En el bar terrenal del dios Dionisos, dos soldados de las tropas del dios Ares disfrutaban de unas cervezas mientras hablaban animadamente. Entre risas y bromas, uno de ellos mencionó el templo de la diosa Ártemis en medio de una vasta selva, custodiado por animales salvajes.
— ¡Vaya peligro para quien intente robar algo de ese templo! ¿Qué estará escondiendo la diosa allí? — exclamó el hombre de complexión más robusta.
—Eso es lo más interesante ¿no crees? —respondió el otro hombre de cabello corto y oscuro, cuyos ojos azules contrastaban. —Algunos dicen que esconde a su ciervo mágico. Cualquier humano que mire a los ojos del animal, adquiere una habilidad sobrenatural, como la de los dioses.
Aura, una de las hijas bastardas del dios Hefesto con una humana, era famosa entre aquellos que la conocían por su naturaleza feroz como semidiosa. Desde una mesa próxima, había estado escuchando en silencio la conversación, y una chispa se encendió en su mente al enterarse que un tesoro tan importante había sido oculto del resto del mundo por su tía Ártemis. Poco a poco, comenzó a imaginar estar cerca de aquel ciervo y mirarlo a los ojos. No sería fácil llegar hasta el animal, pero la idea de ascender de séptima hija semidiosa a diosa la emocionaba. Entonces decidió acercarse a los hombres y unirse a la conversación.
— ¿Cómo puedo enfrentar a las bestias de la diosa y entrar al templo? —preguntó con voz serena pero decidida.
Los hombres se quedaron sorprendidos al ver a la mujer con capucha oscura que se les acercó de forma inesperada, alta y delgada, con intensos ojos negros que los intimidaban. A pesar de ser una completa desconocida, pronto se animaron a intercambiar algunas ideas con ella sobre la mejor alternativa para entrar al templo de Ártemis. Cada consejo involucraba robar alguna de las piezas más valiosas de los dioses, como el águila de Zeus para volar hasta el lugar, o el violín del dios Apolo para usar su melodía y dormir a los animales. Sin embargo, todas estas ideas eran realmente imposibles para ella, por lo que su única oportunidad para ver al ciervo sería luchar contra las bestias y derribarlas.
Esa misma noche, Aura visitó a escondidas la morada de su padre Hefesto. Conocía cada rincón, había crecido entre las llamas y las máquinas de su padre, por lo que no le resultó difícil llegar hasta su habitación sin ser detectada. Con sigilo, halló el martillo mágico junto a la cama de Hefesto. La pieza era única, forjada por el propio Hefesto. Tenía un diseño elegante, con runas grabadas en su mango y un brillo dorado que lo hacía resplandecer en la oscuridad. Lo guardó en su bolsa con mucho cuidado y salió de la residencia para adentrarse en la oscura noche en dirección a la selva.
Al llegar al lugar indicado, Aura se encontró con el primer animal que custodiaba el templo de la diosa: un enorme león que rugía con fuerza y se abalanzaba hacia ella con la intención de atraparla con sus afiladas garras. A pesar de la amenaza, Aura mantuvo la calma, no sentía miedo, era él o ella. Enfrentó al león con gracia y destreza, dando golpes certeros con el martillo mágico. Cada golpe que daba con el martillo, la bestia se debilitaba y retrocedía, incapaz de resistir la fuerza sobrenatural de su poder.
A medida que la lucha continuaba, un garrafal y terrible tigre apareció a sus espaldas, con mirada amenazadora. Parecía imparable, pero ella logró noquearlo de un solo golpe, gracias a las habilidades de combate que aprendió en los campos de entrenamiento clandestino de su tío Ares. Consiguió así, abrirse paso a través de la selva.
A solo diez metros de la entrada del templo, apareció frente a ella un gran leopardo. Sin pensarlo dos veces se dispuso a luchar también contra él. Aunque el animal resultaba ser más formidable que los anteriores, Aura se negaba a rendirse. A pesar de las heridas que le había propiciado la bestia en sus brazos y piernas y del cansancio que la invadía, encontró la fuerza interior para seguir luchando, motivada por su deseo de convertirse en diosa y dejar de ser la burla entre los hijos legítimos de Hefesto.
Aura trazó mentalmente cada movimiento y golpe que ejecutaría a continuación, hasta que finalmente, con un golpe decisivo del martillo mágico, derribó brutalmente a la bestia.
Con el corazón palpitante y la satisfacción de salir victoriosa de la lucha, caminó triunfante hacia el templo de Ártemis, lista para encontrarse con el ciervo y cuando lo hizo, sintió una conexión instantánea con la criatura majestuosa de mirada penetrante y cuernos imponentes, como si estuvieran destinados a cruzar caminos. La mirada del ciervo la hipnotizó, pareciendo leer su alma y comprender sus más profundos deseos. Fue en ese instante que el ciervo la transformó en una diosa, infundiendo en ella el poder y la gracia de las deidades. Su cabello se volvió dorado como el sol, sus ojos resplandecieron con el brillo de las estrellas y su piel radiaba una luz divina. Desde ese día fue conocida como la Diosa de los Bosques, digna de ser venerada por los mortales y los dioses por igual.
In the earthly bar of the god Dionysus, two soldiers of the god Ares' troops were enjoying a few beers while talking animatedly. Between laughter and jokes, one of them mentioned the temple of the goddess Artemis in the middle of a vast jungle, guarded by wild animals.
— What a danger for anyone trying to steal something from that temple! What is the goddess hiding there?— exclaimed the more robustly built man.
—That's the most interesting thing, don't you think? -answered the other man with short dark hair and contrasting blue eyes. -Some say he hides his magic deer. Any human who looks into the animal's eyes acquires a supernatural ability, like that of the gods.
Aura, one of the bastard daughters of the god Hephaestus with a human, was famous among those who knew her for her fierce nature as a demigoddess. From a nearby table, she had been quietly listening to the conversation, and a spark ignited in her mind as she learned that such an important treasure had been hidden from the rest of the world by her aunt Artemis. Little by little, he began to imagine being close to that deer and looking into its eyes. It would not be easy to reach the animal, but the idea of ascending from seventh demigoddess daughter to goddess excited her. So she decided to approach the men and join the conversation.
— How can I face the beasts of the goddess and enter the temple? — she asked in a calm but determined voice.
The men were taken aback at the sight of the dark hooded woman who approached them unexpectedly, tall and slender, with intense black eyes that intimidated them. Despite being a complete stranger, they were soon encouraged to exchange some ideas with her about the best alternative for entering the temple of Artemis. Each tip involved stealing some of the gods' most valuable pieces, such as Zeus' eagle to fly to the site, or the violin of the god Apollo to use its melody to put the animals to sleep. However, all these ideas were really impossible for her, so her only chance to see the deer would be to fight the beasts and shoot them down.
That same night, Aura secretly visited the abode of her father Hephaestus. She knew every nook and cranny, having grown up among the flames and machines of her father, so it was not difficult for her to reach his room undetected. Stealthily, she found the magic hammer next to Hephaestus' bed. The piece was unique, forged by Hephaestus himself. It had an elegant design, with runes engraved on its handle and a golden glow that made it glow in the dark. He carefully stowed it in his bag and left the residence to walk out into the dark night towards the jungle.
Upon arriving at the indicated place, Aura encountered the first animal that guarded the temple of the goddess: a huge lion that roared loudly and rushed towards her with the intention of catching her with its sharp claws. Despite the threat, Aura remained calm, she felt no fear, it was him or her. She faced the lion with grace and dexterity, striking accurate blows with the magic hammer. Each blow she struck with the hammer, the beast weakened and retreated, unable to resist the supernatural force of her power.
As the fight continued, a gargantuan and terrible tiger appeared behind her back, looking menacing. It seemed unstoppable, but she managed to knock it out with a single blow, thanks to the combat skills she learned in the clandestine training camps of her uncle Ares. She managed to fight her way through the jungle.
Only ten meters from the entrance of the temple, a large leopard appeared in front of her. Without thinking twice, she set out to fight him as well. Although the animal proved to be more formidable than the previous ones, Aura refused to give up. Despite the wounds that the beast had inflicted on her arms and legs and the fatigue that invaded her, she found the inner strength to continue fighting, motivated by her desire to become a goddess and stop being the mockery among the legitimate children of Hephaestus.
Aura mentally traced every move and blow she would execute next, until finally, with a decisive blow from the magic hammer, she brutally brought down the beast.
With a pounding heart and the satisfaction of emerging victorious from the fight, she walked triumphantly towards the temple of Artemis, ready to meet the stag and when she did, she felt an instant connection with the majestic creature with a piercing gaze and imposing horns, as if they were destined to cross paths. The deer's gaze mesmerized her, seeming to read her soul and understand her deepest desires. It was in that instant that the deer transformed her into a goddess, infusing her with the power and grace of the deities. Her hair became golden like the sun, her eyes shone with the brilliance of the stars and her skin radiated a divine light. From that day on she was known as the Goddess of the Woods, worthy to be revered by mortals and gods alike.
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