaron los dos amigos al unísono.
El profesor los miró complacido, pues en realidad les tenía una trampa a los muchachos. Les dijo que la ruta a seguir la revelaría a medida que completaran tres diferentes etapas; tenían que realizar el recorrido en una semana, o ambos perderían el reto. Su intención era darles una lección de vida que los ayudara cambiar su actitud negativa.
Todos en la clase esperaban que Frank y Claude se retractaran de haber aceptado. El maestro hizo una pausa silenciosa para oírlos hablar, pero los chicos no se retractaron; decidieron que iban a lograrlo sin importar lo que costara.
El maestro no se preocupó, pues había trazado una travesía sumamente larga y complicada; pero desconocía la terquedad de los dos jóvenes. Las primeras rutas los llevaron por todas las calles de la ciudad, era una ciudad enorme, les tomó todo un día siquiera recorrer la mitad del trayecto. Estaban muy cansados y en sus rostros se apreciaba las ganas de rendirse. Pero los dos amigos lograron circular por todas las calles de la ciudad y regresaron triunfantes.
—Podrá ver el registro del gps y comprobar que logramos la primera etapa, y todavía nos quedan varios días de esta semana —señaló Frank al profesor.
—Sí, es cierto, pero veremos si se atreven a seguir con la etapa siguiente o terminan derrotados —replicó el profesor.
Ahora debían salir a la región rural, y visitar cada granja, recorriendo sus linderos a cabalidad por caminos de tierra. No sería nada fácil, pues vivían en uno de los lugares con mayor extensión rural del país, eran kilómetros y kilómetros de carreteras polvorientas. Como se trataba de la estación húmeda, las lluvias convertirían en lodo muchos de los caminos.
Frank y Claude emprendieron el segundo viaje con mucho entusiasmo, constantemente competían entre ellos para ver quien era más rápido, pero el clima y la distancia los agotaban cada vez más. Pensaban en las burlas de sus compañeros en caso de no completar la etapa, su reputación de atletas se vendría abajo; además no ganarían los puntos extras en la clase de física.
Contra todo pronóstico, visitaron cada granja apuntada en la ruta. Exhaustos y adoloridos, pero con gran arrogancia, mostraron a su maestro las pruebas de su éxito; muchas fotos además del gps del viaje.
—Estoy sorprendido, pero los veo muy cansados, quizá quieran terminar esto aquí, no creo que puedan con la tercera etapa —dijo el maestro para molestarlos un poco.
—Nada de eso —replico Claude— un trato es un trato, aún nos quedan un par de días, usted nos indicará la tercera etapa y nosotros la cumpliremos; hasta ahora todo ha sido pan comido.
El docente no podía creer que todavía tuvieran esa actitud, así que para la tercera etapa les puso un reto imposible: debían subir las cinco montañas nevadas que bordeaban el Estado.
Cualquiera hubiera pensado que eso sería todo, pero los muchachos emprendieron el viaje totalmente decididos a ganar el reto. Pero correr bicicletas en la nieve no era sencillo. Los amigos pronto tuvieron muchos problemas para avanzar. Sus fuerzas ya estaban mermadas por las etapas anteriores y apenas podían luchar contra el intenso frío. No tenían ánimos para recorrer siquiera la primera montaña.
—Creo que esta vez perdimos amigo —dijo Frank desconsolado.
—Estoy de acuerdo —concordó Claude— mejor volvamos y aceptemos que no pudimos. No podemos hacerlo todo.
—Al menos completamos dos etapas del reto, eso vale algo ¿no?
—Supongo que solo para nosotros, el maestro no nos dará los puntos extras —dijo Claude.
—Sí, ya basta de presumir, creo que quedaremos como unos tontos, no quiero hacer más competencias absurdas.
—Yo pienso igual, volvamos a casa.
Los dos amigos miraron la ladera de la montaña y la inmensidad del paisaje, habían comprendido algo importante después de todo, que presumir era un vicio, que vivir con el deseo de probar que eres mejor que los demás no tiene sentido. Dieron media vuelta y enfilaron sus bicicletas para bajar. Al notar la pista que se dibujaba ante ellos, Frank dijo:
—Apuesto a que puedo llegar primero que tú a la base de la montaña.
—¡Ja! ¿Con esas piernas tan delgadas? Te hare polvo en un segundo —respondió Claude.
Los dos pausaron un instante, y luego rieron a carcajadas por las locuras que decían. Volvieron a casa, tranquilos, con una nueva perspectiva de la vida. A pesar de cómo resultaron las cosas, para ellos, el reto estaba cumplido.
Excelente historia y una gran enseñanza, felicitaciones.
Gracias amigo, lo aprecio.