Cuando recién me hacía hombre un coletazo del destino me hizo de nuevo recorrer esa misma ruta, acompañado de gaviotas y alcatraces, abrasado al rostro del sol, acariciado de espuma marina, dispuesto a enseñar a volar a los niños de sal.
Luego Lucifer acercó sus pailas de caimanes y fuego a mi almohada, se detuvo el reloj por un instante, y de nuevo mis pasos buscaron las olas que saludan a los peregrinos, la costa y la otra, también costa, que me dieron la calma.
Ahora estoy de vuelta a la montaña, a veces subo a sus alturas a contemplar a lo lejos el mar, a veces lloro; otras veces suspiro, pero mayormente río, condición que me acompaña.
Ahora espero, contemplo y no pienso mucho, como las piedras del camino de oriente, extranjero de todo, suspendido en el tempo de mi tiempo al final.
Fantástico... Una lectura sencilla, pero embebida en una elocuencia excelsa y humanidad envidiables. Se nota que la escritura nace sin espasmos, sin complicaciones, simple y por talento puro...
Gracias amigo jlinaresp, gracias por su lectura, si algo aspiro es transmitir algún sentimiento.
Pero aún con los coletazos del destino, con el salitre del mar pintando canas en la barba o con coletazos de Lucifer, creo que al final, pana, encontraste algo realmente hermoso: el equilibrio.
Mi hermano, sueño con ese equilibrio.
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