Desde que era muy pequeña, y hasta mi adolescencia, pasábamos nuestras vacaciones en el pueblo natal de mi mamá, se llama Cuicas y queda en el estado Trujillo en Venezuela. Papá se enamoró de ese pueblo desde la primera vez que lo visitó.
Uno de esos viajes lo hicimos en una camioneta Volkswagen. Era muy pequeña y mi padrino y mi papá la llamaban “la Chinga”. Esa camioneta era de mi padrino y papá se la pidió prestada porque su auto se había accidentado y ya el viaje estaba planificado (Papá “primero muerto antes que renunciar a sus vacaciones”).
Imagínense a dos adultos, tres niños y un perro en esa pequeña camioneta en un viaje que en esa época duraba entre ocho y diez horas.
Fuente
Mi mamá puso un banquito en el piso de la camioneta y los niños nos turnábamos para sentarnos allí junto con el perro.
Había un tramo de la carretera que se llamaba San Pablo, antes de llegar allí nos deteníamos en alguno de esos restaurantes de carretera – que eran muy grandes, por cierto – y, aparte de descansar un rato, mi mamá nos daba un remedio llamado Opezol que era para “dormirnos” el estómago, ya que la zona que venía era de muchas curvas. La llamaban “Las Curvas de San Pablo”. Si mal no recuerdo eran mas de doscientas curvas seguidas. Ese remedio lo tomábamos los cinco: nosotros tres, mamá y el perro.
Al llegar a Cuicas salíamos siempre de paseo a recorrer los pueblos cercanos. Como eran carreteras poco vigiladas papá nos dejó montarnos atrás en la camioneta. Éramos mis dos hermanos, Pedro – un niño de Cuicas – y yo. Para protegernos del sol papá hizo una especie de techo en la camioneta amarrándole una lona, pero apenas agarró carretera la lona se reventó y comenzó a darnos coletazos. Nos lanzamos al suelo y gritábamos “¡Para, papá, para, papá!” pero él no lograba escucharnos por el ruido del motor y de la brisa.
Pedro se levantó muy seguro de sí, después de recibir su coletazo le dio un golpe fuerte al techo de la camioneta. Esto sí lo escuchó papá quien de inmediato detuvo el vehículo preguntando. “¿Qué pasa? ¿Qué pasa?” Le dijimos lo que había pasado y que la lona nos estaba pegando muy duro. Entonces decidieron – ya que había muchos árboles de “Pat’e ratón” a la orilla de la carretera – hacer un entretejido con sus ramas para protegernos así del sol y poder seguir tranquilos el camino hasta donde íbamos.
Al llegar a Cuicas salíamos siempre de paseo a recorrer los pueblos cercanos. Como eran carreteras poco vigiladas papá nos dejó montarnos atrás en la camioneta. Éramos mis dos hermanos, Pedro – un niño de Cuicas – y yo. Para protegernos del sol papá hizo una especie de techo en la camioneta amarrándole una lona, pero apenas agarró carretera la lona se reventó y comenzó a darnos coletazos. Nos lanzamos al suelo y gritábamos “¡Para, papá, para, papá!” pero él no lograba escucharnos por el ruido del motor y de la brisa.
Pedro se levantó muy seguro de sí, después de recibir su coletazo le dio un golpe fuerte al techo de la camioneta. Esto sí lo escuchó papá quien de inmediato detuvo el vehículo preguntando. “¿Qué pasa? ¿Qué pasa?” Le dijimos lo que había pasado y que la lona nos estaba pegando muy duro. Entonces decidieron – ya que había muchos árboles de “Pat’e ratón” a la orilla de la carretera – hacer un entretejido con sus ramas para protegernos así del sol y poder seguir tranquilos el camino hasta donde íbamos.
¡Me encantó esta crónica, muy natural y bonita!
A pesar del viaje tan duro, @ylich, lo disfruté enormemente. Cuando somos niños nada nos roba la diversión. Gracias por la lectura.
¡Así es, desde esa óptica es la mejor etapa de la vida! 😉
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Jajaja qué cómico y bonito que hasta al perro le daban su medicina contra los mareos, buen relato 🙂
Hola, @sofathana gracias por leer mi post, cada vacación a Cuicas era toda una aventura. Muchos recuerdos de una bella infancia.
Sin lugar a dudas fue un viaje inolvidable, esos viajes a pesar de lo accidentado que son también están llenos de aventura, por cierto las curvas de San Pablo era muy peligrosas, disfrute leyendo tu relato @flordi
@devania, me alegra que te haya gistado. Fue una vivencia extrema para nosotros. Las vacaciones en Cuicas eran lo máximo.
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