Un merengue con Cleopatra (minicuento)

in Literatos2 years ago

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A pesar de que Cleopatra no sabe nada de la reina egipcia por la cual le pusieron su nombre, siempre se ha sentido una Diosa. Su dulce altivez parece emanar del mismísimo nombre que lleva con orgullo y devoción. Nada le impide ser una diva envuelta en un halo de sensualidad trepidante. Ella es un volcán de estrógenos y picardía.

Hace ya nueve años que perdió su pierna derecha. Nadie sabe exactamente qué pasó. Como siempre ocurre en estos casos, hay demasiadas versiones. Unos dicen que estaba en el yate de unos millonarios y que cayó borracha por la borda y la hélice del motor le masticó la pierna como si fuera un monstruo enfurecido. Otros dicen que en un ritual satánico su pierna fue ofrendada al mismísimo.

Lo cierto es que está allí con su prótesis de tecnología alemana, siendo tan Cleopatra como cuando tenía las dos piernas. Los hombres la buscan igual que siempre. Sigue despertando, a pesar de que ya no es tan jovencita, esa pasión hormonal y huracanada que volvía locos a los tipos cuando apenas tenía catorce años. Pero ya sabemos que la vida da su vuelterío loco y ¡bueno!, ¡nada! Ahí está tan temible y escurridiza como siempre.

Nadie sabe a ciencia cierta cómo Cleopatra baila merengue con esa soltura y esa sabrosura. Se le atribuye, según algunos, a que su prótesis cumple con el noventa por ciento de lo que era su pierna. Quién sabe. La verdad es que todos los que visitan Divas Club quieren irrumpir en el palacio prohibido que significa bailar con aquella maravillosa mujer, que quién sabe qué tendrá que vuelve loco a más de uno. Por algo será que todos quieren bailar un merengue con Cleopatra.

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¡Comba Yamba!

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