Decisión/ Por @acostacazorla

in Literatos2 years ago (edited)
A ella no le importaba vender arepas, en verdad que no, lo que no le gustaba era tener que gritar: "Arepa, arepa", por toda la cuadra, en el centro, en la plaza, en el bar: "arepa, arepa calientica, arepa rellena".


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Pero lo peor era la mirada lasciva, grosera, acosadora de los borrachos en el bar.

Como le hubiese gustado haber nacido con los senos pequeños, pero no, los tenía grandes y bonitos, y una flaca puede ocultar todo, menos unos senos grandes.

A medida que crecía, el vestido le quedaba más pequeño, más ajustado, por eso había que reforzar a cada rato el botón del busto, pero nada qué hacer, explotaba como una granada, y quedaba al descubierto alguna delicada parte de lo que ella quería esconder, y la mirada colectiva del bar aterrizaba allí, y hasta alguna mano rozaba descuidadamente ese mundo.

Pero en el bar estaba la mayoría de los clientes, y esas arepas había que venderlas a cómo diera lugar.

Hasta que un día tomó la decisión, se quitó el turbante de la cabeza, batió la cesta contra el piso y gritó con todas sus fuerzas delante de toda su familia: "No vendo más arepas, carajo".
Entonces le pegaron y la castigaron sin dejarla salir; pero no lograron doblegar su voluntad.

En cuanto pudo se fue a la capital y estudió una carrera corta. Regresó a su pueblo y comenzó a trabajar, alquiló un apartado e iba a su casa solo de visita.

Poco a poco se fue convirtiendo en una mujer solitaria, vestía preferiblemente de negro, como si estuviera de luto, faldas largas, y blusas exageradamente cerradas hasta el cuello, tratando siempre de pasar desapercibida; pero si por casualidad se encontraba con alguna niña vendiendo arepas, trataba de comprarles todas las que podía, y sin que nadie se diera cuenta, lloraba en silencio.


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