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Santa, ¿dónde estás?
Cuando los millones de regalos estuvieron listos, los ayudantes empezaron a cantar:
Es que no te veo,
ni a ti ni a tu trineo.
Al mundo hay que ir,
¡al mundo hay que ir!
Pero, ¡sorpresa! No hubo respuesta. Santa no habló ni apareció en la fábrica de juguetes.
Se está vistiendo todavía—decían unos.
Se quedó dormido—exclamaban otros, preocupados.
Algunos ayudantes fueron a buscarlo a su oficina, pero su sillota se veía vacía.
Santa, ¿dónde estás?—sollozaban sus pequeños ayudantes.
Tanto alboroto hizo que el Polo Norte tuviera muchas grietas y pedazos de hielo separándose unos de otros.
Finalmente fue Rudolph, el reno de nariz brillante, que puso orden. Él dijo:
—Con o sin Santa, hay que entregar los regalos. ¡Por la Navidad!
Entonces fueron los renos hermanos y los elfos ayudantes, que pusieron el gran trineo adelante. Rápido salieron del Polo Norte con los millones de juguetes.
Pero, ¡ay!, ni Rudolph ni los elfos sabían de direcciones. Se confundieron por completo y entregaron regalos equivocados por todas partes.
En casa de Aomi dejaron un bate de béisbol, en vez de un peluche. En la de Svetlana, una barbie, en lugar de una guitarra. A Fernando le dejaron carbón, y no un castillo de LEGO.
¡Qué desastre!
Todo el equipo de Santa presentía que algo andaba muy mal.
Estaban muy nerviosos por lo que podría pasar cuando los niños abrieran sus regalos.
Sus nervios se convirtieron en miedo, y su miedo, en lágrimas. Caían y caían por doquier.
Al descender, las gotas se hacían granizo. ¿Acaso no sabían que cada que cae granizo es por esto?
Tanta tristeza hizo que el trineo se moviera de forma extraña.
A ver, no era la tristeza, ¡era Santa!
Él apareció de entre el mar de regalos.
Jo, jo, jo, ¿por qué tan tristes, mis amigos?—preguntó con su brillo y su sonrisa.
¡Santa! Entregamos regalos equivocados a los niños. ¿Dónde has estado?—reclamó Rudolph.
—Se me había perdido mi agenda de direcciones.
—¿Qué?
—Y estaba en lo profundo del trineo. Jo, jo, jo.
Luego de haber dicho esto, Santa tomó el mando del trineo y pasó recogiendo velozmente todos los regalos equivocados para dárselos a sus verdaderos dueños.
Cada vez que el trineo pasaba para allá o para acá, se veía una estrella fugaz en el cielo perlado.
Así hacía Santa para que no se dieran cuenta de su importante misión.
Tan sólo los niños escuchaban a lo lejos:
¡Feliz Navidad!
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Buen cuento. Me gusto. Que terrible hubiese sido la situación si Santa no aparece, y quien creeria que hasta el necesita saber de direcciones. De verda que es algo diferente y entretenido. :)
Holaaa. Si, Santa es un personaje más que indespensable para estas fechas.
Me alegra que te hayas entretenido con mi cuento. ¡Gracias por pasar, @derzweile!
Saludos.
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